CAPITULO 28

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Siento un rayo de sol en la cara y mi cerebro empieza a recuperar la consciencia. Aspiro con fuerza y un agradable olor que enseguida identifico con su caro perfume que inunda mis fosas nasales, sonrío sin abrir los ojos, aún en ese camino entre el sueño y la realidad total.


Paseo mi mano por ese torso duro y de músculos perfectamente definidos que se aprieta contra mi cuerpo.


-Buenos días- le escucho decir y al instante reacciono abriendo los ojos de golpe. La mitad de mi cuerpo reposa sobre el espléndido Daniel Moore y la otra mitad sobre el mullido césped de su maravillosa terraza.


-¡Dios mío!- exclamo dando un respingo al ver que ya es de día-¿qué hora es?...!no puede ser, me he quedado dormida!


Cuando me incorporo él se remueve y estira los músculos haciendo un gesto de dolor.


-¿Por qué no me despertaste?- insisto levantándome del suelo.


-Cuando lo intenté te agarraste a mí como una lapa...- de pronto me siento avergonzada, a saber qué es lo que mi subconsciente ha hecho mientras mi cerebro no lo controlaba- dormías como un bebé, me dio pena despertarte, así que yo también me quedé dormido- añade levantando los hombros.


Miro el reloj, son casi las ocho de la mañana, me paso las manos por el pelo desesperada- ¡madre mía, voy a llegar tarde!- exclamo buscando mis zapatos- ¡y no puedo llegar tarde...a las nueve empiezo con mis pacientes nuevos!...!no, no y no, no puedo llegar tarde!


-Yo tengo que estar en poco más de media hora en una reunión muy importante- le escucho decir mientras me calzo.


-Tengo que irme a casa...ducharme y cambiarme de ropa...- insisto apurada.


-Puedes hacerlo aquí...


-No...no puedo ponerme esta ropa sucia otra vez...


-Mili puede lavarla y meterla en la secadora.


Me quedo mirándole mientras sopeso el ofrecimiento, pero decido que es mejor no aceptar, presentarme en el trabajo con la misma ropa del día anterior, eso levantaría muchas especulaciones.


-No, gracias, mejor me voy.


-No llegarás a tiempo, tienes que cruzar la ciudad para llegar hasta tu casa, y después volver a cruzarla para llegar al bufete, eso sin contar el tiempo que te lleve la ducha y cambiarte de ropa.


Resoplo, lo cierto es que tiene razón, vuelvo a mirar el reloj preguntándome como fui capaz de quedarme dormida como un tronco así sin más.


-Yo me voy a la ducha, tu verás lo que haces-me le quedo mirando mientras le veo marchar y me apresuro a seguirle.


Una vez en el piso de abajo él se dirige a su habitación, yo me quedo parada en la puerta y él se da la vuelta.


-¿Ya has decidido?


-Sí, creo que no tengo otra opción si no quiero llegar tarde.


-En ese caso quítate la ropa.


-¿Cómo?- exclamo como si hubiese dicho que los perros vuelan.


-No querrás que Mili te meta en la lavadora y en la secadora a ti también- dice irónico.


-¡Claro que no!... si me dices donde hay otro cuarto de baño...


Chasquea la lengua- lo siento...pero como habrás observado mi casa tiene más espacios abiertos que habitaciones y baños...si quieres ducharte tendrás que hacerlo en el mío.

Perdida en tu menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora