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Olivia depósito otro pétalo sobre su lengua y el amargo sabor de la flor le recorrió toda la boca. Hizo un esfuerzo en el intento de no estremecerse y tragó saliva para espantar aquella terrible sensación, que no supo si se debía a la planta o a las palabras que acababan de emerger de los labios de William.

—¡¿Qué hiciste que?!—preguntó Avaluna, quien se encontraba sirviendo el té frente a la mesa de centro de la habitación, y terminó derramando parte del hirviente líquido en el suelo.

A ella no le habían permitido asistir a la reunión privada que hubo en el salón del Rey después de la audiencia, por lo que hasta ese momento no sabia mucho de lo que estaba ocurriendo, sin embargo, escuchó los rumores que los sirvientes esparcían por los pasillos. Historias sobre la princesa Antonia huyendo de Bazarat de la mano de Will y otras mucho peores.

Levantó la mirada hacia el sofá donde se ubicaba el guerrero, recostado en el espaldar de cuero negro con una confianza tan natural que en cualquier otro hombre habría resultado absurda. Su postura era relajada pero no desprovista de fuerza; tenía una pierna cruzada sobre la otra, el pie apoyado casualmente en el borde del asiento mientras el brazo derecho descansaba sobre el respaldo, extendido, como si dominara el espacio con su sola presencia. En su mano izquierda sostenía un vaso de whisky, girándolo despacio y observando cómo el líquido ámbar se movía.

—Me casé —repitió entonces con el pecho hinchado de orgullo—. Sé que parezco inalcanzable, pero ella lo logró.

—¿Logró que, Will? ¿Ponerte una soga al cuello? —le contestó Olivia, rodando los ojos con evidente fastidio—. ¿Cómo huyeron de los guardias imperiales en primer lugar?

—No lo hicimos —dijo él tras darle un trago a su copa—. Nos encontraron en Xanthos, capturaron a mi esposa y tuve que asesinarlos antes de que la llevaran de regreso a Bazarat.

<<Esposa>> Retumbó en la mente de Olivia, antes de que separara los labios para contestar.

—Mi querido y estúpido primo —suspiró—. Siempre estoy a favor de desollar humanos, pero incluso yo sé a cuales de ellos es mejor no tocar. Harlow no solo pedirá tu cabeza por robarte a la insoportable princesita, sino que ademas lo hará porque atentaste contra su guardia.

—¿Desde cuando te da miedo algo de conflicto, Via? —preguntó Will y dejó caer los hombros con frescura.

La Reina se miró de manera casi involuntaria el vientre, cada día estaba más hinchado, como una señal ineludible de que sus hijos muy pronto nacerían, y estarían expuestos a todo lo malo que aquel mundo tenía para ofrecer. Si es que no lo estaban ya por la sangre de Nigthkort que viajaba en su sistema o por las hierbas que ella ingería en el intento de contrarrestarla.

—Creo que ambos necesitan calmarse —sugirió Avaluna para romper el incomodo silencio que de repente se instaló en la habitación—. Aun no sabemos qué decidirá Aspen, quizás no este dispuesto a entregar a su hermana —agregó y llegó hasta Olivia con una taza de té entre las manos.

Ella la recibió sin siquiera molestarse en mirar a la doncella, pues toda su atención continuaba puesta en el joven Blackwood, como si lo analizara en busca de algo o intentara comprender que podría ser tan poderoso para hacer que alguien como Will cometiera semejante estupidez.

¡Era Will! El hijo de puta mas arrogante que había conocido; el egoísta que escogería su propia vida en lugar de las de un millar de personas si acaso las ponías en una balanza. El mismo que se consideraba Thauri hasta la medula.

—Necesito que vayas de cacería con Ava, Alicia y unos cuantos jinetes —soltó Olivia, enderezandose en su posición.

—¿Cacería? —El frunció el ceño, confundido por el abrupto cambio de tema—. No sé si debería irme de la ciudad hasta que este asunto este resuelto.

Espinas de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora