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Saohi era el lugar más cercano al lado más desamparado que Jimin podría encontrar entre los elitistas. Los edificios, casi todos desmoronados, parecían haber sido olvidados por el tiempo. Los callejones que separaban las construcciones, estrechos y oscuros, estaban cubiertos de basura acumulada, el aroma de desechos flotaba en el aire, y las ratas se deslizaban entre los escombros y charcos de alcantarillado sin el más mínimo temor a los humanos. Las calles, mojadas por la lluvia reciente, reflejaban una atmósfera sombría, que parecía un reflejo de la desesperanza de aquel lugar.

Jimin, sintiendo un peso en el pecho que no era solamente físico, tomó la mano de Jungkook y se acurrucó en su pecho. Su rostro se ocultó entre la tela de su chaqueta, buscando consuelo en su proximidad. Estaba agotado, más allá de lo que las palabras podían describir, y el miedo se había instalado en su pecho como un visitante constante.

Las cosas se complicaban, y el futuro, que ya era incierto, parecía volverse cada vez más sombrío. Mientras tanto, los demás, al bajar del vehículo, no mostraron ni una fracción de preocupación. Jongo, como siempre reservado, llevaba su rata en sus manos, protegida del viento frío. Romolo lo observaba por unos instantes, tratando de entender la naturaleza de ese comportamiento tan peculiar. Nadie imaginaría que alguien como él, que a simple vista parecía tan extraño, había sido capaz de liderar a uno de los grupos más peligrosos del mundo.

— Nos marcharemos. — La voz de Romolo rompió el silencio, su tono firme mientras tomaba el hombro de Dujin, su soldado más leal. La mirada de Dujin, llena de adoración, no era la de un amor romántico, sino de una admiración absoluta, casi reverente.

El conductor del vehículo, que no había mostrado interés en bajar, permaneció sentado en su puesto. No tenía necesidad de despedirse de personas que acababa de conocer. Edmond, por su parte, se alejó un poco del grupo. Detestaba sentir vulnerabilidad, especialmente cuando no podía evitarlo. Esa sensación de fragilidad era su debilidad, y la odió más que cualquier otra cosa.

Afortunadamente, las calles estaban desiertas, algo poco común en un sector tan densamente poblado. Los edificios, llenos de habitantes, se erguían imponentes, pero ninguno de sus moradores se atrevía a salir. El miedo los mantenía dentro, aprisionados en sus propios hogares. Las pocas tiendas cercanas estaban vacías, no había nada que llamara la atención. La gente sentía que algo más grande, algo más oscuro, se avecinaba, más allá de los saqueos y ataques que ya se habían desatado en el lado más vulnerable del muro. El gobierno, en su radicalismo, era capaz de destruir una ciudad entera si eso significaba proteger sus riquezas, y no dudaban en hacerlo.

— Cuídate, General. — Susurró Dujin, llamándolo por primera vez de manera seria. Su rostro reflejaba una preocupación profunda.

— Ni que lo digas, que se cuiden de mí, eso suena mejor. — Respondió el cinta azul, dándole un toque suave en el cabello. Sonrió, pero la sombra de la situación nunca desapareció de sus ojos —. Esto aún no acaba, pero esperemos que el proceso sea rápido. Si la situación fuera diferente, me habría negado al ataque, pero esta es una dictadura que no nos permite pensar por nosotros mismos. Va a ser una semana compleja, tal vez un mes agitado, pero saldremos de esta. Y no pasará mucho hasta que tengamos noticias sobre el nuevo presidente. Dragomir sigue siendo el candidato más adecuado, pero no dejaremos de buscar más opciones. Es bueno mantener la ilusión de que el ser humano aún tiene poder de elección, incluso cuando las alternativas ya están impuestas. ¿No?

Jungkook suspiró, cerrando los ojos mientras rodeaba a Jimin con sus brazos, buscando una manera de desconectarse de las palabras de Romolo.

— ¿Qué pasará en estos días? — Preguntó Jimin, aún aferrado a Jungkook. El miedo, aunque evidente, era algo que no quería reconocer del todo. Sabía poco sobre el mundo que los rodeaba, sobre las armas o los sistemas de poder que gobernaban sus vidas, pero había algo en el aire, algo en la forma en que las cosas estaban cambiando, que lo alertaba. Había visto esa mirada antes: la misma que mostraban las personas del lado más empobrecido, aquellos que veían la muerte como una salida inevitable o que, en su desesperación, se preparaban para hacer algo irreversible con tal de no perder lo poco que les quedaba de humanidad.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora