30: Uchiha Hanako

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parte uno, narrada por uchiha hanako.

La puerta del Santuario se abrió, como si la persona que estaba en ese lugar supiera de ante mano que yo iba a estar ahí.

—Sé que me encomendaste amistar las almas de Ashura e Indra, pero fallé. Madara se me cruzó en el camino y... Suena mal decir esto porque yo soy una Uchiha pero... Nada bueno sucede cuando un Uchiha se cruza en tu camino, somos como gatos negros, ¿no? —reí sin ganas—. Damos mala suerte y esas cosas.

Mamá me miró con sus ojos llenos de lágrimas y finalmente solté el sollozo que tenía reprimido en mi garganta. Vi cómo levantaba su mano y cerré los ojos esperando el golpe que me merecía por haber sido tan imprudente, pero no llegó. Solamente separé mis párpados cuando escuché el sonido de una cachetada. Mamá se había golpeado a ella misma.

—Nunca debí dejarte firmar el contrato —dijo, con su mejilla roja—. Debí haberte echado de este lugar en cuanto viniste la primera vez. Pero... me hacía tanta ilusión entrenarte y pasar tiempo contigo...

Cayó de rodillas frente a mí y me abrazó con fuerza, llorando.

—Tú no tienes la culpa de nada, mamá, fue mi decisión —murmuré, abrazándola de vuelta.

Me sentía como si estuviese en un sueño. Con el cuerpo cálido y ligero. Después de todo, no se sentía como la muerte.

Bueno, ya que voy a ser la sacerdotisa de este Santuario, realmente no estoy muerta, solamente murió mi cuerpo terrenal...

Pero ese pensamiento no funcionaba como calmante, al contrario.

Voy a estar sola aquí. Mamá se irá al mundo puro y mi alma estará solitaria hasta que venga la próxima vocera y me toque entrenarla... Voy a estar sola... No podré ver a mis amigos, a Kakashi-sensei, no sabré que carajos será de Sasuke con esas ideas raras que se le metían en la cabeza... y ahora... ¿estará peor? Es el único Uchiha vivo...

No, queda Obito, pero no creo que Sasuke le tenga mucho aprecio...

Suspiré con pesadez y me aferré al cuerpo de mamá, quién seguía llorando.

—Perdón, mamá... Moriste por mí y yo fallecí siendo incluso más joven que tú...

Me sentía como un total fracaso. Había fallado a los deseos de mi familia y había abandonado a todos mis compañeros en el plano físico.

Me quedaron muchas cosas pendientes por hacer allá abajo...

—Hanako... ¿disfrutaste tu vida? —preguntó mamá, rompiendo nuestro abrazo y sentándose frente a mí. 

—Viví muchas cosas divertidas... —reconocí— Tuve muchos amigos y experimenté un montón de cosas...

—Y moriste sellando a quién quería destruir el mundo —finalizó ella por mí—. Me alegra que seas mi hija.

—Pero allá...

—Tú ya no estás allá —declaró con voz firme. Se mordió el labio inferior y tomó aire—. Me enorgullece que tengas un sentido social tan fuerte y que siempre estés pensando en el bien de los demás, pero estando en este lugar no sacas nada con preocuparte de lo que dejaste en el otro plano. —Sostuvo mi cara entre sus dos manos y me miró fijamente a los ojos. —Ya estás muerta.

Volví a llorar escuchando esas palabras y mamá lloró en silencio conmigo. 

—Me niego a aceptarlo, si dejo de pensar en ellos, será como abandonarlos... No quiero que ellos dejen de pensar en mí, pero tampoco quiero que sufran por mí y que mi recuerdo les cause dolor...

El último FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora