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Avaluna tomó otra esponja de las que destacaban en el cuenco de agua tibia y la presionó contra la espalda de Olivia por varios segundos en un vano intento de reducir la fiebre. Ella soltó, por lo bajo, un chillido y tras casi una hora de estar sentada en aquella bañera, al fin encontró la fuerza para abrir los ojos negros.

Habían cuatro criadas a su alrededor, yendo y viniendo por los pasillos con mas baldes de agua tibia, con más hierbas extrañas y sin lugar a dudas, con mas miedo acumulado en las pupilas. Pues eran humanas, tan humanas como Aspen y cada uno de los súbditos que desde las sombras, no paraban de intrigar y crear rumores acerca de la salud de la Reina y los futuros herederos de Kantria. 

Que estaban malditos y por eso, mataban a la madre desde adentro, era el mas común de los chismes que corrían por los pasillos del Palacio. O que quizás no eran hijos del Rey, sino de ese amante Thauri que murió meses atrás, y por eso tenían tan mala sangre.

—¿Dónde esta mi madrina? —preguntó Olivia en un jadeo. Tenía la boca seca pese a haber bebido jarras de agua fría e incluso la piel de sus labios comenzaba a fragmentarse como la tierra árida de un desierto.

—Esta hablando con Lord Ryker, no cree que se pueda posponer aun mas la cacería —explicó Ava, sin dejar de lavarla con la esponja.

—¿Qué? No —Olivia se sacudió en la bañera para que nadie la tocara y volvió el rostro en dirección a la doncella—. Se los dije ayer, cinco jinetes recién graduados no son suficientes. Necesitamos más.

—Pero no hay mas —acotó la voz firme de Lady Olimpia Mcconell, quien de repente se adentro en el baño, luciendo un vestido negro ataviado por boleros y encaje—. Ha pasado casi una semana desde la cena con los lideres, Via, y cinco jinetes es todo lo que pudieron reunir. No puedes esperar.

Olivia respiró profundo como si el llenar sus pulmones de aire fuera al mismo tiempo a llenarla de un poco de la fuerza que con los días había perdido. Estaba consciente de que era una flor marchita, tostada desde la raíz. Sus cabellos no solo estaban blancos, sino también frágiles, a veces se rompían con solo acariciarlos, y quedaban ahí, atrapados entre los dedos y los anillos de oro de Aspen. Entonces, él escondía la mano con terrible disimulo y ponía esa sonrisa boba que podría ponerle final hasta a una guerra, o bueno, algo así. 

—Si... —comenzó a decir, pero tenía la garganta seca, así que tuvo que detenerse un instante—. Sí enviamos cinco jinetes sin experiencia y resulta que hay una camada de Nightkort's, van a destrozarlos. No tendrán oportunidad. 

—Morirán con honor entonces, luchando por ti, su Reina —dijo Avaluna con firmeza—. Y si lo que te preocupa es la experiencia, Alicia y yo podemos ir con ellos. No soy jinete, pero he estado en batalla.

—Yo debería ir —soltó Olivia, frustrada y le dio un débil manotazo al agua que la rodeaba. 

—Tu apenas puedes caminar. Le pediremos a tu hermana que regrese de Mystara y enviaremos a los cinco jinetes con ella y con Ava —dijo Olimpia. 

Y pese a que a la Reina le quedaban muchas ganas de debatir, su discusión se vio interrumpida por la presencia de una criada que ingresó al baño a toda prisa.

—Disculpe, Majestad —dijo doblándose en la más torpe de las reverencias. Su respiración era acelerada y algunas gotas de sudor le perlaban la frente—. Hay noticias de Lord William Blackwood.

Olivia se enderezó a cómo pudo en la bañera, expectante. Pues la incertidumbre por la situación de su primo era otra de las cosas que no la habían dejado en paz durante los últimos días. Pensar en que Will acabara como Gavin o algo similar, la hacia sentir como si le estuvieran abriendo el pecho en dos.

Espinas de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora