Capítulo 36

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Acusada

En la hora de la cena  estuve acompañada del señor David, y Melisa que llegó minutos antes de que David sirviera la cena. Melisa había traído unos documentos a la señora Grisel pero no la encontró ya que Grisel había salido para una cena con su padre (el candidato a senador). Al parecer Grisel no avisó  a Melisa que no estaría en casa.

Más tarde David  tuvo que abandonar la cena porque tenía una videoconferencia con los accionistas del banco en donde trabaja como gerente. Eso fue lo que Melisa me explicó cuando yo tuve curiosidad acerca de lo que estaba haciendo David.

Melisa y yo fuimos las únicas en quedar comiendo los bollos de carne que David había comprado en una tienda  cercana.
Melisa devoró  todo en su plato y luego se despidió alegremente frotando su panza.

Brian nunca apareció para comer, y eso que David le dejó la comida destapada encima de la meza, me sentí mal por los bollos   así que fui a buscar en la cocina un plato que sirviera para tapar la comida de ese modo no estaría tan expuesta a cualquier bichito  que podría arruinar  la comida.

Algo que aprendí en el orfanato es que nunca hay que desperdiciar comida.

Después de terminar de lavar los cubiertos que utilicé y la de David y Melisa fui a cepillarme los dientes, terminado de hacer eso utilicé mi piyama con diseño de girasoles. Me metí debajo de mi calientita manta, mientras la suave brisa de la noche entró por la ventana. Giré varias veces en mi cama, el insomnio no me permitía dormir y eso que anhelaba hacerlo para  poder despertar en la ciudad de los sueños y  ver a Quilian.
Su mirada decepcionada no se borraba de mi mente. Quilian me estaba diciendo la verdad y yo desconfíe de él.

Después de tantos pensamientos quedé dormida hasta que...

—Despierta... Despierta…—Escuché a alguien decir, miré a ambos lados con la vista nublosa buscando de quién era esa voz, de apoco la figura de Grisel apareció al frente de la puerta.

—Eres tan perezosa, ¡levántate!—Dijo, me miraba mal.

—Señora Grisel, pero qué hace..—Fui interrumpida por un ladrido que hacía eco en algún lugar de la casa, me levanté de la cama inmediatamente frunciendo el ceño preocupada, y es que después de haber visto aquel lobo en la Ciudad de los Sueños, todo animal semejante a esa vestía me hace tener un miedo horrible. Comenzó con un simple dibujo de un perro que las niñas del orfanato hicieron en hora de clase luego fueron los ladridos de los  perros del vecindario;  tanto el dibujo como los ladridos me congelaron de miedo.

—Eso fue un pe-rro—Tartamudee al hablar con miedo.

—Y me lo preguntas a mí—Soltó unas risitas—. Cuando fuiste tú quien lo trajo.

La miré confusa mientras me empezó a temblar las manos y los labios.

—No entiendo por qué fui tan tonta al adoptarte, sabía que nada bueno me traerías—Dijo mientras se tomaba de la cabeza.

—¿Crees que yo lo traje?. No lo hice—Aseguré, el perro volvió a ladrar pero esta vez acompañado de un gruñir como del lobo. Con mis manos tapé mis oídos, y mi respiración se volvió irregular, sudaba frío y no pude sentir  mis piernas, fue cuestión de segundos que caí en el suelo y con ella todo quedó en la oscuridad.

Alexa & La Ciudad de los Sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora