13. Una noche de hotel.

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Justin aparcó la camioneta en el estacionamiento de un viejo motel que estaba en medio de la carretera, pues no había nada mejor a cien kilómetros a la redonda.

Había avanzado ya unos kilómetros para llegar a Paris, pero debido al tormentoso clima y al largo tiempo que Brook se había tomado en el cementerio, era mucho más seguro dormir en ese hotelucho de quinta que continuar.

Brook lo miró de reojo al percatarse de la pinta del hotel y le dedicó una sonrisa burlona. Parecía uno de esos lugares donde los esposos se follaban a sus amantes, o algo por el estilo. 

—¿Dormiremos aquí?—preguntó ella, en un tono divertido.

—Dormirás. Yo estaré vigilándote. —le respondió Justin apagando el motor.

—¿En serio crees que podrían llegar hasta aquí?

—Te sorprenderías de todo lo que son capaces, nena. —el chico intentó bajar de la camioneta para descargar las armas del vehículo, pero la voz de Brook lo detuvo.

—¿Puedo preguntarte algo?

Cuando Justin la escuchó decir eso, supo de inmediato a qué podía estar refiriéndose, porque él tampoco se podía quitar la imagen de ambos besándose. Tocándose. Sintiéndose.

—Dime —le dijo, volviendo a acomodarse en el asiento. Sin mirarla, siempre sin mirarla.

—¿Qué ha sido lo de antes? —la voz de Brook era lo más tierno que él había oído nunca, y lo era todavía más preguntándole eso. Le sabía demasiado duro ser frío con ella en ese instante.

—¿El qué?—disimuló él, y apretó sus manos contra el timón. 

—Me besaste. — Brook fue directa. Justin endureció la mandíbula.

—Brook...

—¿Ha sido otro calentón de los tuyos? —la chica enarcó una ceja, mirándolo tan fijamente que Justin pensó que no resistiría más estando inmóvil en su sitio. Ciertas emociones empezaban a despertarse en él cuando Brook lo miraba de esa forma. Emociones que lo llevaban a excitarse muslo abajo.

—Supongo. —contestó él.

—Oh, vale.

—No te molesta ¿o sí?

—Supongo que es normal para ti ir y besar mujeres como si nada ¿verdad? —preguntó Brook de forma sarcástica, un tanto herida interiormente por la apática respuesta de Justin y por su maldito cambio de carácter frecuente.

—¿Estás enojada?—Justin se giró para mirarla. Dios, cabreada otra vez. Aquello le fastidiaba. No por el hecho de que lo estuviera, sino porque él era el causante.

—No. —negó Brook y bajó de la camioneta, a grandes zancadas.

El muchacho puso los ojos en blanco y dejó escapar un suspiro repleto de frustración, bajando de la misma forma del vehículo. Cargó la pequeña bolsa de ropa que Brook había traído y también bajó el portafolio mediano que contenía sus armas, caminando detrás de ella hacia la recepción del hotel.

—¡Buenos días! —les saludó un hombre calvo, viejo, con mirada inquietante y una camisa manchada de grasa —¿En qué puedo ayudarles?

Antidote | terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora