CP35: LEALTAD

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"La lealtad constituye el más sagrado bien del corazón humano." 

LUCIO ANNEO SÉNECA


Desperté de repente, jadeando en busca de aire. Los pulmones me ardían y mi cabeza latía con un dolor agudo. Mi visión estaba borrosa, pero pude notar que me llevaban a algún lugar.

-¡Llamen a Asclepio! -fue lo último que escuché antes de caer nuevamente en un sueño profundo, como si los brazos de Morfeo me envolvieran.

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-¿Qué le sucede? ¿Por qué se desmayó? -Sin duda, esa era la voz de mi padre. A pesar de sonar lejana, podía sentir la preocupación en su tono.

-Realmente no lo sé. Esto no es común durante la ceremonia celestial.

-¿Pero estará bien?

-Sus signos vitales son estables, podría despertar en cualquier momento.

El dolor en mi cabeza era insoportable, como si algo pesado me oprimiera el cráneo. Pero, de repente, un torrente de recuerdos invadió mi mente. Las imágenes de aquella horrible pesadilla llegaron de golpe, como un cubo de agua fría arrojado sobre mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y mis vellos se erizaron. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso todos moriríamos? Era como si estuviera atrapada en una locura de la que no había salida.

-Hey, Lía, ¿estás bien? -Esa voz...

-¿Apolo? ¿Qué ocurrió? ¿Qué haces aquí? -Intenté incorporarme, pero un agudo pinchazo atravesó mi cabeza, obligándome a quedarme quieta.

-No te levantes tan rápido -dijo, ayudándome a sentarme más lentamente-. Nadie sabe exactamente qué pasó, pero durante la ceremonia estuviste a punto de morir.

-¿Morir? Soy una diosa.

-Durante la ceremonia de purificación, te vuelves vulnerable. Existe una mínima posibilidad de que algo salga mal -explicó mientras tomaba mi mano con suavidad.

-Aún no me has respondido por qué estás aquí, Apolo -no quise sonar brusca, pero había algo en su presencia que me desconcertaba.

-Estaba aterrorizado por ti, Lía. Solo pensar en la posibilidad de que... -Su voz se quebró ligeramente, y luego dejó escapar un suspiro-. Pero no es solo por eso que estoy aquí. He venido a despedirme.

-¿Despedirte? ¿Te irás de nuevo? -mi voz sonó apenas un murmullo.

-Sí. La única razón por la que volví fue por ti, pero creo que me adelanté -trató de sonreír, aunque su intento de broma no hizo más que aumentar la melancolía del momento-. Tengo deberes en el templo de Helios. Con todo este caos que Tánatos ha causado, el trabajo se ha vuelto más pesado.

-Apolo, yo...

-No digas nada -me interrumpió-. Sé que no puedes corresponderme como quisiera en este momento, y lo entiendo. Sé que encontrar a tu alma gemela te ha cambiado, y si él te hace feliz, entonces también estaré feliz por ti -aunque sabía que esas palabras no eran del todo sinceras, aprecié su esfuerzo-. Al menos puedo consolarme con el hecho de que fui tu primer amor. Y como dicen, el primer amor nunca se olvida. Eso me deja algo de esperanza.

No pude evitar reír. -Eres un tonto, ¿lo sabías?

De repente, Apolo estaba mucho más cerca de mí, con esa expresión entre tristeza y añoranza.

-Es parte de mi encanto -murmuró.

Antes de que pudiera decir algo más, me besó. Fue un beso casto, suave, casi como un susurro del viento. Parecía que el tiempo se había detenido por un instante, pero tan pronto como comenzó, terminó.

-Nos veremos en mil años, querida Axelia -dijo, mientras su rostro mostraba una profunda tristeza.

Y como una ráfaga de escarcha dorada, se desvaneció frente a mí, llevándose un pedazo de mi corazón que siempre le había pertenecido. A pesar de los años, algunas lágrimas se agolparon en mis ojos, deseando escapar.

-Como siempre, Apolo, jugando con mis sentimientos -murmuré, más como un reproche hacia mí misma.

El sonido de la cortina abriéndose interrumpió mis pensamientos, revelando a mi padre, Eros, acompañado de Asclepio.

-Me alegra ver que has despertado, hija mía. ¿Cómo te sientes? -preguntó Eros con una mezcla de preocupación y alivio en su voz.

-Estoy bien, padre. Pero estaré mucho mejor cuando vea a mis amigos.

-No estoy seguro de que debas levantarte todavía -insistió.

-Padre, en serio, estoy bien.

Eros me observó con una mezcla de desaprobación y resignación.

-¿Hablaste con Apolo? -cambió de tema.

-Sí... Tuvimos una conversación, aunque no todo quedó resuelto. Pero eso será para otro momento. Lo que importa ahora es que debo ir a casa.

-Esta es tu casa -replicó Eros.

-Sabes a lo que me refiero. Hablo de la casa donde estoy con Coraline, Addy y Matt. Necesito ver a mi amiga... y a Athan.

Eros suspiró, rindiéndose ante mi insistencia.

-Deberías quedarte y descansar más.

-No puedo hacer eso. Debo proteger a mis amigos -me levanté de la cama, aún algo mareada, y me dirigí hacia la puerta en busca de Ethos y Luca.

Mientras salía, escuché a mi padre gritar desde atrás.

-¡Eres igual de testaruda que tu madre! ¡Nunca escuchas razones!

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-¿Estás segura de que quieres volver a la Tierra tan pronto? Apenas te has recuperado y podrías descansar un poco más -la voz de Ethos estaba llena de preocupación.

Caminábamos hacia el portal que nos llevaría de regreso al bosque, donde todo había comenzado.

-Agradezco que te preocupes, Ethos, pero estar aquí no nos ayudará. Nuestros amigos nos necesitan, y no podemos permitirnos quedarnos en el Olimpo mientras todo está sucediendo allá.

Ethos soltó un suspiro profundo. -Tienes razón, como siempre.

Junto a Aurel, cruzamos el portal. En un parpadeo, ya estábamos nuevamente en la Tierra, listos para enfrentar lo que vendría.

Corazones Del Olimpo: Hija de Cupido DISPONIBLE HASTA EL 30/11/24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora