24. Experimento fallido.

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Cuando Justin salió de la bóveda, sintió de inmediato la mirada de todos clavarse sobre su persona. ¿Qué había pasado allá adentro? Había sido un remolino de emociones que en ese preciso instante no podría explicar. Pero la verdad era una sola: estaba jodido. Estaba angustiado. Estaba demasiado preocupado para ser Justin Bieber.

Brook regresó a la bóveda, ahora con una bata larga que le daba hasta la altura de los muslos, una mascarilla quirúrgica y una cola de caballo bien hecha que no dejaba escapar ningún cabello. Dos hombres con válvulas de exhalación y trajes herméticos iban detrás de ella. Cuando estuvo a punto de entrar, le dedicó una última mirada a Justin y este no pudo evitar tensarse todavía más al percibir su miedo.

Madre mía, empezaba a sudar y a sentirse más incómodo que la mierda.

Desde afuera las mamparas transparentes le permitían ver todo: Unos de los hombres conectó a Brook a la máquina (entre tubos que partían conectados desde sus venas hasta el aparato), el otro le indicó un par de cosas, a lo que ella asintió despacio y dudosa; pasaron a inyectarle un par de sustancias, ataron sus extremidades-brazos y piernas-con cinturones de cuero a los tubos de acero de la camilla y los micrófonos se encendieron dando pase a la voz de uno de los hombres:

—Anestesia puesta, empezaremos en cinco minutos—indicó.

Alrededor todo estaban ya en sus posiciones, algunos monitoreando el compartimiento de Brook desde los monitores de seguridad, otros murmullando entre ellos y otros analizando las cifras de su organismo -desde su hemoglobina hasta el funcionamiento exacto de sus células-. Se percibía un ambiente tenso, ansioso; todo el mundo ahí adentro estaba a punto de presenciar lo que por años habían intentado crear desde sus laboratorios. Y solo en ese momento, con ella, solo con esa persona... lo conseguirían.

Justin apretó los puños. El cuerpo de Brook reposaba sobre la amplia camilla y ahora mismo sus ojos ya no reflejaban nada; la anestesia que le habían aplicado podía adormecer a un ser humano incluso dos días, tres días, una semana, lo que quisieran. Poco a poco, la chica pasó a dejarse llevar por la sustancia y cerró los ojos, quedándose completamente adormecida.

A continuación, el hombre dentro de la bóveda volvió a hablar:

—El experimento comienza en tres, dos... uno.—hizo una señal con la mano y Tomas habló desde su micrófono.

—Empecemos.señaló y todo el laboratorio se convirtió entonces en una especie de colmena donde todos trabajaban al mismo ritmo del otro.—Primera prueba: radiación.—dijo por el micrófono y el hombre dentro de la bóveda pasó a inyectarle a Brook una sustancia espesa de color verde oscuro. Todos alrededor se pusieron alertas.

El pulso de Justin nunca había ido tan rápido. Vio al hombre quitar la jeringa y una parte de él se estrujó por dentro. Radiación... Brook podía con eso. Tenía que confiar en ella. Siempre había confiando en ella; en su antídoto. En su sangre. Pero ahora mismo le sabía tan mal verla así. No había imaginado que la escena le incomodaría tanto; aun sabiendo que las defensas de Brook podrían con eso, él empezaba a pensar que sería él quién no podría soportarlo.

Cinco segundos después, todos clavaron la mirada en la máquina al costado de la camilla: La línea de vida de Brook, en el monitor cardiaco seguía intacta. Moviéndose de arriba hacia abajo. Sin ningún problema. Como si nunca hubiese sido sometida a algo. Mucho menos a una radiación química.

Alrededor todos aplaudieron y Tomas se acercó a Justin, dándole unas palmadas a su hombro derecho.

—Parece que has encontrado a la persona correcta.—le felicitó y Justin soltó una sonrisa a medias. 

Antidote | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora