—¿Qué?—las manos de Justin perdieron el equilibrio y dejaron caer la pequeña maleta al piso.—Lo que has escuchado.—frente a él tenía a una Brook con los ojos temblorosos y a punto de llorar, sin embargo, en su mirada no había nada que demostrara indicios de debilidad.
Su decisión sería irreversible. Lo supo cuando la vio, cuando escuchó aquellas palabras salir de su boca.
Pero él no podía permitirlo.
—Esto no depende de ti. —exclamó Justin, plantándose en frente de ella.
—¡Claro que depende de mí!—gritó la chica con desesperación, acercándosele aún más—Justin, soy lo único que les queda. —Brook no pudo evitar quebrarse al susurras esas últimas palabras.
—No, no es así. Son Estados Unidos, Brook. —dijo el chico, mientras recogía del suelo la maleta y volvía a llenarla una vez más. En un acto desesperado por mantener el control. —Se les ocurrirá algo hoy, mañana o en algún momento. Mientras tanto tú, vienes conmigo.—sentenció determinante.
—Dame una buena razón por la que tengamos que irnos de aquí. —pidió ella, sabiendo que no encontraría de todas formas una buena excusa.
—¿Tu vida no es una buena razón? —Justin alzó la voz en medio de la habitación, subiendo los brazos en un ademán por hacerle entender las cosas. —Escucha, esto no era parte del plan ¿está bien? Nunca nadie, en ningún maldito momento, mencionó el hecho de que tenía que sucederte algo a ti.
—Oh... —Brook soltó una triste sonrisa irónica. —¿Vas a decirme ahora que no lo sabías?
—¡Por supuesto que no!—explotó Justin, cogiéndola del brazo y apretándola contra él. Esta vez sin detenerse un solo segundo en demostrar su desesperación, su pérdida de cordura. —Crees que... ¿Crees que habría llegado hasta aquí para ponerte en peligro? —gritó con fuerza, con las venas marcándose en su garganta y los ojos puestos en Brook fijamente, viéndola llorar. —¿Eso es lo que crees?
Ambos mantuvieron la mirada por un par de segundos llenos de intensidad, de tensión, hasta que ella, con una fuerza que apareció de la nada, se zafó de su agarre.
—Pues es la única salida que veo. —dijo, apartándose despacio.
—Olvídalo. —Justin le dedicó una sonrisa nerviosa. —Vendrás conmigo, y no es una maldita pregunta. —el chico cerró la maleta y la tumbó sobre el piso. —He empacado lo necesario, así que...
—Quiero hacer esto. —la forma en la que Brook dijo esa última frase, heló la piel de Justin hasta el punto de hacerle temblar.
—¿Perdona? —le preguntó, girándose para mirarla.
—Quiero ir a Washington. Quiero seguir con lo planeado.
—Sí, vale... —sonriendo e ignorándola por completo, Justin la cogió de la muñeca bruscamente, arrastrándola hacia la puerta de salida.
—¡Tú no puedo decidir por mí! —Brook le empujó con ambas manos sobre el pecho, haciendo que el chico se tambalee sobre sus talones. —Si por un momento he creído que me conocías de verdad, pensé que habrías entendido que debo hacer esto. Que debo quedarme. —le dijo esta vez suavizando un poco el tono de su voz, intentando hacerle entender su deseo. —Te lo dije, Justin. Todos estamos aquí por alguna razón. Y no voy a irme sabiendo que hay personas que dependen de mí. Incluso tú, Justin. Hay tantas personas en el mundo que necesitan que haga esto por ellos, q-que merecen vivir mucho más que yo...
—No. —él negó rápidamente. —Y una mierda con eso, Brook. No hay nada que tú o yo les debamos a esas personas, ¿vale? Los humanos son inútiles, egoístas, estúpidos. Puedo apostar que ninguno de ellos ama la vida como lo haces tú. Así que si el destino de todos ellos es morir, pues créeme que me acostumbraré a la idea de que eso pase. Pero... —tragó duro, rogando dentro de sí por no quebrarse en lágrimas. —No voy a dejar que seas tú quien de la vida por todos ellos. No lo valen.
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Antidote | terminada.
Fiksi PenggemarLos rumores de un antídoto que salve a la humanidad de una posible epidemia son reales: se encuentra en la sangre de una chica. Para esa importante misión, los gobiernos del mundo solicitan los servicios de uno de sus mejores agentes, Justin Bieber...