CP10: DIOS DE LA MUERTE

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El fin de semana había pasado rápido, y en un abrir y cerrar de ojos, ya era lunes de nuevo.

Sofía y yo estábamos conversando en el comedor del instituto.

-Hambruna a nivel mundial, enfermedades en África, y ni siquiera entremos en polémica con la situación de El Congo-terminó de contar mientras se llevaba una papa frita a la boca -. Muy triste todo.

-¿En serio? -le pregunté, imitando su acción. Sofía asintió con seriedad.

-Lo sé, el mundo está cada vez más caótico -dijo, soltando un suspiro-. Además, los políticos solo piensan en ellos mismos y no en la gente, que está muriendo poco a poco.

Tenía razón. El mundo estaba yendo en picada, y yo no podía hacer nada para detenerlo. Ahora comprendía por qué "Él" estaba aquí; sabía que no podría cumplir mi misión y se estaba aprovechando de mi vulnerabilidad. No podía permitir que me hiciera lo mismo que le hizo a Hedoné. Tenía que proteger lo que ella me dejó, evitar que ese collar cayera en sus manos. Si lo conseguía, tendría el poder suficiente para cumplir su plan.

Pero no voy a permitirlo.

-Lia... -Sofía chasqueó los dedos frente a mi cara-. ¿Estás bien? ¿Hay alguien ahí?

Pestañeé varias veces, volviendo a la realidad.

-Sí, lo siento. Me perdí en mis pensamientos -respondí, tratando de sonreír. Sofía me miró con escepticismo, pero asintió de todos modos.

-Bueno... el receso terminó. Es hora de volver a clases -dijo, mientras se colgaba su mochila al hombro. Asentí y la seguí.

Durante el resto de las clases, apenas presté atención. Mi mente estaba demasiado ocupada con todo lo que estaba sucediendo, y lo que posiblemente estaba por suceder.

El timbre de salida sonó, y rápidamente tomé mis cosas y me colgué la mochila al hombro. Estaba a punto de salir cuando sentí una mano en mi hombro. Me giré y vi a Athan. Todos los demás ya se habían ido, y solo quedábamos nosotros en el salón.

-¿Te encuentras bien? Te he notado distraída toda la clase -me preguntó, con una preocupación genuina en sus ojos.

Asentí rápidamente.

-Sí, claro -respondí, forzando una sonrisa que, claramente, no creyó. Athan frunció el ceño, luciendo algo triste.

-Pensé que éramos amigos. Sabes que puedes confiar en mí -dijo, mirándome con sinceridad. Quería contarle todo, quería confiar en él, pero había hecho un pacto con mi padre de no revelar nuestra verdadera identidad. Además, con todo lo que había pasado últimamente, era mejor que Athan no se enterara. No quería ponerlo en peligro.

-Y lo somos -respondí, sujetando sus manos con la mayor sinceridad posible-. No es nada, no te preocupes por mí.

Él asintió, aunque parecía poco convencido.

-¿Quieres que te acompañe a casa? -ofreció, aún preocupado.

-No, gracias. Quiero dar un paseo para despejarme un poco -dije, y le di un abrazo-. Gracias por preocuparte.

Athan me devolvió el abrazo, y algo en su mirada me estremeció profundamente.

-No hay de qué -sonrió sinceramente, pero algo en su expresión me hizo sentir nerviosa.

-Tengo que irme -dije, soltándolo lentamente.

Athan asintió, aunque no parecía del todo contento con mi respuesta.

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Salí del instituto, esperando que un paseo me ayudara a relajarme y a idear un plan, pero no podía quitarme de encima la sensación de que algo estaba mal. Era como si me estuvieran vigilando. Quizás fue un error no dejar que Athan me acompañara.

Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. A pesar de eso, el mal presentimiento persistía. Me detuve un momento, pensando en regresar, pero ya había caminado lo suficiente como para no querer dar marcha atrás.

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Había estado caminando por bastante tiempo, pero no se me ocurría ningún plan. Y, para empeorar las cosas, la sensación de ser observada seguía ahí, latente.

Al llegar a un pequeño parque arbolado, que estaba justo frente a la calle donde vivíamos, respiré hondo.

"Genial, solo un poco más", pensé mientras avanzaba hacia el lugar.

Crucé la calle y me adentré en el parque. Había algunas personas sentadas en los bancos y unos cuantos niños jugando en los columpios. La escena me tranquilizó un poco, y continué caminando con paso más decidido.

A mitad del parque, pude divisar el claro al final del camino. Aceleré el paso, pero la sensación de que alguien me seguía se intensificó. Podía sentir su mirada fija en mí. Comencé a reducir mi velocidad, mirando a mi alrededor. Me sorprendí al notar que el parque estaba completamente vacío. Hace solo unos segundos había gente... ¿Qué estaba pasando?

Intenté volver a caminar, pero mi cuerpo se negó a moverse. Era como si estuviera paralizada. Por más que luchaba, no podía hacer nada. Empecé a sentir una presión en el pecho.

-¿Pero qué demonios...? -murmuré, luchando por respirar.

Levanté la vista y vi cómo una niebla comenzaba a surgir desde el claro, envolviendo todo a su alrededor en oscuridad. Sentí cómo los vellos de mi nuca se erizaban.

Sé que es él. Está cerca.

-No puedes huir de mí -dijo una voz que me hizo sobresaltar. Traté de moverme, pero era imposible-. Tienes algo que necesito, y lo quiero ya.

Él apareció frente a mí, calmado, mirándome directamente a los ojos.

Hice todo lo posible por apartar la vista, pero con un solo movimiento, me forzó a mirarlo de nuevo.

-N-no lo t-tendrás... -logré articular, mi voz temblorosa. Él solo rió, tomando mi rostro de manera tosca y dolorosa.

-No lo repetiré -dijo con voz fría-. Y una vez que tenga lo que quiero, haré que mis lobos se encarguen de ti.

De la niebla surgieron tres enormes lobos grises, que comenzaron a gruñirme, mostrando sus dientes afilados.

-O mejor aún, me encargaré yo mismo -dijo con una sonrisa cínica-. Después de todo, soy el dios de la Muerte.

Miró detrás de mí, y luego, como si nada, continuó hablando.

-Pero hasta entonces, mantente alerta.

Estuve a punto de contestar, pero en un abrir y cerrar de ojos, Él y sus lobos desaparecieron en la niebla. Tan pronto como recuperé el control de mi cuerpo, caí al suelo, jadeando, y sentí unas manos ayudándome a levantarme.

Era Ethos.

-Dime que esta vez sí lo viste -dije, con la respiración entrecortada.

Ethos asintió, con una expresión grave en su rostro.

Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora