Nikola Gerasimov era, según el consenso popular, la viva definición de la idiotez humana. Su acento, tan grueso y desafinado que parecía un mal chiste, junto con un rostro salpicado de lunares y unos ojos azul cielo imposibles de ignorar, lo hacían destacar como un personaje salido de un cómic absurdo. Nadie parecía encajar tanto en el concepto de “caricatura andante” como él. Su forma de ser tampoco ayudaba a redimirlo: siempre tenía que decir algo, y lo que salía de su boca solía ser tan inoportuno como hilarante. Sin embargo, bajo esa fachada de bufón, escondía una mente que brillaba con una intensidad difícil de igualar.
Era un prodigio del ciberespacio, un hacker cuya destreza era motivo de admiración y temor. No había sistema de seguridad que resistiera su toque, ni firewall que pudiera evitar que Nikola entrara como si fuese su propia casa. De vez en cuando, y sólo por diversión o venganza, se llevaba unos cuantos millones de los bancos más protegidos o revisaba los correos de políticos que le caían particularmente mal.
No importaba cuántas barreras de seguridad añadieran; él siempre encontraba una grieta, una línea de código mal estructurada que lo dejaba pasar sin problemas. Acceder a bases de datos complejas era para él tan sencillo como ir a hacer la compra. Pero esa habilidad tenía un precio: Nikola vivía con una diana permanente en la espalda. Era un hombre buscado, alguien que los Gobiernos soñaban con ver neutralizado.
— Cherry cherry cherry bonbon. — Canturreaba Nikola por enésima vez, sin prestar atención al evidente fastidio de Seon Joon-ho, su compañero de aventuras.
La situación mundial había estallado en un caos absoluto tras la alarma de una guerra inminente, lo que obligó a Nikola y Joon-ho a tomar decisiones rápidas. Con apenas un par de mochilas a sus espaldas y algo de comida mal empacada, ambos habían emprendido un viaje hacia la gran capital, buscando un refugio o tal vez algo más… algo que Nikola aún no le había revelado a su amigo.
La novia de Joon-ho había decidido quedarse cerca del templo Keru, un lugar que ahora servía de refugio improvisado para figuras de autoridad que se ocultaban como insectos entre las sombras, mientras el resto de los habitantes se preparaba para pelear. Pisar la gran capital se había vuelto un acto temerario: cualquiera que se atreviera a cruzar sus fronteras lo hacía con la misma intención en mente, acabar con el presidente y su interminable séquito de aliados. Joon-ho no podía evitar preocuparse por ella, incluso reconociendo lo capaz que era.
Eran cazadores, pero no de animales. Joon-ho dominaba el arte del arco con una precisión que había perfeccionado con los años, mientras que su novia era una experta en el manejo de cualquier arma de fuego. Su profesión no consistía en rastrear bestias salvajes; ellos cazaban personas. Por enormes sumas de dinero, eliminaban a quienes les señalaban como objetivos, hombres y mujeres que jamás sospecharían el disparo que pondría fin a sus vidas. Pero incluso en un trabajo como ese, tenían sus reglas. Nunca aceptaban encargos contra alguien completamente inocente.
— Me emocionó oírte los primeros minutos, pero ahora me duele la cabeza. Creo que tienes la peor voz que he escuchado en mi vida. —Comentó Joon-ho con una sonrisa socarrona, empujando ligeramente a Nikola para sacarlo del camino.
El aire fresco del bosque era un alivio después de tantas semanas en la opulenta y caótica metrópolis. Antatris, bajo la luz del día, parecía mucho menos amenazante que cuando caía la noche.
— De acuerdo, no canto más canciones viejas. —Respondió Nikola, ajustándose la capucha de su sudadera con evidente fastidio. El viento había desordenado su cabello, y eso era algo que no soportaba —. Entonces cantaré canciones nuevas.
Joon-ho sentía una debilidad inexplicable por Nikola, como si en sus manos tuviera la responsabilidad de proteger a un hijo, aunque entre ambos sólo existiera una diferencia de ocho años. Nikola, a sus diecisiete, era un niño prodigio que había cargado con un peligro inusual desde que cumplió cinco años, cuando los médicos descubrieron que su cerebro funcionaba de manera distinta al del resto. Aquella singularidad lo marcó como un objetivo, alguien valioso y, al mismo tiempo, vulnerable.

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HECATOMBE 神 KOOKMIN
FanfictionLa religión tiene por padre a la miseria y por madre a la imaginación. ✨ Fanfic, distopía. ✨ Temas para gente madura. ✨ No acepto copias ni adaptaciones de ninguna de mis historias.