Jungkook, en una de sus habituales búsquedas por entender las oscuras páginas de la historia humana, se encontró con el Malleus Maleficarum. Su curiosidad lo llevó a leerlo, consciente de que durante la Inquisición, ese texto era utilizado como un manual para identificar, torturar e interrogar a todas aquellas mujeres acusadas de brujería.
El autor, Heinrich Kramer, se encargó de plasmar en sus páginas una serie de relatos y teorías, una de las más prominentes siendo la idea de que todas las “brujas” mantenían relaciones sexuales con el diablo. Aquella acusación, no sólo absurda, sino cruel, formaba la base de una serie de condenas y sufrimientos injustificados.
Las mujeres condenadas como brujas eran sometidas a terribles torturas antes de su ejecución. El objetivo era extraerles confesiones, muchas veces falsas, que las señalaban como culpables de crímenes tan absurdos como ser curanderas, parteras, o incluso simplemente por ser consideradas “demasiado atractivas” o tener una vida sexual activa.
Una de las historias más espantosas de esa época era la de Angéle de la Barthe, la primera mujer ejecutada en público bajo la acusación de brujería. Su confesión, en la que admitía haber tenido relaciones con Satanás, marcó el inicio de una oleada de mujeres que, antes de ser quemadas o torturadas, afirmaban haber conocido al demonio en la intimidad. Incluso afirmaban que esa experiencia era incomparable a cualquier otro encuentro sexual.
Pappenheimer, una mujer de 59 años, madre de tres hijos, fue otra de las víctimas de aquella locura. Sus palabras al describir el acto con Satanás fueron de las más espantosas y surrealistas que quedaron registradas: “Tan frío como un pedazo de hielo”. Tras ser arrastrada desde su celda hasta la plaza del ayuntamiento, la multitud esperaba ansiosa para ver cómo sería ejecutada. La tortura a la que fue sometida fue una de las más sangrientas de toda la Inquisición. Le arrancaron los senos, su piel fue despojada a tiras y, finalmente, su cuerpo fue quemado frente a la gente. El horror de su ejecución quedó grabado en la memoria de todos como un ejemplo del sufrimiento de aquellas mujeres.
En tiempos como esos, la ignorancia de la sociedad alcanzaba niveles insostenibles. Era difícil imaginar que algo tan macabro pudiera haber ocurrido en una era supuestamente iluminada por la razón. La muerte sin sentido, la tortura y la brutalidad eran moneda corriente, pero parecía que el mundo ya no creía en esas leyendas. Nadie ya adoraba a un dios que pudiera justificar tales atrocidades, y mucho menos a un diablo que usara a las mujeres como simples peones en su juego.
El cadáver de una mujer, colgado en la entrada de la iglesia, era más una curiosidad macabra que un signo de alguna amenaza. Algunas aves carroñeras se encargaban de devorar sus órganos, mientras otros saqueaban sus ojos, el cuero cabelludo y los dedos.
Jimin se aferraba al cuerpo de Jungkook, temblando de miedo. El sonido de su voz, suave y reconfortante, le ofreció consuelo: “Nada te ocurrirá mientras te aferres a mí”. Pero, aunque los cadáveres pudieran parecer aterradores, Jimin sabía que no eran los muertos lo que debían temer. Los verdaderos culpables de aquellas masacres seguían vivos, escondidos, aguardando como sombras tras la explosión que había arrasado la ciudad. Los campesinos que se habían levantado contra la burguesía, aquellos que lucharon por su independencia, habían terminado perdiendo la cordura, y pocos de ellos encontraron algo que se pareciera a la paz. El mundo, parecía, ya no tenía un punto medio: estaba dividido en dos realidades, dos mundos, sin posibilidad de reconciliación.
Con la cabeza inclinada, Jimin caminó detrás de Jungkook al interior de la iglesia. El sonido de sus pasos retumbando en las paredes desconchadas, pero Jungkook se detuvo frente a los cuerpos con una calma inquietante, observándolos con detenimiento. Parecía buscar algo entre los cadáveres, como si desentrañar la manera en que las habían matado pudiera darle alguna respuesta que sólo él comprendería. Jimin lo miraba desde un costado, sabiendo que lo que veía era sólo un medio para otro fin, porque, al final, esos cuerpos servían más como escudo que como pistas. Nadie ajeno a la iglesia se atrevería a entrar por el simple miedo a encontrarse con el asesino. Sin embargo, Jungkook no temía a esas cosas. Ni siquiera a la muerte, en ocasiones.
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HECATOMBE 神 KOOKMIN
FanfictionLa religión tiene por padre a la miseria y por madre a la imaginación. ✨ Fanfic, distopía. ✨ Temas para gente madura. ✨ No acepto copias ni adaptaciones de ninguna de mis historias.