55. Quédate.

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Apretándola de las caderas, empezó a besarla en los labios. Un beso rápido y necesitado, lleno de furia, de nostalgia, de pasión. Cada parte de su cuerpo se tensó al sentir a Brook retorcerse bajo su tacto, encendiéndose bajo ese roce de pieles que era capaz de excitar a cualquiera que tuviese dos dedos de frente. El chico le apretó la espalda, y un gemido parecido a un sollozo salió de los labios de ella. Se separaron un poco, pues él empezó a notar que Brook estaba llorando en susurros. Le limpió las lágrimas con cariño, le susurró un par de cosas, le acarició con sigilo el rostro, la cintura, los muslos... Y ella empezó a besarlo en el cuello desesperadamente; pequeños besos húmedos, como si estuviese intentando hacerse entender a ella misma que todo esto... era real.

—Estoy aquí.—le susurró él mientras la cogía del trasero y hacía que el cuerpo de Brook se uniera al suyo. Podía percibir su excitación formarse en su piel al sentirla erizarse, al sentirla vulnerable, débil. Él también estaba muy débil, muy frágil. Sentía que con solo una palabra suya, un gemido o un sollozo, sus ganas por hacerle el amor terminarían ganando. Aunque ese no era el lugar, ni mucho menos el momento, la forma de amar de Justin era esa; entregándose.

La había necesitado tanto que incluso escucharla respirar había sido cómo sentir que su alma volvía al cuerpo. Que él volvía a su hogar. Habían sucedido tantas cosas en ese lapso, que tenerla a ella en ese momento, abrazándole y derritiéndose bajo sus brazos, era la mejor de las recompensas. La quería, la amaba, la admiraba tanto por todo lo que había hecho, adoraba esa valentía que se despilfarraba en ella y que eras capaz de percibir con solo mirarla. Su inocencia, su amor por las cosas, por la vida. ¿Cómo no iba a estar totalmente loco por ella?

—Perdóname...—los susurros de Brook eran casi ininteligibles. Estaba tan quebrada y llorando sin control que el corazón de Justin se apretó en un puño duro. —Debí hacer lo posible por quedarme contigo, pero es que...

Sin decirle nada, Justin volvió a callarle con un beso. Un beso que lo acompañó con la sintonía de su lengua, cogiéndola del rostro con ambas manos. Un beso largo, sonoro, lleno de gemidos y respiraciones agitadas, de lágrimas, de corazones latiendo, de pulsos yendo a mil por hora. Solo se detuvieron para respirar, para mirarse, como si solo aquello fuese la garantía de que todo esto estaba pasando. Justin volvió a cogerla del rostro y la besó tantas veces como pudo. Era el beso más intenso que se habían dado jamás. Se necesitaban de una manera tan intensa, pasional, apremiante. No solo tenían guardadas aquellas ganas por tocarse, sino también dolor, frustración, ira, desesperación, amor.

—No quiero volver a sentirte lejos, joder—soltó Justin con la furia marcándose en las venas de su cuello, mientras la apretaba a ella de las caderas, mientras le acarciaba el cabello, la espalda, el cuerpo entero.—No voy a soportar volver a tenerte lejos, mi amor...—ahora la mirada del muchacho reflejaba una mezcla de sentimientos encontrados. Estaba cabreado, pero frágil, agotado, herido. Sabía que él podía soportar muchas cosas que pudiesen pasarle en la vida, pero si volvía a perder a Brook... Si volvía a sentir aquella sensación asfixiante y debastadora, ni siquiera él mismo sabía de lo que podía ser capaz. Estrechándola contra él con sus fuertes manos, le susurró:—Necesito hacerte el amor, Brook...—esta vez la voz de Justin se había tornado gruesa y anhelante. Estaba tan tenso y su corazón latía tan rápido que no sabía cuanto tiempo más duraría sin poder hundirse en el cuerpo de su chica.

Al escucharlo decir eso, Brook no pudo evitar sentir un vaivén de sensaciones en su estómago que golpearon fuerte. Se sintió de inmediato en la necesidad de sentir a ese hombre dentro de ella en todo su esplendor. Lo deseaba, lo anhelaba tanto al punto de enloquecer; lo quería tocándola, escuchándola pedir más, rogarle por más, sentir su espalda ancha humedecerse por el sudor de su orgasmo, escuchar sus gemidos graves, sentir que ese momento podía reemplazar todo lo absoluto y común del mundo en el que ahora vivían. Necesitaban un momento propio... De ellos dos, para ellos dos... Darlo todo, hasta la última gota de fuerza.

Antidote | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora