CAPITULO 35

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-Esta noche saldremos a cenar- dice mientras le froto la espalda en la ducha- conozco un sitio precioso donde hacen un pescado a la brasa estupendo.


-Me parece buena idea...-digo en bajito- sobre todo si eso te aleja de la cocina...


Se gira y me lanza una mirada de advertencia- ¿estás insinuando algo?


Suelto una carcajada- ¡no! No se me ocurriría.


Cuando salimos de la ducha nos vestimos para salir. Dan se pone una bonita camisa azul que resalta sus ojos y unos pantalones blancos. Lo cierto es que está guapísimo a la vez que informal y yo me debato entre si ponerme un vestido negro con un escote de impresión o los vaqueros.


-El vestido...- dice a mi espalda- quiero que estés muy sexy esta noche.


Sonrío mordiéndome el labio y sin más descarto los pantalones. Cuando termino de arreglarme me miro al espejo. "Si señorita", escucho decir a la vocecita de mi cabeza, "!este escote está diciendo cómeme!"


Una vez abajo Dan me dedica una mirada aprobadora y me cede el paso hacia la calle. Al salir me doy cuenta de que me dejo el bolso y me doy la vuelta para cogerlo.


-¿Buscas esto?- me dice tendiéndomelo.


-Sí, gracias.


El restaurante en cuestión es un lugar idílico con una terraza situada en lo alto del acantilado, con unas vistas magníficas. Dan habla con el metre mientras yo observo las mesas decoradas con farolillos marineros y flores blancas y azules. Un camarero nos acompaña hasta una situada frente al mar donde se puede ver el sol poniéndose en el horizonte. Me resulta extraño que la mesa sea para seis, pero no digo nada, el restaurante está al completo así que imagino que no quedará ninguna más libre. Mientras él ojea la carta de vinos yo miro el horizonte teñido de rojo por el ocaso.


-Las vistas son impresionantes-comento y después le miro.


-Estoy de acuerdo- contesta él dedicando una mirada depredadora a mi escote.


-Señor Moore...compórtese, aquí hay demasiada gente...- digo en tono burlón.


Sonríe de medio lado y sus ojos muestran una mirada inescrutable.


Cuando el camarero nos toma nota y se marcha mira a su alrededor. En la mesa de enfrente hay un grupo de hombres que no paran de mirarme y cuchichear entre ellos.


-Ese escote parece tener muchos admiradores- comenta y yo le miro muy seria.


-Te recuerdo que has sido tú el que ha elegido este vestido...


El camarero interrumpe para servir el vino. Cuando se marcha da un trago a su copa- sí...y es perfecto para lo que tengo en mente- Le miro interrogante pero él me ignora y de nuevo pasea su mirada por las mesas. Me pregunto a quién está buscando.


-¡Caballeros!- le oigo decir a los tipos de la mesa de enfrente- ¿les gustaría compartir la mesa con nosotros...?, yo invito.


Me atraganto con el vino. Los hombres en cuestión se miran unos a otros y finalmente, para mi sorpresa aceptan encantados. Los cuatro ocupan los asientos libres de nuestra mesa y se presentan. Dan hace lo propio y nos presenta a ambos. Todos me saludan educadamente dándome la mano. No puedo reprimir una mirada molesta cuando le veo sonreír. Esta no es la velada íntima que yo hubiera querido. La conversación se centra en sus diversos trabajos, los cuatro son informáticos que están cerca de aquí en viaje de negocios. Me limito a contestar a las preguntas que me formulan sobre si soy extranjera por mis rasgos, y poco más. Me cuesta disimular el aburrimiento que me producen sus comentarios y excesivos halagos.

Perdida en tu menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora