13: Reunión familiar

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Tuve la suerte de toparme con Sai luego de una sesión de terapia para mi brazo izquierdo. Lo invité a un campo de entrenamiento para estar solos y no arriesgarme a que nos escucharan.

—Si es para traicionar a Danzo-sama... —empezó en cuanto llegamos al lugar.

—No es para eso —respondí de inmediato, aunque mentía un poco—. Quiero proponerte algo. Conocer a Naruto y recordar tus lazos del pasado te ha cambiado, ¿verdad? —él asintió— ¿Dirías que fue para mejor?

Sai pareció pensárselo.

—Sí. He dibujado más y puedo ponerle título a mis pinturas. Además, es divertido hablar con las personas.

—Me siento feliz por ti —aseguré honestamente, tomando sus manos con las mías y mirándole a los ojos—. Aspiro a que todas las personas en Raíz puedan sentirse como tú. De eso quiero hablarte. —Tomé una buena bocanada de aire, preparando el discurso que iba a soltarle: —No estoy en contra de Danzo, es un hombre que desea la paz, pero no creo en su concepto de paz ni en su metodología. A todos y cada uno de los miembros de Raíz nos ha arrebatado la humanidad, conmigo no lo logró porque yo me crie de una manera distinta y pude recuperar mis lazos con las personas que amo y tú también recuperaste ese lazo que tenías con tu hermano. Pudiste recordar el dibujo que querías mostrarle. ¿No te gustaría que todos en Raíz pudieran tener su humanidad de vuelta? No somos armas ni escudos, somos personas. No quiero que nadie se vea obligado a vivir en la oscuridad, ¡cuando estar bajo el sol hace increíblemente bien! Tú mismo lo has comprobado.

Sai miró nuestras manos y frunció la frente en un gesto de confusión.

—¿No suena eso como una traición?

—Cuando estás con el equipo Kakashi, ¿sientes que estás traicionando a Danzo?

Sai mordió su labio inferior y se zafó de mi agarre. Lo dejé ir sin poner pegas y aunque su reacción no me dio buena espina, mantuve mi moral alta.

—No lo sé...

—No te estoy pidiendo respuestas inmediatas, Sai. Piénsalo, por favor. Mírame —le pedí y obedeció—, no tengo malas intenciones. Solamente quiero un mundo mejor para todos. Yo también perdí un hermano y me hubiese encantado que su muerte no hubiese ocurrido en las sombras, como la muerte del tuyo. Ni tú ni yo podemos ir a sus tumbas. No quiero que nadie tenga que sufrir eso.

—Háblame claramente —pidió—, ¿cuál es tu meta final? ¿Destruir Raíz?

—Cambiarla. ¿Sabes cómo me reclutaron? —pregunté, apretando mi mandíbula.

—No.

—...me secuestraron. Me arrancaron los ojos y me torturaron. Me dejaron en lo más bajo, tanto física como psicológicamente. Tenía apenas 13 años. Me rompí y Danzo trató de convertirse en una suerte de figura paterna porque se pensaba que yo carecía de una y de esa forma podría manipularme a su antojo. Y en cierta parte, lo logró: me uní al hombre que le quitó un ojo a mi hermano. Me hizo pensar que estaba haciendo lo mejor para mí y para la aldea. Que me convertiría en un aporte y casi me convence de que todo lo que hacía era por y para la paz. Pero yo ya tenía una figura paterna a la que seguía y admiraba y de la que heredé su voluntad.

—¿Quién?

—Kakashi-sensei —respondí firmemente—. Durante mi segunda noche en el hospital, Danzo fue a verme con Doushi. Me dijo que si volvía a hacer algo sin su permiso o peor, le desobedecía, conocería lo que le hacían a los desertores de Raíz. 

—Y aún así...

—Aún así estoy haciendo esto —afirmé—. Estoy segura de lo que hago. Cueste lo que me cueste, construiré un mundo dónde nadie tenga que caminar por las sombras, ese es mi camino ninja. Estoy consciente de que los grandes cambios empiezan por uno mismo y luego avanzan hacia lo colectivo, por eso estoy pidiendo tu ayuda.

El último FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora