25.

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Jungkook y Dujin intercambiaron una mirada breve, pero suficiente para entender que seguir viajando en el vehículo sería un error. Sin más demora, se pusieron a trabajar, sacando mantas, cajas de comida y cualquier otra cosa útil que pudieran necesitar para emprender el camino a pie. La noche estaba demasiado callada; no se escuchaba el murmullo de criaturas nocturnas, ni siquiera una ligera brisa que revolviera sus cabellos. Esa quietud absoluta parecía pesada, como si en cualquier momento algo inmenso y amenazante fuera a surgir de entre los árboles.

Mientras tanto, Jimin sostenía la katana de Jungkook entre sus manos, examinándola con minuciosa atención. Su vista recorría cada centímetro del filo, apreciando el reflejo oscuro que la luz escasa producía sobre el acero. A su alrededor, los jóvenes líderes organizaban sus pertenencias, intentando distribuir el peso de manera que fuera fácil de cargar sin requerir demasiada fuerza. Entre ellos, Edmond seguía acurrucado en el interior del vehículo, inmerso en sus pensamientos, abrumado por la extraña situación en la que se encontraban.

Dujin, consciente de su vulnerabilidad al frío, le había dejado una manta y le prestó su chaqueta, que no sólo le ofrecía calor, sino que también llevaba el aroma inconfundible de su guardaespaldas. Ese perfume a chocolate y especias le brindaba una extraña sensación de hogar y seguridad en medio de la incertidumbre.

— ¿Qué pasa con esa cara? — Inquirió Jungkook, observando a Jimin mientras seguían guardando sus cosas, rompiendo el silencio en un intento de aliviar la tensión en el ambiente.

Algo de sangre había ensuciado el rostro de Jimin, dejando una marca rojiza bajo su ojo que resaltaba en su piel. A pesar de su apariencia angelical, que hasta hace poco transmitía una suavidad casi infantil, ahora comenzaba a emanar algo distinto, algo indómito. La inocencia que solía rodearlo se desmoronaba poco a poco, erosionada por la influencia de Jungkook. En un mundo que se desmoronaba a cada paso, adaptarse rápido no era una opción; era una necesidad.

— Me gustaría poder aprender a usar una katana. — Dijo de repente, con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes, mientras sostenía la espada con ambas manos. Aún torpe en los movimientos, la empuñaba como si su vida dependiera de ello, y sus gestos, aunque rígidos, mostraban la determinación de quien estaba dispuesto a aprender.

Jungkook lo observó con atención, sus ojos calculadores evaluando cada movimiento.

— Te enseñaré. — Respondió, acercándose —. Pero sería mejor que encontraras tu propia arma. Estaría más tranquilo si llevas algo contigo.

Jimin parpadeó, pensativo, y con una ligera mueca admitió:

— Puedo usar la pistola.

Recordó, sin poder evitar que un leve escalofrío le recorriera, las veces que había apretado el gatillo, asesinando por Jungkook en dos ocasiones. Y cada una de ellas, con un arma diferente. La katana era un deseo, pero la pistola… la pistola era realidad.

— Pero no me parece tan segura. — Concluyó.

Jungkook asintió, entendiendo su aprehensión.

— ¿Lo dices por el ruido? — Murmuró, calculando alternativas. Luego asintió, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos —. Tienes razón. Pero esta pistola tiene silenciador. Lo que escuchas no es ni la cuarta parte del estruendo real que debería hacer.

Dujin observaba a la pareja, un poco apartado, sintiéndose un tanto extraño en su posición. Ver a Jungkook en un intercambio tan genuino, tan abierto con otro ser humano, le resultaba insólito.

En todo el tiempo que lo había conocido, jamás había presenciado un momento en el que Jungkook mostrara una faceta así, ni siquiera con él mismo, a pesar de compartir el mismo rango militar. Jungkook nunca se permitía ser juguetón, y mucho menos comprensivo. Sin embargo, ahí estaba, conversando con Jimin, el muchacho al que había buscado durante años, sólo para agradecerle por un plato de comida que le dio en su infancia. Era evidente el inmenso respeto que sentía por él, el aprecio sincero que había crecido desde aquellos días cuando Jimin era apenas un adolescente.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora