Capítulo 4

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Narra Lali

Tres días después de mi secuestro, mi padre prácticamente me obligó a salir de mis clases para acompañarlo a él y a Pablo en su camioneta hasta el otro lado.

Estaba mandando mensajes por el móvil mientras ellos charlaban sobre su trabajo.

Al parecer mi padre es la única persona que se niega a aceptar que no deseo tomar su puesto mientras que sus colegas, sus amigos y mis amigos saben a la perfección que eso nunca pasará. Soy incapaz de lastimar a alguien y muy torpe con las armas y una floja.

Es decir soy una inútil como guardia.

—Mariana, deja eso ya y presta atención. —Me regaño, Carlos quitándome el móvil de las manos y poniéndolo en el porta vasos, intenté agarrarlo pero mi padre me lo impidió—. Vamos a montar una pequeña guardia afuera, pero no lastimaremos ni dispararemos a nadie.

—Está bien, ¿puedes devolverme mi móvil? —Pregunté con un puchero, mi padre rodó los ojos con fastidio. —Cuando regresemos. —Contestó, volviendo su vista a la carretera. 

—¿Y si pasa algo y no tengo como comunicarme contigo? —Cuestioné tratando de convencerlo—. Por favor.

Mi padre no me dijo nada, condujo unos minutos más con su expresión seria e ignorando mis suplicas para que me devuelva mi móvil.

—No te va a pasar nada, Pablo va a estar contigo. Ahora baja. —Ordenó deteniendo la camioneta en medio del bosque y poniendo el freno de mano—. Tú vas con Pablo, yo iré solo.

Se bajó de la camioneta después de nosotros y sacó un arma rara del cinturón de su pantalón, y se adentró solo al bosque desapareciendo de mi vista.

—¿Te llevas bien con la naturaleza? —Preguntó Pablo mientras nos adentrábamos en el bosque.

—¿Tú que creés? —Alcé mis cejas y él me miró divertido. 

—¿Eso es un no?

—Un rotundo no. —Respondí de mala gana—. Odio esto. 

—¿No estás emocionada por estar aquí? —frunció el ceño—. Miles de veces me dijiste que querías cruzar el muro.

«Si tan solo supiera. Que ya vi lo que quería ver.»

—Sí, estoy del otro lado. ¡Yupi! —Fingí emoción y Pablo río—.  Hablando de eso, ¿por qué las personas que están aquí no pueden ingresar a la ciudadela? 

—Porque son peligrosas y agresivas.

—Esa no es una razón suficiente para mantenerlas aquí. —Manifesté mi desacuerdo—. ¿Por qué no les brindan ayuda? Tal vez si...

—Lali... —Me miró seriamente y me tomó por los hombros—. Yo también concuerdo contigo, pero hay muchas cosas que no comprendes aún, ¿tu padre no te ha mencionado nada? —Negué con la cabeza—. Qué raro... 

—¿Raro? —lo interrumpí con mi voz llena de enojo hacia mi padre—. Mi padre se la pasa diciéndome "no cruces los límites" una y otra vez, y son pocas las veces en donde se tomo el tiempo de contarme cosas sobre su trabajo y la ciudadela. 

—¿No te llevas muy bien con tu padre?

—Así es. —Asentí con la cabeza—. Él vive por y para su trabajo desde que mi madre murió y casi nunca tiene tiempo para hablar con su querida hija única. Este ha sido el tiempo más largo que hemos interactuado ambos en años sin empezar una discusión a los gritos, pero por lo visto, eso no le importa ya que él se va por su cuenta y me deja a solas contigo. —Le conté mientras caminábamos y Pablo me iba a contestar algo pero escuchamos algo entre los árboles, enseguida me puso atrás de él y desenfundó su peculiar arma—. ¿Qué pasa? ¿Estamos en peligro? ¿Por qué la arma que cargas es tan extraña? 

—Silencio. —Pidió manteniendo firme el arma entre su manos, apuntándole a algo o alguien que no alcanzaba a ver.

—¿Vas a disparar? Mi padre dijo que no haríamos eso. —Protesté. 

—Tengo que hacerlo, es mi trabajo. 

—No, no tienes que hacerlo. —Me puse delante de él y bajo el arma suspirando—. No puedes hacerle daño a nadie, no estamos aquí para eso. 

—Las personas que están aquí son muy malas, lamentablemente tengo que hacerlo. —Me apartó y volvió subir el arma, esta vez cargándola y quitándole el seguro—. ¿En serio, tu padre nunca te mencionó nada?

—¿A qué te refieres? —ladeé mi cabeza sin entender. 

—Esas personas no son seres humanos, son criaturas con colmillos que viven de nuestra sangre. —Ahora estaba debatiéndome en si creerle o reírme por su explicación—. No solo están ellos, hay algo más. Unos perros gigantes que...

—Pablo, por favor. No me hagas ese tipo de bromas. —Guardó su arma—. No estoy de humor para soportarlas. 

—Hablo muy en serio, eso es lo que hacemos tu padre y yo, proteger a la gente de la ciudadela de vampiros.

Está loco, definitivamente se le aflojaron varios tornillos.

—Ajá, claro y yo soy una especie de súper espía. —dije sarcásticamente.

—No es broma. No sé por qué tu padre te lo ocultó cuando esta empeñado en convertirte en un guardia y que tomes su puesto cuando decida retirarse.

¿Saben lo peor de todo? Que cuánto más hablaba Pablo, menos creía que estaba loco. Lo que me contó, dio varias vueltas por mi cabeza: colmillos, vampiros, perros. Sus palabras encajaron perfectamente en el rompecabezas incompleto que nunca me atreví a terminar.

Ahora, ya no tenía más dudas. No puedo creer que todos lo que trabajan con mi padre y el gobierno nos oculten esta verdad.

—Oh, por Dios. —Murmuré—. Eso no puede ser verdad, no. 

—Ahora sabes la verdad sin filtros, no puedo creer que tu padre nunca te lo mencionará. ¿Estás bien? —Preguntó tocando uno de mis hombros, estaba un poco en shock—. Lali, no nos podemos quedar aquí. 

—Sí, estoy bien. —le aseguré—. Puedo seguir. Continuemos.

Caminamos por el bosque casi a ciegas, a pesar de que ambos alumbramos algo con las linternas de nuestros móviles.

Volvimos a escuchar algo entre los árboles y ambos nos miramos con pánico, Pablo sacó su arma devuelta.

—Quédate cerca son ellos. —posicionó su arma entre sus manos y me puse detrás de Pablo—. Haz silencio. 

—¿Dónde está mi padre? —pregunte y él me calló. 

—No lo sé. Pero le dije que te mantendría a salvo así que mantente detrás de mi, ¿sí? —le obedecí—. No quiero perder mi trabajo. —me sonrió, bromeando.

Un hombre rubio descendió por uno de los árboles y lo apunté con la linterna del móvil para que Pablo le disparara si nos llegaba a hacer daño.

—Están armados, ¡cuidado! —Avisó a sus compañeros el hombre rubio y su vista se enfocó en Pablo con algo de confusión en su rostro—. ¿Martínez? 

—¿Riera? —Dijo Pablo mirando al hombre fijamente; como si estuviera intentando reconocerlo, y luego bajo su arma.

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