Jungkook tenía un plan para burlar a las valquirias. No era especialmente complicado ni requería una mente maestra de la discreción; sus habilidades brillaban en el campo de la violencia, no en el de los subterfugios. Sin embargo, su idea resultaba funcional.
Según su evaluación del lugar, el pequeño cuarto de baño tenía una ventanilla que, con algo de suerte, permitiría al grupo escabullirse sin levantar sospechas. El plan era simple: uno a uno irían desapareciendo por esa vía. Dujin, siempre directo, le había espetado que era un idiota. Pero ante la falta de alternativas mejores, no tuvieron más remedio que seguir adelante.
El primero en salir por la ventanilla fue Jimin. Para Jungkook, su bienestar era la máxima prioridad, incluso por encima del resto del grupo. No estaba dispuesto a arriesgar la vida de la única persona que le importaba por culpa de un puñado de mujeres reducidas a ser marionetas del gobierno.
Jimin, pequeño y bajo, logró deslizarse sin dificultad. Su delgado cuerpo, resultado de años de mala alimentación, facilitó el escape. Aunque debía reconocer que, desde que había cruzado al otro lado del muro, comía mejor que en su vida anterior como habitante del sector menesteroso.
El aire fresco del exterior lo recibió con una punzada de paranoia; cada sombra parecía una amenaza, cada ruido, un aviso de peligro. Sin embargo, nadie lo observaba. Vestía como correspondía, con ropa bien cuidada, su cabello estaba peinado y su aspecto, aunque discreto, superaba al de los arrogantes burgueses que se jactaban de su belleza. Pero algo en ellos siempre lo inquietaba: fríos, calculadores, y más cercanos a autómatas que a verdaderos seres humanos.
Jungkook señaló una tienda en particular, una con un aire peculiar y un nombre que resonaba extrañamente: Senziatul. El lugar tenía una apariencia rústica, descuidada quizás, pero lo suficientemente intrigante como para destacar entre las demás tiendas que rebosaban modernidad. Nadie entraba allí, eso decían. Al menos, nadie que no supiera lo que realmente se escondía tras esas puertas. Oficialmente, era sólo una tienda de regalos, pero Jungkook le aseguró que el dueño podría ayudarles, siempre y cuando supiera dar la señal correcta.
— Apenas cruces la puerta, di: “Me muero de hambre, ya quisiera unos fideos.” — Le indicó Jungkook con una sonrisa que delataba cierto deleite por lo absurdo de la frase.
Jimin no pudo evitar soltar una breve carcajada ante lo inusual de la consigna, pero rápidamente adoptó una actitud seria. Se lo tomaba como una misión, una tarea que cumplir. Enderezó los hombros y comenzó a caminar con altivez, emulando el porte de Jungkook, quien siempre se desplazaba como si cargara al mundo bajo sus pies, como si cada paso fuese una declaración de autoridad, casi divina.
Frente a la tienda, Jimin se detuvo, tomando aire mientras observaba la fachada. La tienda no parecía un negocio, sino más bien una casa encantada. La entrada estaba cubierta de plantas que se enredaban entre sí, formando un pequeño túnel verde que añadía un toque inquietante. A diferencia de las otras tiendas de la zona, iluminadas con letreros de neón y pantallas vibrantes diseñadas para captar la atención de los turistas, Senziatul parecía inmune al paso del tiempo. Un viejo cartel de madera tallada colgaba torcido sobre la entrada, y unas luces diminutas, probablemente recicladas de alguna Navidad olvidada, eran lo único que iluminaba el lugar al caer la tarde.
Jimin tragó saliva. Dudó por un instante antes de tomar el pomo de la puerta, pero decidió no pensarlo más. La abrió con cuidado, y un suave tintineo de campanas lo recibió, haciéndolo dar un pequeño salto.
El interior era aún más peculiar que el exterior. Cada rincón parecía estar congelado en una época diferente, una donde todo se hacía a mano y los detalles importaban. Jimin se quedó quieto por un momento, mirando con asombro lo que lo rodeaba: llaveros tallados, tarjetas pintadas a mano, cajas decoradas con filigranas. Todo tenía un aire artesanal que, aunque sencillo, resultaba fascinante. Pero lo que realmente capturó su atención fueron las plantas, que también llenaban el interior de la tienda. Estaban en cada estante, cada esquina, incluso colgando del techo como si fueran guardianes silenciosos de aquel espacio.
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HECATOMBE 神 KOOKMIN
FanfictionLa religión tiene por padre a la miseria y por madre a la imaginación. ✨ Fanfic, distopía. ✨ Temas para gente madura. ✨ No acepto copias ni adaptaciones de ninguna de mis historias.