17.

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Jimin nunca imaginó que pasaría tanto tiempo dentro de un vehículo de lujo, mucho menos en uno donde la sangre lo cubría todo. El olor metálico llenaba el aire, penetrante y pesado. Jungkook, con una frialdad que no dejaba espacio para el asombro, levantó el cadáver de su padre sin ningún respeto y lo arrojó al costado de la calle. El hombre, cuyo rostro aún mantenía una expresión impasible, tenía una herida de bala abierta en el cráneo. Jimin no podía evitar pensar que, tal vez, ni siquiera se había dado cuenta de que había muerto.

El auto, sin embargo, parecía imparable. Aquella máquina blindada había resistido sin inmutarse los granizos más violentos, dejando claro que no era cualquier vehículo. Era increíble que alguien como el padre de Jungkook hubiese sucumbido a la violencia de una simple bala.

Jungkook, como si nada hubiera sucedido, comenzó a limpiar la ventana con la camisa de su padre, usando la tela para borrar la sangre que cubría el cristal. No tenía otra cosa a mano, pero en el fondo, Jimin sabía que si hubiera tenido algo más, no dudaría en profanar aún más el cuerpo de su progenitor. Había algo en esa actitud despectiva que no hacía, sino avivar la furia latente en el interior de Jungkook.

— ¿Qué piensas? — Preguntó Jungkook, su tono tan vacío como la mirada que le lanzó mientras limpiaba. La violencia contenida en su cuerpo estaba a punto de estallar, y Jimin lo sabía.

El deseo de Jungkook era palpable, el anhelo de desquitarse. Quería escupirle al cadáver de su padre, patearle el cráneo hasta desfigurarle la cara, golpearlo con cada parte de su cuerpo. Incluso deseaba quemarlo, reducirlo a cenizas en la misma iglesia macabra que habían visitado antes. Todo eso lo sentía Jungkook, pero lo que más lo consumía era la necesidad de hacerle pagar al hombre por lo que había hecho.

— Es raro, señor. La bala atravesó la ventana, pero los granizos no…

Jungkook lo interrumpió con su voz rasposa y cargada de desdén.

— Jimin, las balas evolucionaron, el armamento cambió, pero la gente… las personas sinceramente se fueron a la mierda.

El vehículo, aunque irreparable en su totalidad, al menos podría ofrecer algo más de comodidad en su interior. Jimin, con su cuerpo acurrucado y sus piernas abrazadas, se resguardaba del frío bajo la chaqueta de Jungkook. La prenda, claramente demasiado grande para él, le colgaba de los hombros, pero de alguna manera le confería un aire casi adorable. Jungkook no podía evitar sentir un ligero orgullo al verlo así, aunque ese sentimiento de posesividad lo incomodara.

La camisa de Jungkook, ahora empapada en sangre, se convirtió en un trapo destrozado, abandonada junto al cuerpo inerte de su padre. No podía mirar mucho más, así que la dejó caer al suelo, quitándose el peso de encima. Subió al vehículo y se acomodó en el asiento del piloto. Sabía exactamente adónde iría: una tienda de abarrotes que podría ofrecerles algo útil para lo que estaba por venir. El motor rugió, mientras Jimin se acomodaba en el asiento del copiloto, sus ojos fijos en Jungkook, llenos de una admiración que no sabía cómo gestionar.

Con un movimiento automático, Jimin bajó sus piernas del asiento y ajustó el cinturón de seguridad.

La sangre tenía un aroma peculiar, uno que Jimin no pudo evitar percibir mientras observaba las manchas que decoraban el asiento del vehículo. Le revolvió el estómago, pero al mismo tiempo, de alguna manera, no le desagradó por completo. Era extraño cómo la presencia de Jungkook le resultaba reconfortante, incluso en circunstancias como esas: un coche robado, perteneciente al padre de Jungkook, cubierto de sangre, con un agujero de bala perforando la ventana trasera. A pesar del caos, estar con él lo mantenía anclado a la realidad, de una forma que no lograba entender del todo.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora