Coraline nos regaló una sonrisa.
-Bueno, será mejor que los deje para que puedan desempacar sus cosas y descansar un poco. Imagino que ha sido un viaje largo para ustedes.
Asentí.
-Bien, entonces los dejo para que se acomoden a gusto. Dentro de un rato estará lista la cena, así que nos vemos al rato.
Una vez que Coraline se fue, quité el brazo de Et de mi cuello y lo miré con curiosidad.
-"¿Estamos entre familia?" ¿Qué fue eso? -dije, parándome frente a él y cruzándome de brazos. Et levantó una ceja, disfrutando del momento.
-Es cierto, somos primos terceros. Pero, si tú quieres -dijo acercándose de forma coqueta-, podríamos ser algo más que primos.
Esto me hizo reír, y Ethos se unió a mis risas.
-Buena ocurrencia, pero dejemos los chistes de incesto para después -intenté controlar mi risa, pero no pude evitarlo.
-Vamos, Lía. El gran Zeus se casó con su hermana, lo cual significa que nosotros también podríamos tener algo -dijo de manera sensual-. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo miras mi trasero?
-Está bien, admito que tienes un buen trasero -dije cruzándome de brazos-, pero eso no cambia el hecho de que seamos familia. En mi opinión, el incesto no está bien. Además, también tengo un trasero firme, y sé que tú también lo miras.
Et levantó las manos en señal de rendición.
-De acuerdo, hagamos como si lo que acaba de suceder nunca hubiera pasado. De ahora en adelante, sólo nos trataremos como primos, sin ninguna relación más que el cariño familiar.
-Está bien -respondí con una sonrisa.
-Oye, cambiando de tema... ¡Reclamo la cama junto a la ventana! -Et comenzó a correr hacia ella.
-¡Eso fue injusto! ¡También la quiero!
Rápidamente, saqué mi arco en un movimiento ágil.
-¡Alto ahí! -grité apuntándole con una flecha-. Si te mueves, haré que te enamores de una ardilla.
Et se giró lentamente, levantando las manos en el aire. Sonreí satisfecha.
-Así me gusta -dije mientras caminaba hacia la cama y dejaba mis cosas en ella-. Me alegra que nos entendamos -le guiñé un ojo.
Et me miró con una expresión de molestia.
-Ganas esta vez, Lía -dijo con una sonrisa irónica, mientras se acercaba a la otra cama.
Después de un rato de desempacar y organizar nuestras cosas, finalmente habíamos terminado. Me dejé caer en la cama y, segundos después, Et hizo lo mismo.
Señaló mi brazalete.
-¿Puedo verlo?
-Claro -dije mientras se lo pasaba.
-¿Por qué no se transforma en un arco conmigo? -preguntó mientras hacía movimientos extraños con él.
-Es un regalo de Hefesto. Solo yo puedo usarlo.
-Genial.
Noté que su mirada se desviaba hacia mis flechas, que estaban colocadas en la cama.
-Puedes tomarlas, pero ten cuidado de no pincharte. Un solo pinchazo y te enamorarás locamente de la primera persona que tengas en frente -lo miré fijamente, tratando de parecer seria.
Ethos me miró incrédulo. Al ver su expresión preocupada, no pude contener la risa.
-No te preocupes, Et. Sé que no eres tan tonto como para pincharte con ellas.
Le pasé las flechas para que las tomara.
-Sabes, creo que será mejor que me mantenga alejado de ellas -Et sonrió nerviosamente.
-Eres un miedoso.
Et bufó y luego sonrió.
-Y tú eres una tonta.
-Será mejor que bajemos a cenar para dormir, tengo el presentimiento de que mañana será un día bastante interesante.
Apenas bajamos las escaleras noté que el intenso olor a comida recién hecha inundaba el lugar.
Realmente olía bien, y en todos los eones de mi existencia nunca había olido algo tan delicioso.
¿Qué es lo que huele tan bien? -preguntó Et.
-Eso, queridos míos, es su cena de bienvenida -Coraline salió sonriente del comedor -, espero que la disfruten tanto como yo disfruté haciéndola.
-No tengo duda -comenté mientras me sentaba en la mesa. -por cierto ¿Donde están los demás?
-Pues, Augusto tuvo una emergencia en la clínica, ya que es veterinario, y Matt aún se encuentra en sus prácticas. Así que solamente seremos nosotros cuatro.
---
Me encontraba en el Olimpo, pero ¿cuándo había llegado aquí?
Llevaba puesto un largo vestido azul, pero no recordaba haberme cambiado. Confundida, caminé por los pasillos que estaban extrañamente vacíos.
-¿Hola? -grité-. ¿Ethos, estás aquí? ¿Afrodita?
Silencio. No se escuchaba ni el más mínimo sonido. Todo estaba extrañamente silencioso.
-¿Padre?
Continué caminando hasta llegar al final del pasillo, donde se encontraba la sala principal. Sin dudarlo, me dirigí hacia allí.
Y como esperaba, no había nadie.
De repente, una especie de niebla negra comenzó a aparecer desde el pasillo por donde había venido.
¿Pero qué diablos...?
Retrocedí lentamente mientras la niebla se acercaba más.
-Corre -susurró una voz. Busqué de dónde provenía, pero no había nadie a la vista-. ¡Corre! -esta vez estaba más cerca.
Detrás de mí, de pie, había una sombra oscura. Traté de ver quién era, pero solo pude distinguir dos orbes brillantes: unos ojos azules eléctricos.
De la niebla emergió un gran lobo negro. Se acercó hacia mí, pero la sombra de ojos azules fue más rápida. Desenvainó su espada y comenzó a luchar contra aquel animal, que en cuestión de segundos se transformó en un hombre.
-¿Qué esperas, Axelia? ¡Te dije que corrieras! -Al escuchar mi nombre reaccioné e instintivamente obedecí. Comencé a correr.
Corrí hasta llegar a las afueras del Olimpo. Ya no tenía a dónde ir, si continuaba, solo caería al precipicio y aún no tenía mis alas.
No sabía qué hacer, la niebla negra se acercaba cada vez más mientras volvía a adoptar forma humana.
-Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? -canturreó, esa "cosa"-. El jefe estará contento de ver lo que encontré.
Comenzó a correr hacia mí, empujándonos hacia el precipicio.
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Desperté de golpe. ¿Había sido solo un sueño? Porque la mirada de ese chico era tan intensa que parecía real. Y esa niebla... ¿Qué era esa cosa?
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Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24
FantasyDISPONIBLE TODAS LAS PARTES HASTA EL 30/11/2024 POR PUBLICACIÓN EN UNA PLATAFORMA DE PAGO ¿Qué pasaría si fueras hija del Dios del Amor? Axelia, segunda hija de Eros y Psique, fue concebida en la casa de Afrodita, lo que la convirtió en una diosa de...