En los días en que el mundo aún conservaba un delicado equilibrio y las naciones no se miraban con rencor, Noam Chomsky lanzó una advertencia sobre el futuro que parecía imposible de ignorar. En sus palabras, la humanidad enfrentaba tres crisis de proporciones inigualables, amenazas que harían palidecer las tensiones de la Guerra Fría, aunque la mayoría parecía ignorarlas por completo. Él las definió como “la crisis moral de deshumanización”, un deterioro de la ética que distorsionaba la empatía humana hasta volverla prácticamente irreconocible. La indiferencia ante el dolor ajeno, el desprecio por los derechos de los demás y la tolerancia hacia la injusticia se expandían como una sombra, y Chomsky advertía que ese fenómeno podría desmoronar los valores más esenciales de la humanidad.
En cuanto a la segunda crisis, Chomsky señaló hacia la Comisión Nacional del Cambio Climático en Estados Unidos, que había anticipado el ascenso del nivel del mar hasta dos metros antes de que el siglo terminara. La inminente devastación ambiental no era sólo un riesgo hipotético; los expertos advertían que ciudades enteras quedarían sumergidas bajo el agua si no se tomaban medidas drásticas. La crisis ambiental se cernía como una ola gigante en el horizonte, y, sin embargo, la urgencia por detenerla no parecía conmover a quienes tenían el poder de hacerlo. En la actualidad, los restos de Nueva York y de cientos de otras ciudades importantes descansaban bajo el agua, testigos silenciosos de la negligencia humana.
La tercera amenaza de la que habló Chomsky era una pandemia global, una catástrofe sanitaria que él consideraba inevitable. Explicó que la humanidad se encontraba en el umbral de calamidades naturales y sociales que se alimentaban entre sí, y que la posibilidad de que una enfermedad letal se expandiera sin control era mucho más real de lo que muchos querían aceptar. No obstante, como en las otras crisis, sus advertencias se perdieron entre los oídos sordos y la confianza infundada en un futuro seguro.
Lo más desolador de sus predicciones es que, aunque cada una de ellas se hizo realidad, nadie alzó la voz, nadie frenó el avance. La humanidad dejó que el mundo se derrumbara ante sus propios ojos, y sólo quedaba el recuerdo de lo que Chomsky trató de advertir.
— ¿Qué piensas tanto? — Preguntó Jungkook, mientras sus manos firmes sostenían el volante de su auto, que avanzaba entre las carreteras desérticas. A esas horas, la mayoría prefería refugiarse en sus hogares, especialmente los ricos. Salir a esas horas en zonas así podía ser una invitación al peligro; los riesgos eran reales, y los rumores sobre asaltos y asesinatos de alto perfil pesaban sobre cada movimiento de los más adinerados. Además, siempre existía el temor de cruzarse con alguien de “afuera”, alguien que, habiendo pasado el muro, podría ser portador de uno de esos virus incurables. La paranoia era palpable.
Jimin se mordió el labio, desviando la mirada hacia el cristal de su ventana antes de soltar un suspiro contenido. Su mente divagaba en pensamientos complejos, preguntas que tal vez no debería hacer, pero que sentía necesarias en ese momento.
— ¿Por qué estás casado si no quieres a tu esposa?
Jungkook soltó una risa burlona, inclinando levemente la cabeza hacia él sin dejar de prestar atención al camino.
— ¿Por qué respiras si no quieres vivir? — Replicó con tono sarcástico. Luego de un breve silencio, añadió —: La verdad, soy homosexual, así que tu Dios debe odiarme, ¿no?
— No es cierto. — Contestó Jimin, sintiéndose un poco avergonzado, pero tratando de mantener la compostura —. Dios ama a todo el mundo. La Biblia no habla por él.
Jungkook lo miró de reojo, una sonrisa escéptica estirándose en sus labios.
— ¿Entonces qué? ¿Se tomaron un café y te lo dijo?

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HECATOMBE 神 KOOKMIN
ФанфикLa religión tiene por padre a la miseria y por madre a la imaginación. ✨ Fanfic, distopía. ✨ Temas para gente madura. ✨ No acepto copias ni adaptaciones de ninguna de mis historias.