CAPITULO 27

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-¡Maldita sea!


-¿Y ahora qué pasa Erik?- pregunto sofocada por el calor. Tras pincharse una rueda estamos apartados en la cuneta.


-¡Este maldito trasto no lleva rueda de repuesto!, ¿puedes creértelo?- contesta hurgando en el escueto maletero.


-¿Cómo?


-Pues que al parecer hay que echar este spray para repararla, eso suponiendo que fuese un pinchacito de nada, pero lo que quiera que he pillado ha rajado la rueda y esto no servirá.


-¡Estupendo!, ¿y ahora qué hacemos?, te empeñaste en venir por esta carretera secundaria porque las vistas eran espectaculares, pero lo cierto es que no nos hemos cruzado con ningún coche en ninguna de las dos direcciones.


-Tranquila, nena...conozco este camino y hay una gasolinera a unos dos kilómetros.


Ambos miramos mis magníficas sandalias de tacón.


-Lo que está claro es que tendré que ir yo solo.


-¿Y dejarme aquí?


-Con esos tacones no llegarías ni a cien metros, y alguien tiene que cuidar del coche, mi amigo me mataría si algo le pasara.


-¡Erik!...


-Vamos, cielo, no tardaré en regresar con ayuda.


-¿Pero no sería más fácil llamar a una grúa?


-Si...si hubiera cobertura...


Resoplo fastidiada y tras darme un beso en la mejilla le veo marchar con un mohín en la cara.


El calor es asfixiante, busco refugio bajo un árbol cercano a la carretera y me bebo lo que quedaba de agua en la botellita que llevaba en mi bolso.


Miro a mí alrededor varias veces, estoy en medio de la nada, al borde de un precipicio y con un maldito descapotable que no lleva ni rueda de repuesto.


"!Esto es surrealista!", dice entre risas la voz de mi cabeza.


Después de lo que a mí me parece una eternidad escucho el sonido de una moto. Miro hacia allí con cautela, pero según se va acercando reconozco la Yamaha, por la cazadora negra es Zack, estoy segura. Salgo de la sombra y empiezo a hacer señales con los brazos. Al segundo lo tengo parado ante mí.


-¡Gracias a Dios, Zack!, ¡no te puedes hacer una idea de lo que me alegro de verte- exclamo alegremente.


Él se limita a saludarme con la mano sin quitarse el casco.


-¿Podrías llevarme hasta la gasolinera más cercana?, creo que está solo a unos dos kilómetros.


Asiente y abriendo una especie de contenedor que lleva la moto saca otro casco y me lo entrega.


-¿Qué ha pasado?- le escucho decir con la voz distorsionada por el casco.


-Este coche tan divino no tiene rueda de repuesto, ¿te lo puedes creer?- contesto con ironía mientras me pongo el casco. Él me hace un ademán para que me acerque y me lo abrocha con cuidado. Después me subo tras él.


-Agárrate fuerte, este camino tiene muchas curvas.


Obedezco y me aferro a su espalda como una lapa. Antes de bajarme la visera noto el fuerte olor al cuero de su cazadora impregnar mi olfato. Después se pone en marcha a toda velocidad, cierro los ojos y me aprieto todavía más a él.


-¡Si ves a un hombre andando por la carretera me avisas!- grito por encima del ruido del motor.


En cuestión de minutos el motor se ralentiza y yo abro los ojos. Estamos entrando en la gasolinera.

Perdida en tu menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora