LVI. Chiara

492 34 0
                                    

La boda de Sota y Lolo, era la primera a la que Chiara había acudido. Al menos la única que podría recordar por completo. Cuando era pequeña, su madre las arrastró a una de una prima lejana. Ella solo recordaba haber estado jugando con su hermano y un par de niños más entre unos pasillos de un hotel remoto; además de la pista de baile llena de gente gritando Paquito el Chocolatero.

Sin embargo, la del veterinario la recordaría. No solo porque fueran dos chicos celebrando su amor, su compromiso, con ojos vidriosos y mostrándoles a todos el amor que se tenían; sino también porque lo hizo al lado de Violeta.

De Violeta siendo su novia.

Violeta radiando tanta felicidad como ella. Mostrando aquella sonrisa que la había atraído como un imán desde el primer día, aplaudiendo con emoción, con lágrimas en los ojos mientras veía a Sota y Lolo besarse delante de todo el mundo. La rodeó con sus brazos, le dejó un largo beso en la mejilla... y ella se lo devolvió sin borrar la sonrisa.

Estaba rodeada de gente desconocida, con la que podía sentirse incómoda; pero estaba con Violeta, que siempre había conseguido calmarla, que la escuchaba y la comprendía mejor que ninguna de sus otras novias. Con ella, desde el principio, había sido diferente.

Habían pasado ya dos horas desde que los novios habían dado el sí quiero bajo un umbral de flores, siguiendo un camino de sillas perfectamente colocadas, frente a al menos 150 personas. Tras eso, todo el mundo había regresado a sus mesas, para dar buena degustación del menú de la tarde. Una merienda demasiado cara para Chiara, que no se quejó y aprovechó para comer todo lo que pudo. Eso sí, el estómago le pesaba bastante y había bebido el vino más caro que había probado nunca.

—Pues al que hayan contratado para decorar esto... se ha lucido bastante. Teniendo un sitio tan bonito, tan amplio... El espacio está bastante desaprovechado. Yo habría colocado las mesas más cerca de la carpa donde toca la orquesta. Y la pista de baile...

Ah, también se había pasado toda la tarde oyendo a Esther quejarse por absolutamente todo lo que la rodeaba. Además de bombardearlas a ambas a preguntas sobre su relación. Chiara era demasiado educada para mandarla a callar, pero también primaba el hecho de que no quería montar un numerito en mitad de una boda rodeada de gente a la que nunca más vería.

—Lamentablemente tú solo eres la recepcionista de una clínica veterinaria, Esther.

—Y eso no me impide poder opinar, ¿no?

—No, pero...

—Mira, si Chiara y tú os casáis, llámame. Te monto un convite que no se os olvida en la vida.

Chiara, no había abierto apenas la boca, más que para contestar a algo o solo por charlar con Violeta. Sus labios únicamente se movieron para abrir la boca y saborear el pedazo de una empanada exquisita. Violeta ya se encargaba de contestar a Esther. O su propio novio, sentado a su lado, que parecía afectado por el día tan caluroso, bajo el traje negro que llevaba. Hasta que Esther soltó aquel comentario, que provocó que el vino que estaba bebiendo se le fuera para otro lado.

—Ay, debe de haber sido mi culpa. Respira, Chiara... —Su novio impidió que se levantase para tratar de socorrerla.

—¿Estás bien?

—Sí. —Balbuceó. Todavía le picaba un poco la garganta.

—Otra cosa que me llevo preguntando dos horas, con la de dinero que tiene, ¿cómo no amplia la plantilla de la clínica?

—Los que tienen pasta son sus padres—comentó Fátima, que tampoco había hablado demasiado.

—Por lo pronto ha contratado a Carlota, eso es que le va bien. Además, que sus padres le ayudasen no implica que a ti vaya a irte mejor.

Until I see you againDonde viven las historias. Descúbrelo ahora