CP57: LA SOMBRA DEL TEMPLO

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La noche se cerró sobre nosotros como una manta oscura, y el aire se volvió denso con el olor a arena y misterio. A medida que avanzábamos por el desierto, el silencio solo era interrumpido por el sonido de nuestros pasos y el suave batir de las alas de Luca.

El camino hacia el Templo de las Sombras era un laberinto de arena y piedra, y aunque las estrellas brillaban en el cielo, la oscuridad del desierto parecía tragar toda la luz que había a nuestro alrededor. Nos movíamos en formación, con Ethos liderando el camino, seguido por Sofía y yo, y Aurel y Luca cerrando la fila.

Después de varias horas de caminata, la fatiga comenzó a hacer mella en nuestros cuerpos. Aunque nuestros poderes divinos nos otorgaban resistencia, la falta de sueño y la tensión de lo que nos esperaba pesaban sobre nuestros hombros.

—Deberíamos hacer una pausa —sugirió Sofía, su voz apenas un susurro en la noche.

A pesar de que estábamos decididos, la necesidad de descansar era innegable. 

Nos detuvimos en una pequeña elevación, y mientras nos sentábamos, la arena fría bajo nosotros nos recordaba lo lejos que estábamos de cualquier lugar que pudiéramos considerar seguro. La luna llena brillaba débilmente sobre nuestras cabezas, y la lejanía de su luz parecía simbólica: estábamos a solo unos días de la luna de sangre, y con cada paso que dábamos, se sentía más como si el tiempo mismo nos estuviera pisando los talones.

Luca fue el primero en hablar, su voz suave pero firme.

—Si realmente vamos a enfrentarnos a Tánatos, debemos estar en nuestras mejores condiciones. La fatiga nos hará vulnerables. Descansar un poco ahora es lo más inteligente que podemos hacer.

Sofía asintió, su rostro cansado pero decidido. Desde que sus poderes habían comenzado a manifestarse de forma más intensa, podía ver la lucha interna en sus ojos: el temor de lo que podría hacer si perdía el control, pero también la determinación de dominar esa parte de sí misma. Su transformación física había sido impactante, pero su crecimiento emocional era aún más impresionante.

—De acuerdo —respondí—. Descansaremos aquí un rato. Solo un par de horas para recuperar fuerzas.

Ethos y Aurel asintieron, aunque era evidente que la tensión en el grupo no disminuiría hasta que completáramos nuestra misión. Las criaturas de la noche que protegían el Templo de las Sombras no eran el único peligro; la amenaza de Tánatos, la creciente presión de la luna de sangre y el inminente enfrentamiento con fuerzas más allá de nuestra comprensión nos acechaban.

Me alejé un poco de los demás, buscando un lugar donde poder estar sola por unos momentos. Necesitaba despejar mi mente y organizar mis pensamientos. La daga, aún envuelta en tela para evitar que su filo tocara mi piel, estaba escondida en mi mochila. Sentía su presencia constantemente, como si estuviera viva, vibrando con poder antiguo y peligroso.

De repente, una figura alta se acercó. Reconocí la silueta de Ethos incluso antes de que hablara.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó, su tono más suave de lo habitual.

Asentí, agradeciendo su compañía en ese momento. Caminamos en silencio unos metros, alejándonos lo suficiente para que la conversación no llegara a oídos de los demás.

—¿Cómo estás? —preguntó finalmente Ethos, rompiendo el silencio.

—Cansada. Nerviosa. Con miedo, si te soy sincera —admití, soltando una pequeña risa que sonaba más amarga de lo que había esperado—. Hay demasiadas cosas que pueden salir mal.

Ethos me miró, su expresión seria pero comprensiva.

—No eres la única. Todos sentimos lo mismo, Axelia. Esta no es solo una batalla física; hay demasiadas emociones mezcladas en esto. Pero somos más fuertes juntos. No olvides eso.

Le agradecí con una sonrisa. Ethos siempre había sido la roca del grupo, pero su propia carga también era pesada. No podía ignorar que, aunque parecía inmóvil frente al peligro, estaba lidiando con sus propios miedos y preocupaciones, especialmente en lo que respectaba a Sofía.

—Y hablando de emociones... —dije, alzando una ceja—. ¿Ya hablaste con Sofía?

Ethos soltó un suspiro, su mirada desviándose por un momento hacia el campamento donde Sofía estaba descansando, sentada junto a Luca y Aurel.

—Sí. Le dije lo que sentía —admitió, con una mezcla de alivio y preocupación en su voz—. Pero no es tan simple, Axelia. No en medio de todo esto.

—¿Qué dijo ella?

Ethos sonrió débilmente.

—Dijo que lo sospechaba, pero que ahora mismo hay cosas más grandes en juego. Y tiene razón. Esto... nosotros... puede esperar hasta después de la batalla.

—Eso suena como Sofía —respondí con una sonrisa. Sabía que, aunque Sofía había cambiado mucho en los últimos días, su esencia seguía siendo la misma: una persona práctica, directa y honesta. Y también sabía que, si ambos sobrevivíamos a lo que venía, había esperanza para ellos dos.

Pasamos unos minutos más en silencio, observando las estrellas y dejando que el viento del desierto nos despejara la mente. Era un momento breve de paz antes de sumergirnos nuevamente en el caos que nos esperaba.

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Regresamos al campamento justo cuando Luca había encendido un pequeño fuego, lo suficientemente tenue como para no atraer atención no deseada, pero lo bastante cálido como para darnos algo de consuelo en la fría noche del desierto. Aurel estaba revisando de nuevo el mapa del Templo de las Sombras, trazando un camino que evitaría los peores peligros.

—Debemos estar atentos a las criaturas que protegen el templo —dijo Aurel, su voz baja pero firme—. No son mortales comunes, y tampoco simples guardianes. Son sombras vivientes, seres que existen entre los planos de la realidad y el inframundo.

—¿Cómo las enfrentamos? —preguntó Sofía, claramente preocupada.

Aurel alzó la vista, sus ojos encontrando los de Sofía con seriedad.

—No podremos matarlas de la forma convencional. Solo pueden ser detenidas temporalmente, y eso si usamos nuestras habilidades divinas al máximo. La luz de tus poderes podría ser clave, Sofía.

Sofía asintió, pero su expresión era tensa. Sabía que aún estaba lidiando con el control de sus poderes, y la presión de tener que usarlos en una batalla tan peligrosa no ayudaba.

—Confía en ti misma, Sofía —le dijo Ethos, su tono suave pero firme—. Eres más fuerte de lo que piensas.

Ella lo miró, y por un momento, vi cómo una chispa de confianza brillaba en sus ojos. Sabía que Ethos estaba tratando de apoyarla, no solo por su poder, sino también emocionalmente.

—Gracias, Ethos —respondió Sofía en un susurro.

La tensión seguía presente en el aire, pero ver cómo nos apoyábamos mutuamente me dio algo de esperanza. Éramos más que un equipo; éramos amigos, y ese vínculo podría ser lo que nos diera una ventaja sobre Tánatos y sus seguidores.

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Después de unas horas de descanso, finalmente nos pusimos en marcha nuevamente. A medida que nos acercábamos al lugar donde el Templo de las Sombras debía estar oculto, la atmósfera se volvía cada vez más inquietante. La luna brillaba débilmente sobre nuestras cabezas, y la sensación de ser observados se hizo cada vez más fuerte.

Finalmente, cuando llegamos a la entrada del templo, se hizo evidente por qué ese lugar había sido elegido por Tánatos. El Templo de las Sombras no era una construcción visible. Desde afuera, no era más que una grieta oscura en la roca, pero al acercarnos, una energía ominosa comenzó a rodearnos. Era como si el aire mismo vibrara con una fuerza antigua y maligna.

—Estamos aquí —dijo Aurel en voz baja—. Esto es el principio.

Nos miramos entre nosotros, sabiendo que, una vez que cruzáramos ese umbral, no habría vuelta atrás. El enfrentamiento final estaba cerca, y con él, el destino del ciclo de la vida y la muerte.

Respiré hondo y di el primer paso hacia la oscuridad. Las sombras nos rodeaban, pero no estábamos solos. Éramos un equipo, y estábamos listos para luchar.

La luna de sangre se avecinaba, y con ella, la batalla por el destino del mundo.

Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora