9.

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Jimin se hundía en el asiento del copiloto mientras Jungkook conducía sin un destino aparente, sus manos firmes al volante, concentrado en la carretera.

Los caminos parecían desiertos, descuidados por el tiempo. La maleza crecía descontrolada, con arbustos y hierbas altas que rozaban la carrocería del auto, mientras los neumáticos levantaban polvo al avanzar por el suelo sin pavimentar. La oscuridad era casi absoluta; sólo los faros del coche penetraban la negrura, creando sombras largas y ondulantes de los árboles a ambos lados de la vía.

Jimin miró de reojo a Jungkook, quien no parecía disminuir la velocidad a pesar de las curvas pronunciadas y los baches en el camino. Tal vez, pensó, era el entorno desolado lo que le daba a Jungkook esa confianza imprudente; allí no había señales, ni límites, ni nadie que les dijera que estaban yendo demasiado rápido.

El silencio en el auto empezaba a inquietarlo, era como un peso invisible que apretaba su pecho, llenando su mente con pensamientos que preferiría mantener a raya. Su mirada se perdió en las sombras de los árboles, tratando de encontrar algo familiar, algo que le recordara que aún estaba en ese mundo. Incapaz de soportar el vacío de sus propios pensamientos, Jimin decidió romper la quietud.

— Así que te gusta Karl Marx. — Murmuró, apenas audible.

— Claro que me gusta Karl Marx. — Dijo Jungkook, sin perder la vista de la carretera —. Es un pensador fascinante. Sus ideas no son perfectas, pero tienen algo muy honesto.

Jimin lo miró, algo sorprendido por la respuesta. A decir verdad, no esperaba que Jungkook admitiera algo así.

— Entonces, ¿por qué no te he oído hablar de él antes?

Jungkook sonrió, aunque la tensión en sus hombros seguía presente.

— Porque Marx estaba hablando de un mundo ideal. — Explicó, su tono más suave, como si pensara en voz alta —. En teoría, el comunismo tiene sentido, pero la gente es… bueno, impredecible y avara, en especial cuando se trata de poder y dinero. Marx pensaba que, si la gente poseyera los medios de producción, trabajarían para el beneficio común. Pero eso es confiar demasiado en la humanidad.

Jimin asintió, intentando seguir la línea de pensamiento de Jungkook.

— ¿Crees que sería imposible aplicarlo entonces? — Preguntó, curioso.

—Difícil, no imposible. — Corrigió Jungkook, acelerando un poco más —. Una sociedad basada en la igualdad y la colaboración es inspiradora, pero tendría que ser una en la que todos fueran educados para vivir con menos. El problema es que vivimos en un sistema que cultiva la avaricia. Marx tenía razón sobre muchas cosas, pero le faltó ver que no todos desean un cambio.

Jimin apenas era consciente de los sonidos a su alrededor. Su atención estaba absorbida en revisar cada rincón del camino que dejaban atrás. Nervioso, su cuerpo traicionaba su ansiedad: los temblores en sus manos y el ligero temblor de sus labios se volvían cada vez más evidentes. No tardó mucho en captar la atención de Jungkook, quien, al percatarse de la reacción de Jimin, dejó escapar una sonrisa en su rostro.

Sin haberle advertido de ningún peligro, Jimin ya parecía estar en medio de una huida desesperada, temblando como si estuvieran al borde de ser alcanzados. Con una mano firme, Jungkook sujetó suavemente la mejilla de Jimin, sin dejar de conducir, y le dedicó una mirada entre burlona y afectuosa.

— ¿Qué demonios te pasa? — Preguntó, apretando levemente su mejilla.

— Estamos huyendo, ¿verdad? — Murmuró Jimin, apenas confiando en su propia voz.

Jungkook dejó escapar una breve carcajada, retirando la mano de su rostro y volviéndola a colocar en el volante. Aunque su comportamiento en ese momento podía dar la impresión de una fuga, su semblante permanecía imperturbable.

HECATOMBE 神 KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora