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Cuando el Duque ingresó a la habitación, vislumbró la figura del Príncipe de pie junto a la ventana, con el torso herido descubierto y un improvisado vendaje que le cubría la pierna derecha. Se encontraba fumando un puro mientras su desayuno se enfriaba en un rincón.

—Si fueras un gato, viejo amigo ¿Cuántas vidas crees que te quedarían? —preguntó, caminando en su dirección.

Arkyn volteó a verlo por encima del hombro y sus cabellos dorados parecieron menearse al compás que marcaban las olas. Seguro que había estado de pie frente al filo de espadas y lanzas en más de cien ocasiones sin obtener ni un rasguño y aún así, solo hacía falta que Olivia Saint Honor apareciera en escena para ponerlo al borde de la muerte.

—A estas alturas, supongo que solo una o dos menos que a ti —contestó, ofreciéndole el tabaco.

Sebastián, a diferencia suya no era un hombre de guerra, al menos no de esas que se libraban en campo abierto, con armaduras y caballos. Y no porque desconociera cómo blandir una espada, sino más bien, porque le resultaban burdas y hasta aburridas.

Para que algo fuera atractivo a sus ojos, hacía falta un toque de diversión aquí o allá y por supuesto, algo de sadismo. 

—Me alegra que no murieras aún —dijo, antes de darle una calada al puro—. Mis fiestas no serían tan divertidas en tu ausencia.

—¿Volverán a haber fiestas alguna vez? —un brillo travieso cruzó los ojos azules de Arkyn.

—Por supuesto —Michaelson asintió, confiado—. No existe régimen ni Rey, que pueda controlar cada rincón de su Reino.

—Casi olvidas que hablamos de una Reina.

—¿Olvidarlo? ¡Ja! —soltó una bocanada de aire con evidente indignación, cuando el recuerdo de sí mismo arrodillado frente a un Nightkort le nubló la mente—. Pretende que me case con su sirvienta ¿Puedes creerlo?

—Lady Rusell no es una sirvienta —repuso Arkyn, sopesando la idea—. De hecho, viejo amigo, puede ser una pieza fundamental para nuestro pequeño juego. Si queremos en verdad derribar  a Olivia Saint Honor, debemos hacerlo desde adentro.

—Avaluna es una Thauri, es leal hasta la medula —criticó, aunque en el fondo sabía que eso estaba lejos de ser un defecto.

—Pero también es una mujer y se le puede deslumbrar tan fácilmente como a las otras —Arkyn sonrió, malicioso—. Ya sabes, amor y lujos. Después de todo ¿Quién cae más fácil ante la tentación que aquel que toda la vida ha estado rodeado de carencias?

El Duque hizo una mueca, todavía resistiéndose a la idea de que una nueva Duquesa arribará a su castillo y compartiera su cama, su trono o lo que era aun peor: Su vida. Hacia ya varios años que se había adaptado a vivir solo, contaba con pocos sirvientes y cada uno de ellos conocía a la perfección su rutina, por lo que ninguno nunca osaba importunarlo.

No quería que nada de eso cambiara, pues ni siquiera estaba seguro de poder tolerarlo.

—Sabes que soy un pésimo actor. No puedo montar el tipo de paripé que sugieres —se pasó una mano por los cortos cabellos negros, peinándolos hacia atrás.

—Bueno, tampoco creo que tengas muchas opciones ¿O acaso Olivia no dijo que era tu vida o la boda? —cuestionó el príncipe con la voz teñida de burla.

—Ya vere cómo la evito.

—Nos esperan otras dos semanas abordo de este barco, Michaelson. ¿Dónde planeas meterte? ¿Debajo de las tablas? —le dio una palmada en el hombro—. Vamos, no lo pienses tanto. Avaluna Rusell ya traicionó a su Reina en una ocasión ¿Por que no lo haría una segunda?

Espinas de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora