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Despertar entre los brazos de Jungkook era un alivio que Jimin no solía dar por sentado. En esos momentos, todo el peso del mundo se desvanecía. Sentía que, por fin, el miedo desaparecía. No temía ser atrapado por las autoridades, acusado de traición, ni de ser el hijo desafortunado nacido en el lado equivocado del muro. Los brazos de Jungkook, firmes y protectores, lo rodeaban con una seguridad que nada en el mundo podía ofrecerle, ni siquiera las gruesas mantas de la cama. Cerró los ojos, deseando que el tiempo se detuviera para que pudieran quedarse en esa posición por siempre. Pero Jungkook también estaba despierto, y el día comenzaba temprano para los dos.

—Buenos días. ¿Cómo te sientes, bebé?

El tono de Jungkook, suave, pero firme, elevó su ánimo al instante. Jimin se acurrucó más cerca de él, robándole un beso fugaz en los labios. Fue breve, pero ese gesto sencillo les bastó a ambos para comenzar el día con una ligera sonrisa. La habitación seguía envuelta en sombras, una constante en las mañanas de tormenta.

Recordaba aquellas semanas de su infancia, cuando las tormentas eran implacables. Los rayos caían peligrosamente cerca, y la ciudad se sumía en el caos. Jimin había temido por su vida en esos días, cuando los barrios se incendiaban y el miedo estaba en el aire.

— Demasiado bien, no quiero levantarme. — Jimin cerró los ojos de nuevo, abrazando a Jungkook con más fuerza. El ex mandamás rio, el sonido profundo y cálido vibrando en su pecho, y Jimin se sintió perfectamente a gusto en esa posición.

— Puedes seguir durmiendo si eso quieres. Yo, en cambio, tengo que levantarme. Necesito ver si Romolo y Dujin siguen con vida. Tal vez consiga algo rico para que comas.

Era raro para Jimin ver ese lado tierno de Jungkook, pero lo adoraba. Cada parte de su personalidad, aunque inesperada, lo cautivaba por completo. Lo admiraba profundamente, porque era Jungkook quien empezaba a hacerle sentir mejor consigo mismo. Y por eso, no podía evitar admirarlo aún más.

— Está bien, sólo… — Jimin buscó otro beso, como un acto reflejo. Adoraba esos labios, aunque no fueran los más suaves ni los más dulces, pero eran los de Jungkook, y eso los hacía perfectos a sus ojos —. Eso es todo. Pero si necesitas algo, por favor despiértame de inmediato.

— Lo haré, no te preocupes.

Jungkook se levantó, su cuerpo todavía envuelto en la calidez de la cama, y se dirigió a uno de los armarios en busca de ropa que solían dejar los hoteles para aquellos clientes con apuros. Encontró una camiseta negra que le quedaba algo grande, diseñada probablemente para alguien con más peso de lo que era habitual en ese tipo de establecimientos. Los hombres de la aristocracia, sobre todo cuando llegaban a cierta edad, solían dejar de preocuparse por su apariencia, y por supuesto, por su salud. Su única preocupación era beber tanto alcohol como pudieran y comer grandes cantidades de comida chatarra, sin importarle las consecuencias.

Antes de salir de la habitación, su mirada se detuvo en el cuerpo de Jimin, que ocupaba apenas un rincón de la cama. Sonrió al verlo, y con esa imagen grabada en su mente, se dirigió hacia el baño que cruzaba la sala principal. En la otra esquina, Romolo estaba sentado en una de las sillas, evidentemente incómodo. Llevaba unos lentes steampunk, que Jungkook no tenía ni idea de dónde había sacado, y en una de sus manos manipulaba un pequeño dispositivo que todos los miembros con la cinta azul debían llevar para controlar a sus enormes ejércitos. Dujin, por su parte, estaba haciendo ejercicios con su mano herida, mientras que Edmond dormía profundamente en el sillón, con la cabeza echada hacia atrás, la boca abierta.

— Dile a las valquirias que se retiren… Y no se trata de que sean mujeres. Asegúrate de dejarles claro que son un estorbo en la misión como organismo independiente. ¡Le han disparado al maldito Dujin! Es un perro duro, pero hasta el Titanic se hundió, y era el maldito barco más seguro del mundo… Sí, que si te dicen que las dejamos afuera por ser mujeres, que recuerden que hay chicas con la maldita cinta azul haciendo bien su trabajo. Que no usen esa excusa, o yo mismo me encargaré de hacer añicos su pequeña organización clasista.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora