13.

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Jungkook siempre había tenido un control absoluto sobre sus acciones, pero esta vez las dudas lo asaltaban. La puerta vibraba bajo los golpes constantes, retumbando en cada rincón de la sala diminuta, y su mente, normalmente rápida y fría, estaba desbordada. Las ideas no fluían como deberían, y el peso de la responsabilidad por el bienestar de Jimin lo hacía más consciente de cada segundo que pasaba.

Se movió con velocidad y precisión, dando vueltas por la habitación y lanzando fichas en la máquina minimalista, liberando cuantos recursos podía. Su respiración era constante, y Jimin, observándolo, no podía evitar preguntarse qué tan grande tendría que ser la amenaza para poner verdaderamente nervioso a alguien como Jungkook.

— Tu gorro. — La voz de Jungkook, baja y firme, tenía un efecto inmediato en Jimin, quien sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esa orden. La mano de Jungkook se extendió en espera, mientras las cajas de alimento empezaban a salir de la máquina.

Jimin aún llevaba su gorro caricaturesco, y aunque no entendía del todo por qué era necesario quitárselo, se lo sacó de inmediato, percibiendo la seriedad en los ojos de Jungkook. No tenía un plan exacto, pero estaba seguro de algo: no iba a quedarse quieto mientras la amenaza al otro lado de la puerta se hacía más inminente.

Sin dudarlo, se colocó la chaqueta de Jungkook, dejando la cinta roja en su sitio como un símbolo de resistencia, y comenzó a actuar. Sin depender de la tecnología, recordó los métodos rudimentarios de su lado del muro; tomó los extintores y los colocó estratégicamente para bloquear la entrada. Estaba decidido a construir una barrera, una defensa improvisada que les daría unos preciosos minutos extra. Mientras trabajaba, sabía que cada segundo que ganaban era una oportunidad más para recolectar provisiones, para prepararse y para, al menos, tener una posibilidad de enfrentar lo que venía.

Jungkook colocaba las cajas en el gorro como si se tratara de una improvisada bolsa de compras, mientras observaba divertido los intentos de Jimin por cerrar la puerta. Jimin, con su delgado físico y su porte más bajo de lo habitual, siempre le había parecido un pequeño valiente. La primera impresión nunca era suficiente para revelar su verdadero temple. A pesar de su complexión, Jimin tenía una fortaleza mucho más profunda que cualquier tipo robusto con el que Jungkook se hubiese cruzado, incluyendo a esos amantes ocasionales que apenas lograban resistir un par de minutos en la cama.

Desprenderse de cada una de esas aventuras sin sentido le había dejado con una extraña satisfacción. Había algo mucho más real en sostener la mano de Jimin, algo intenso y desconocido, un sentimiento que apenas podía identificar, pero que, de algún modo, le hacía sentir en paz. Esa sensación, tan vibrante y adictiva, parecía demasiado buena para ser cierta, casi como si estuviera violando alguna ley universal por disfrutarla.

— Puedo guardar algunas gaseosas en los bolsillos de mi chaqueta… — Comentó Jimin, pero enseguida sacudió la cabeza y corrigió, con una sonrisa tímida —. Su chaqueta, señor.

— Nuestra chaqueta. — Respondió Jungkook con una media sonrisa, tomando un par de latas y acomodándolas en los bolsillos que tenían más espacio, mientras que los más pequeños los llenaban con dulces que algún trabajador había dejado sobre una mesita color azul bebé. Ambos sabían que no podían confiar en la suerte; cada oportunidad de conseguir comida debía aprovecharse. El mundo estaba en declive y ellos no podían darse el lujo de derrumbarse también.

Con cada bolsillo lleno, se movieron rápido hacia una ventanilla por donde debían escapar. Jimin avanzó primero, tratando de mantener la calma, aunque la inquietud lo invadía. La idea de escalar y pasar por el pequeño marco le parecía más un salto al vacío que una salida sencilla. Su mente empezaba a calcular todas las formas en las que podría fallar, imaginando quedarse atrapado y a merced de quien golpeaba la puerta.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora