35: Tiempo

5.9K 673 1.2K
                                    

Naruto sonreía ansioso y saltaba alrededor de mí como si fuera un niño pequeño, recordándome a nuestros días siendo genin.

Bueno, Naruto seguía siendo un genin.

—¡Por fin podremos comer ramen juntos, Hanako-chan!

Naruto seguía ocupado con sus estudios y yo seguía recaudando información sobre Sasuke, los demás presos y posibles procesos de rehabilitación social (además de estar entrenando con Rock Lee, que eso me agotaba más que nada en el mundo). La prisión y el departamento de relaciones externas se habían hecho sitios familiares para mí, igual que Ibiki (quién estaba encargado de Sasuke en prisión).

Tanto Naruto como yo estábamos cortos de tiempo, pero habíamos encontrado una forma de hacer espacio en nuestras agendas e ir a comer ramen como él deseaba.

—Sí, aunque no podré comer mucho...

—¿Sigues mal de salud, Hanako-chan? —me preguntó con preocupación, deteniendo su feliz andar.

—No es exactamente eso... debo cuidar mucho mi presión arterial y cosas como el ramen que tiene tanto sodio no es que precisamente me ayude.

—¿Sodio? —dijo Naruto, poniendo cara de confusión— Pero Hanako-chan, el ramen no lleva eso de sodio, lleva fideos, carne de cerdo, unos pocos vegetales...

Le di un empujoncito en el brazo mientras me reía. Reanudé mi caminar, dejándolo un poco atrás. Naruto se demoró menos de dos segundos en alcanzarme, y caminando a la par llegamos a Ichiraku ramen. El local había cambiado un poco, aunque mantenía su aura cálida de siempre.

Pedí mi ramen con poca sal y aliño y sin carne de cerdo. Desde que había salido del Santuario Kiyomizu-dera que me encontraba incapaz de comer carne, de tan solo pensarlo mi estómago se revolvía y me daban náuseas, cosa que odiaba pues me gustaba muchísimo el sabor de la carne de cerdo.

Mientras estábamos sentados esperando a que nuestro pedido estuviera listo y Naruto me hablaba de lo mucho que odiaba estudiar, me di cuenta de que era la primera vez desde que había despertado de mi coma que estábamos solos.

Jugué con mis pulgares con nerviosismo y miré el ceño fruncido de Naruto.

—Deberían ascenderme a jounin de una buena vez —gruñía—. Fuera de la aldea me conocen como el shinobi más fuerte del mundo, y aquí en mi aldea natal sigo siendo un genin.

—¿El shinobi más fuerte del mundo? Qué orgulloso te ves de ese título, uh —lo molesté con una sonrisilla.

Naruto se golpeó el pecho con un puño y sonrió abiertamente.

—¡Pues me lo merezco!

—Sí. —Viendo su sonrisa radiante, me fue imposible no poner una de mis manos sobre él y acariciar su cabello— Te lo mereces.

Naruto agachó su cabeza con una mueca de vergüenza y yo aparté rápidamente mi mano, sintiendo que mi rostro se ponía caliente.

—Más te lo mereces tú...

Llegaron nuestros pedidos y nos pusimos a comer.

—No recuerdo cómo fue la guerra así que no puedo decir nada sobre eso... —murmuré, moviendo los fideos del tazón con mis palillos.

—Estuviste asombrosa, en serio —dijo Naruto con voz ronca—. Ojalá... yo hubiese hecho más por ti...

—Naruto idiota, estoy aquí, no actúes como si le estuvieras hablando a mi fantasma —lo regañé, dándole un golpe en la nuca con mi mano abierta—. Además, sospecho que las cosas están mejor de esta manera. Si luego de usar la Semilla del Renacer no hubiese muerto, hubiera quedado paralítica o algo por el estilo, ya te lo he dicho. Y si de todas formas no hubiese ocupado la Semilla, de seguro seguiría siendo la vocera de Kannon y tendría que seguir usando el seijutsu, por consecuencia mi cuerpo se hubiese seguido desgastando. Ahora ya no soy la vocera de nadie, solamente soy Uchiha Hanako, sin sharigan, medio ciega, sin capacidad de manipular chakra y con el cuerpo reconstruido gracias a las células del Primer Hokage.

El último FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora