HECATOMBE 神 KOOKMIN

30.

Edmond nunca había sentido la necesidad de rogar por la atención de Dujin. Siempre había dado por sentado que su presencia era indispensable para él, convencido de que su deber era estar siempre a su lado. Sin embargo, la escena que se desarrollaba frente a él era completamente inesperada.

¿De verdad Dujin iba a volverse hacia un chico desconocido, un joven excéntrico que acababa de conocer, en lugar de prestarle atención a él? El temor comenzó a invadirlo. ¿Era posible que lo dejara de lado con tanta facilidad, como si nada hubiera sucedido entre ellos? Recordaba perfectamente cómo sus padres, en un intento por asegurar su lealtad, habían pagado para que él fuera su guardaespaldas eterno. Lo que estaba presenciando no sólo le parecía una traición, sino que violaba todo principio ético que había aprendido. ¿Cómo era posible que alguien olvidara un compromiso tan profundo con tanta ligereza?

— ¿Crees que Edmond vaya a hacer una escena de celos? — Susurró Jimin al oído de Jungkook, con una sonrisa apenas perceptible. Ambos se acercaron al burgués, conscientes de que el UTW estaba a punto de partir.

En ese preciso momento, una voz suave emergió desde algún lugar que nadie podía identificar. No se veía el parlante, pero sonaba tan clara y cercana que parecía provenir directamente de sus espaldas:

— Favor de permanecer en el UTW, estamos a segundos de partir.

Jungkook se acomodó en la silla, buscando la postura perfecta para dormir, pero no antes de inclinarse hacia Jimin y besarlo suavemente en los labios. La calidez del gesto contrastaba con su agotamiento, un cansancio que lo invadía a pesar de haber descansado en la cabaña de Antatris.

La jornada había sido extenuante, liderando al grupo con determinación para llevarlos a un lugar seguro. Siempre fue un líder nato, alguien en quien los demás podían confiar ciegamente, pero él sabía que sólo podía entregarse completamente a Jimin. A su lado, encontraba la calma necesaria para liberar el peso de su mente y cuerpo. No existía un lugar más adecuado para descansar que en los brazos de su primer amor, Park Jimin.

— Edmond, no hagas un escándalo, Dujin no te cambió por otro. — Murmuró Jungkook, ya con los ojos cerrados, dejándose arrastrar por el cansancio. Su chaqueta, más grande de lo necesario, lo envolvía mientras Jimin se había puesto ropa más abrigada. La manga de la chaqueta había cedido un poco, y Jungkook sabía que Jimin ya tenía en mente arreglarla, buscando hilo y aguja, siempre con cuidado de que no estuvieran contaminados por el contacto con la piel de Dujin.

El silencio que siguió fue breve, interrumpido sólo por el suave vaivén que comenzó a sentir bajo él. Un movimiento apenas perceptible, como un susurro, que pronto fue acompañado por la emoción de Jimin, quien se dio cuenta de que el UTW estaba a punto de hundirse lentamente en el agua, deslizándose como un pez en el mar. Sin embargo, Edmond no compartía la misma emoción. Su rostro estaba marcado por la frustración. Dujin seguía sin aparecer, y para él, los viajes en el UTW ya no representaban nada, pues había viajado en medios de transporte mucho más lujosos y, por supuesto, más rápidos.

Jimin se apoyó contra la ventana, observando con atención el proceso del UTW. Vio cómo se sumergía lentamente en el abismo del océano, pero sin perder nunca su proximidad a la superficie. Era como estar dentro de un submarino de lujo, rodeado por la sensación de estar a punto de descubrir un nuevo mundo. Si cerraba los ojos y dejaba volar su imaginación, podía casi sentirse como un pez deslizándose entre las corrientes. Los rayos del sol penetraban el agua con delicadeza, iluminando las algas marinas que se balanceaban suavemente, formando lo que en tierra firme serían árboles gigantescos. Sin embargo, una pena silenciosa lo invadió al pensar en los arrecifes de corales, ahora desaparecidos, destruidos por el aumento de la temperatura en el mar.

Para su sorpresa, su vista no estaba distorsionada como habría imaginado. A través de las ventanas del UTW, el panorama del océano se desplegaba con una claridad asombrosa, casi como si estuviera viajando en un avión que surcaba las nubes. Aunque no pudo distinguir a las criaturas marinas que pudieran habitar las profundidades, la sensación de estar navegando bajo el agua, respirando con facilidad, lo cautivaba por completo.