CAPITULO 23

79 10 0
                                    

Mientras me besa con fuerza empuja mi cuerpo hasta que topo con la balaustrada de la terraza. Después me suelta las manos y al instante siento las suyas subir por mis muslos y colarse bajo el empapado camisón hasta mis braguitas para romperlas de un tirón. Mi respiración se acelera, me siento tremendamente excitada y me culpo por ello. Hace unos segundos tenía ganas de abofetearlo y ahora estoy desmadejada mientras me besa con desesperación.


Cuando separa su boca de la mía, noto los labios hinchados y doloridos, no ha sido para nada un beso dulce, sino todo lo contrario, ha parecido más bien un ataque.


Le miro y me fijo que sus ojos claros ahora se ven oscuros cuando un relámpago le ilumina el rostro desencajado de deseo. Entonces me hace girar sobre mí, apoyo las manos en la piedra de la balaustrada y escucho el sonido inconfundible de la cremallera de su pantalón. Acto seguido y sin ningún tipo de preámbulo se introduce en mi interior con fuerza, hasta el fondo. Se me escapa un grito ahogado. Escucho su respiración agitada mientras sale despacio de mí para volver a embestirme con saña. Me muerdo los labios para no gritar, siento como si me fuera a partir en dos. ¡No me gusta, esto no era lo que yo quería...así no! Pero estoy como abducida y no me atrevo a decirle que pare. Dos envestidas más y se detiene. Apoya la frente en mi espalda y sale de mi interior.


-¡Maldita sea, me llevas al límite!- dice en tono de fastidio, con la voz ronca entre jadeos- ¿te das cuenta de lo que he estado a punto de hacerte?


Le escucho a la par que degusto el sabor salado de mis lágrimas en la boca.


Otra vez el sonido de la cremallera y después, para mi total sorpresa me coge en brazos con suma delicadeza. Me aferro a su cuello acurrucándome entre sus brazos mientras tiemblo como una cría asustada.


Me lleva dentro, hasta el cuarto de baño. Ambos vamos empapados. Me deposita con mucho cuidado sobre el suelo del baño. Nuestras miradas se encuentran durante unos segundos. Mi cuerpo se convulsiona presa del frío y el llanto, él se pasa la mano por el pelo, nervioso. Después abre el grifo del agua caliente y me quita el empapado camisón sacándolo por mi cabeza con suma delicadeza, como si tuviese miedo de romperme. Me quedo desnuda, él pasea su mirada por mi cuerpo, suelta el aire con fuerza y me introduce en la ducha. Me quedo mirándole a la espera de que él también se desnude y se meta conmigo, pero en vez de eso se agacha a recoger mi ropa mojada del suelo para meterla en una bolsa.


"!No te va a acompañar, está claro!", dice la vocecita. Así que levanto la cara hacia el chorro de agua caliente y dejo que la fabulosa temperatura del agua me relaje y arrastre toda la tensión que he acumulado instantes antes.


Cierro el agua y al instante él me cubre con una toalla y me ayuda a salir de la ducha. Con otra toalla me seca el pelo cuidadosamente como si fuera una niña. Mientras lo hace pienso en lo extraño de su reacción, primero ha sido un ataque, se ha mostrado agresivo hasta cuando me ha besado. Pero después está claro que se ha arrepentido y por eso ahora me trata como si fuese una fina pieza de cristal.


-Cogeré mis cosas y me marcharé a otro hotel, está claro que no te conviene estar cerca de mí- dice con voz atormentada.


Me doy la vuelta y me enfrento a sus ojos.


-No...- contesto y él me mira interrogante- vas a quedarte...y vas a hacerme el amor...


Su cara ahora se torna sorprendida, pero no más que yo misma por mi propia contestación. Es como si mi subconsciente hubiese hablado sin pasar por la censura de mi cerebro, sin lógica, sólo movida por los sentimientos.


-No sé lo que es el amor... y no quiero hacerte daño...


-No lo harás porque yo te voy a enseñar cómo se hace...

Perdida en tu menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora