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El día dentro de aquella pequeña tienda de regalos se hizo interminable. La monotonía se rompía sólo por los intentos constantes de Dongyul de molestar a Dujin, quien, visiblemente irritado, intentaba ignorar sus bromas. Si no hubiese sido por la aparición de las valquirias, ni siquiera habría considerado acercarse a la tienda de su hermano. La idea de perder el tiempo allí le resultaba insoportable, pero había algo que lo mantenía en el lugar.

— ¡Estoy harto de esperar! — Exclamó, levantándose bruscamente de la silla en la que se encontraba sentado. Las vendas en su mano, que aún no habían cicatrizado del incidente temprano, se tiñeron de rojo por la sangre derramada —. Me largo, mejor nos vemos en el hotel, como originalmente planeamos.

Con su gesto decidido, comenzó a moverse hacia la puerta, pero al hacerlo, sus acompañantes, preocupados por su estado, se acercaron a él. Nadie esperaba que tomara una decisión tan precipitada. Jungkook, sin embargo, conocía lo suficiente como para entender que solo el enojo podría haberlo llevado a actuar de esa manera.

Dongyul, al notar la tensión, agarró las llaves de la tienda, listo para seguirlos y cerrar la puerta. Ya no tenía intenciones de quedarse allí mucho más tiempo. Sin embargo, al ver a Dujin nuevamente a su alcance, no podía dejar que se escapara tan fácilmente. Aunque a menudo era juguetón y algo insistente en su actitud, la cercanía de su hermano le provocaba una alegría genuina que lo mantenía cerca, dispuesto a hacer todo lo necesario para no perder esa oportunidad.

Jimin caminaba tranquilo hacia la salida, tomado del brazo de Jungkook, mientras conversaban sobre cosas sin importancia. Fue Dujin quien, al fin, salió primero de la tienda. La campanita sobre la puerta emitió su característica melodía.

Al cruzar el umbral, una suave brisa nocturna lo recibió, fresca y calmante, pero no tuvo tiempo de disfrutarla. Un susurro de aire precedió al impacto de una bala que, en un abrir y cerrar de ojos, rozó su brazo y se estrelló contra un escaparate cercano. El vidrio se hizo añicos, liberando una lluvia de cristales que estalló en mil pedazos. La bala se desvió dentro de la tienda, pero nadie más resultó herido. El grupo, en un acto instintivo, se lanzó al suelo, cubriéndose la cabeza con las manos, mientras el miedo comenzaba a apoderarse de ellos.

Todos menos Dujin, quien ya no podía más con la rabia. En lugar de ceder al pánico, su reacción fue inmediata y feroz.

— ¡¿Por qué todos me disparan a mí?! — Gritó, la ira surcando su voz mientras sacaba, con una rapidez sorprendente, el arma que llevaba oculta en la parte trasera de su pantalón.

Aunque el disparo lo había tomado por sorpresa, Dujin no tardó en reaccionar. La oscuridad lo rodeaba, y no podía ver al atacante, quien, por la situación, parecía haberse escondido en algún rincón como un cobarde. Sin embargo, su mente comenzó a trabajar a toda velocidad, reconstruyendo la escena en segundos. Calculó la trayectoria de la bala, trazando mentalmente una línea invisible que lo llevó a identificar, en apenas cinco segundos, la ubicación de su atacante. Con una precisión fría, levantó su brazo herido, sosteniendo el arma con firmeza, y apuntó sin vacilar al lugar donde intuía que se encontraba el enemigo.

— ¡Ve a dormir con Jesucristo! — Gritó Dujin antes de apretar el gatillo. El disparo resonó en la quietud de la noche, limpio y fuerte, y fue seguido por un grito espantoso que hizo eco a lo largo de la estación, desgarrando el silencio y llenando el aire de tensión.

— ¿Cuán problemático puedes llegar a ser? Has matado a una valquiria, debiste pensarlo un poquito más. — Murmuró Jungkook, acercándose a Dujin mientras ambos salían de la tienda, observando la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

A esa hora, la estación estaba desierta, pero en un instante, todas las luces se encendieron, iluminando la escena con una claridad que no dejaba espacio para dudas. La valquiria, tendida sobre el suelo, yacía muerta, una herida limpia atravesando su cráneo en un ángulo tan preciso que parecía obra de un francotirador. El impacto había sido mortal, y la ejecución, impecable. Dujin había actuado con frialdad, calculando cada movimiento con una precisión brutal.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora