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Los días en el hospital se sucedían con una monotonía desgastante. Jimin se sentaba solo a almorzar, con el ruido del tenedor contra el plato como su única compañía. Los guardias de seguridad lo observaban de reojo, sus miradas implacables recordándole que, aunque el lugar estuviera lleno de enfermos, él era diferente, relegado a una sección especial, como si su pobreza lo marcara como un paria. La estigmatización era palpable; estaba rodeado de aquellos a quienes la sociedad había olvidado, incluidos individuos con esquizofrenia. La distancia entre él y los demás pacientes era tanto física como emocional, creando un abismo que lo aislaba aún más.

Cada día, junto a él, se sentaba un chico llamado Terje Schau. Era innegablemente atractivo, recordándole a Jungkook, aunque la amabilidad de Terje brillaba con un fulgor que lo diferenciaba. A pesar de sus propios problemas mentales, siempre se mostraba disponible para ayudar a Jimin a despejar cualquier duda, con una paciencia que Jimin encontraba reconfortante.

Terje era un rayo de luz en medio de la oscuridad del lugar, y su bondad hacía que Jimin albergara una pequeña chispa de esperanza. Pensaba en cómo, a pesar de lo deteriorada que estaba la sociedad, aún existían personas que se preocupaban genuinamente por los demás.

A veces, Jimin se encontraba observando a Terje más de lo que consideraba apropiado. La culpa lo envolvía como una sombra, especialmente en las noches, cuando la quietud se volvía abrumadora. En esos momentos, miraba al techo y le pedía a Dios que le perdonara por tener pensamientos inapropiados hacia los hombres. La lucha entre lo que deseaba y lo que la sociedad dictaba lo atormentaba, pero la calidez de la presencia de Terje era un alivio, un remanso en su tormento interno.

— Te ves deprimido. ¿Qué ocurre? — Preguntó Terje una noche, rompiendo el silencio que sólo era interrumpido por el sonido de la televisión, que emitía estática en el fondo.

— Soy responsable de que el mandamás perdiera todos sus libros. Siento que debo hacer algo al respecto, pero no sé por dónde empezar. No me gusta defraudar a las personas, sin importar si él es malo. Su rostro, por primera vez, se veía tan vulnerable, tan parecido al de un niño, que me dio pena. — Jimin explicó mientras jugueteaba con su comida, un plato que, irónicamente, era mucho mejor que lo que solía comer en el lado menesteroso del muro.

— Aquí hay libros, ¿sabes? El idiota que hace guardia tiene cierta debilidad por los jóvenes bonitos y creyentes como tú. Si le pides un libro, estará encantado de dártelo, pero siempre querrá algo a cambio.

— ¿Algo como qué? — Preguntó Jimin, frunciendo el ceño, curioso y algo inquieto.

— Supongo que una felación o quién sabe. Contigo, se conformaría hasta con un beso en la mejilla. Eres lo más lindo que ha pisado estas instalaciones, y no bromeo.

No había nada romántico en lo que Terje decía; la realidad era que la belleza de Jimin era un hecho indiscutible. Las personas se quedaban mirándolo, atrapadas por su apariencia, durante largos minutos, y él no sabía cómo deshacerse de esa atención indeseada. En esos momentos, Jimin anhelaba estar en su lado del muro, lejos de los romances prohibidos y del ambiente lujoso que lo rodeaba. Su mente divagaba entre pensamientos oscuros, imaginando su vida anterior, llena de simplicidad y sin las complicaciones que ahora lo ataban.

— ¿Dónde escondería un libro? Aquí hay cámaras por todos lados.

Jimin observó el entorno, sintiendo el peso de cada cámara invisible. La paranoia se mezclaba con el remordimiento, y aunque aún no había hecho nada, se sentía atrapado. Era consciente de que, si intentaba robar, probablemente terminaría en problemas graves. La idea de ser descubierto y castigado por algo tan pequeño le erizaba la piel, casi como si el acto mismo fuera una condena anticipada.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora