Lo único que Olivia sabía era que no podía detenerse. Aun cuando sus piernas temblaran y sus pulmones ardieran a cada respiración, como si alguien los hubiera prendido en fuego; tenía que continuar, un paso a la vez, un pie después del otro.
Excepto que... Los pies nunca antes le habían pesado tanto.
Se pasó una mano por la frente para secar un poco del sudor que le empañaba la ya escasa visión y continuó avanzando, mientras las ramas de los arboles y arbustos se desgarraban contra su piel en medio de la oscuridad y el crujir de las hojas secas bajo sus plantas lastimadas, quedaba amortiguado por los rugidos furiosos del Nightkort a su espalda.
Todo el maldito bosque era un hoyo de oscuridad y caminos traicioneros. El lugar perfecto para morir y que nadie jamas pudiera encontrarla a ella y sus pequeños monstruos.
El miedo se volvió un nudo en su garganta, apretado e insoportable. ¿Y si nunca volvía a ver a Aspen? La idea se coló en su mente como una sombra, seguida por una avalancha de nombres que la atravesaron como las hojas afiladas de múltiples dagas: Alicia, Ava, Will, su padre. Sintió como algo se cerraba al interior de su pecho, e inhalar aire se convirtió en una tarea monumental. Dio un paso en falso, incapaz de concentrarse, y el suelo húmedo la recibió con brutalidad.
Cayó de bruces, y el impacto resonó en su cuerpo como una advertencia. Había adelantado ambas manos en un instinto para proteger su vientre, pero el golpe le sacudió la última chispa de energía que tenía. Y solo se quedó allí, con las palmas apoyadas en la tierra fría y sucia, sintiendo la textura rugosa de las raíces y la humedad que le besaba la piel.
Cuando intentó incorporarse, sus músculos simplemente se negaron a obedecer. Estaban tan agotados como su espíritu, y aunque su mente gritaba que debía ponerse en pie, su cuerpo se hundía bajo el peso de la fatiga.
Tal vez podía tomarse un minuto. Solo uno. Se dijo, cerrando los ojos con una mezcla de resignación y necesidad; sin darle importancia a que su rostro estuviera presionado contra la tierra húmeda y llena de hojas secas e insectos que revoloteaban cerca de su cabello.
Entonces el aroma terroso del suelo la invadió, calmando el caos de su mente y el latido frenético de su corazón también comenzó a desacelerarse.
—Papi —se escuchó decir a sí misma, a lo lejos—. ¿Dónde estas?
—¡Majestad! ¡Majestad! —exclamó de repente una voz, desesperada—. Por favor Majestad, despierte.
Olivia sintió como alguien la sacudía por el brazo y abrió de un golpe los ojos negros como abismos. En un principio todo estaba empañado por lo que tuvo que parpadear varias veces antes de poder divisar el rostro de Rue manchado de sangre y barro.
—¿Qué... pasó? —preguntó, intentando incorporarse en el suelo.
No tenia idea de cuánto tiempo llevaba allí, inconsciente.
—No he podido detenerlo, Majestad. Debemos continuar moviéndonos —contestó Rue, con la respiración entrecortada a causa del cansancio.
La Reina se pasó una mano por el rostro, frustrada y se obligó a respirar profundo a ver si al llenar sus pulmones de aire se llenaba también de valor.
—Vale, vamos —dijo, aceptando la ayuda de la guerrera para ponerse en pie.
Juntas, deambularon un rato más entre los caminos y arboles del frondoso bosque, cuidando siempre sus pasos para no cometer el error de hacer demasiado ruido.
—¿Y Nash? —quiso saber Olivia, con la mirada clavada en el suelo.
No había siquiera titubeado cuando le ordenó al guerrero quedarse a enfrentar al Nightkort como primera linea de defensa, pues sabia que era necesario para que Rue y ella tuvieran un poco mas de tiempo para huir, pero no podía evitar preguntarse si ya estaba muerto.
ESTÁS LEYENDO
Espinas de Plata
Historical FictionCuando el poder de los Maksimov parece ir en picada, Aspen debe asumir la verdadera responsabilidad de ser Rey, para salvar el tratado de paz, pero sobre todo, para salvar a su futuro hijo de todos los peligros que acechan en los rincones de la cort...