03. Eres mi misión.

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Parte de su vida, y de la que él presumiría, fue haber sido convocado por la CIA a temprana edad. Casi 19 años, para ser exactos. No era un dato nuevo decir que Justin era un genio en absolutamente todo. Tenía el promedio más alto de toda la escuela y las propuestas a distintas universidades como Hardvard y Stanford habían llegado a él cuando había cumplido los quince años.

Pero las cosas en la agencia no surgieron viento en popa, como se dice. Cabe resaltar que el carácter de Justin tuvo mucho que ver en esto, pues cuando cumplió tres años trabajando ahí, decidió dejar la agencia después de moler a golpes a uno de los oficiales más importantes que le había tenido mala leche desde que había llegado ahí y que obviamente le jodía diariamente. No, Justin no era un tipo que aguantara órdenes de idiotas, así que simplemente decidió renunciar.

Hasta entonces, con veintiún años, una camioneta y una economía bastante buena debido a su largo tiempo en la agencia, las cosas para Justin iban bastante bien. Pero se había acostumbrado ya a la característica adrenalina que su anterior trabajo le ofrecía. Y sí, por qué no decirlo, la extrañaba. Así que un jueves por la tarde, decidió convocar a dos de sus colegas que habían dejado la CIA por situaciones similares y conversó con ellos la posibilidad de formar un grupo que resolviera misiones para el gobierno de forma independiente.

A continuación, pasarás a conocerlos:

El grupo lo conformaban dos muchachos de veinticuatro años cada uno, con las mismas habilidades que Justin poseía. Uno de ellos, Ashton Morris. El castaño fornido de ojos verdes, también había sido convocado a muy temprana edad para formar parte de la agencia. Y el otro, Chad Green, de cabello oscuro y ojos del mismo tono, que tenía un expediente similar.

Sin embargo, nunca, hasta esa noche, tuvieron una misión equivalente a tantos ceros a la derecha en sus cuentas bancarias.


~*~


[8:46 pm. Bergedorf, Hamburgo - Alemania]


Ashton estacionó la Ford Raptor blindada en una esquina oscura, justo al frente de una cafetería rústica del distrito de Bergedorf. En el asiento copiloto, Justin se acomodaba el micrófono invisible bajo el doblaje de su saco de cuero. Lo probó un par de veces y Chad le dio el visto bueno, sentado en los asientos traseros del vehículo. Este había instalado un equipo de espionaje que manipulaba en su laptop, que contenía desde GPS hasta rastreadores.

—Si las cosas se ponen complicadas, necesito que entres a la cafetería cuanto antes.—le indicó Justin a Ashton.

—¿Realmente crees que algo podría salir mal? es decir, mírala... —los dos muchachos voltearon la mirada en dirección a lo que Ashton señalaba. Pudieron ver a la chica a través de las lunas de la cafetería—Parece una hija de puta bastante normal. Inofensiva, tranquila.

—Esas son las peores.—se burló Chad desde atrás.

—Quizás sea inofensiva, pero si se ha mudado hasta Hamburgo es porque sabe el poder que tiene. Y podría salir corriendo y simplemente huir como lo ha venido haciendo desde hace tiempo.—respondió Justin, sin ganas de bromear.

—Una chica lista, ¿eh?—Ashton levantó una ceja.

—Exactamente.—soltó Justin casi al unísono, abriendo la puerta copiloto de la camioneta.—Ya saben qué hacer.—les dijo a ambos antes de cerrar despacio y caminar tranquilamente en dirección a la cafetería.

Antidote | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora