42: Promesa para el futuro

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—¿Hay alguna manera en la que Kakashi-sensei no se entere de esto?

Tsunade me pasó una taza llena de té y me miró con el ceño fruncido.

—Kakashi me entregaba informes semanales sobre Hanare desde que ella llegó a la aldea.

—Oh... Claro, claro, es Kakashi-sensei después de todo.

Era casi la hora del almuerzo cuando, luego de dejar a la enfermera desmayada sobre mi camilla, salí de mi habitación para alertar sobre lo ocurrido. Tsunade había llegado en un parpadeo junto con Sakura y me inspeccionaron de pies a cabeza a pesar de lo mucho que afirmé en que Hanare no me había tocado ni un pelo (más allá de ponerme el arreglo en el cabello).

Tsunade había dado órdenes de registrar todo el hospital y cerrarlo por completo, que nadie entrara ni saliera. 

Me encontraba sentada en mi camilla (ya se habían llevado a la enfermera inconsciente), con la taza de té caliente entre mis manos.

—Así que aún quedan rencores del pasado —suspiró Tsunade una vez terminé de contarle lo ocurrido.

—¿Es seguro que yo siga en Konoha? —pregunté, con mi voz apagada. Estábamos solas.

—Por supuesto, no vas a estar en un lugar más seguro que este.

—No estoy hablando de mi seguridad —repuse con rapidez—. Pudo haber muerto alguien en el camino de Hanare para llegar a mí.  

Tsunade me quedó mirando. —No es recurrente que sucedan este tipo de cosas. No volverá a suceder, solamente un tonto lo haría. Buscar venganzas a estas alturas de la historia ninja sería pedir guerra a los gritos.

—Ya.

Me quedé mirando el té. Era de color verdoso, muy claro. Podía ver mi reflejo en él. Tenía la sensación de que mis ojeras estaban más pronunciadas que nunca y mi cabello estaba desordenado gracias a lo rápido que me había sacado el arreglo del cabello.

—¿Recuerdas de qué misión estaba hablando Hanare? —preguntó Tsunade.

Yo negué con la cabeza y subí mi vista al techo.

—Hay muchas cosas que no recuerdo...

La sensación de estar varada en una isla desierta sin saber cómo había llegado y mucho menos sin saber cómo salir, volvía a mí. Esa desagradable idea que se había hecho presente en mi cabeza cuando había despertado del coma y que ya casi había dejado en el pasado, se puso frente a mí casi con burla.

Los demás recordaban mis acciones y yo no. Los demás tenían grabados a fuego los dolores que les había causado y yo no tenía idea de qué hablaban.

Yo ya no era el Fénix Negro de Konoha, pero al parecer todos me seguían recordando como tal.

Y poco a poco, sentía que perdía mi energía de Uchiha Hanako. Me decían frecuentemente que no me veía animada como antes. 

¿Cómo era antes? La certeza de la respuesta a esa pregunta se hacía cada vez más pequeña, quedándome únicamente la duda y ese maldito sentimiento de estar sola y perdida en una isla alejada de los demás.

Alejada de todos los demás.

Recordé mi sueño dónde todos los demás nos habían dejado atrás a Sasuke y a mí.

¿O nosotros elegimos quedarnos atrás? ¿Elegimos mirar nuestra maldición y abrazarla?

Elegí este camino...

¿Quién lo eligió? ¿La Hanako de antes del coma? No me siento como si fuera ella.

—Hanako —dijo Tsunade, sacándome de mis pensamientos—, te he estado hablando durante un buen rato, ¿me estabas escuchando? —Negué con la cabeza y Tsunade suspiró—. ¿Qué sucede? ¿Te preocupa que vuelva a ocurrir esto? —Volví a negar con la cabeza— Oye, habla. Me haces pensar que Hanare en realidad te mató y está tratando de suplantarte, ¿por qué estás tan callada?

El último FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora