Todos los días me acuerdo como si fuera ayer, o quizás es que todos los días es su día siguiente..
¿Qué tendría, 8 años? recuerdo como todos los sábados mi madre, recién separada de mi padre, me llevaba a una tienda cerca de la panadería a comprar chuches o pipas, se preocupaba mucho por mantenerme los sábados y domingos ocupado ya que dejé de ver a mi padre los fines de semana, y además no tenia muchos amigos. Y siempre por la mañana íbamos a por el pan, dar un paseo , a la tienda de chuches y luego un refresco en el bar de enfrente...todas las mañanas de todos los fines de semana.
También recuerdo que yo llevaba unas semanas haciendo algo fuera de lo común en nuestro pequeño recorrido, en una de esas cajas de cristal donde había caramelos, regalices, pipas... había uno siempre lleno de cacahuetes, digo siempre lleno porque era verdad, creo que nadie de por aquí compraba, pero ahí estaban. El caso es que cogí una manía muy tonta, recuerdo la primera vez como me quede mirando la caja y metiendo mi mano sin siquiera saber lo que estaba haciendo, para cuando tenía el cacahuete en mi mano lo primero que se me ocurrió es mirar al encargado hablando con mi madre, no se habían dado cuenta, no me prestaban atención. Yo tampoco preste atención a que mi mano se había escurrido hasta el bolsillo con el botín, mi madre estaba pagando lo de siempre, y yo mientras tenia un escalofrío encima de los hombros, como si un granizo de culpabilidad me rociara congelándome los músculos, haciéndolos inservibles para algo que no fuera moverse como un robot de los 80, y que incluso mi voz temblara, EN PLENO JUNIO.
Sabes esa sensación cuando estas satisfecho, cuando te has desahogado, cuando discutes y al final te dan la razón o incluso cuando te sientes bien por haber hecho algo extremadamente difícil...fue diez veces eso, al salir por primera vez con ese fruto seco en mis pantalones vaqueros con ocho años fue el mayor placer que hasta entonces había probado, mi suspiro de alivio al no haberme pillado nadie se convirtió mas en un suspiro de placer, cuando era niño lo asocié a cuando comes algo muy muy muy rico y además de vuelta a casa aun sentía ese sabor rondando mi cuerpo.
El cacahuete simplemente lo tiré cuando mi madre no miraba, no me gustan, nunca me han gustado, tenia las chuches de mi mama, yo solo robé ese cacahuete, sin ninguna intención añadida. Pensaba dárselo a un elefante o algo así, pero mi madre no tenia mucho tiempo para ir a un zoo, asique lo mejor era deshacerse de las pruebas.
Tres semanas repetí el procedimiento hasta que un día al levantar la vista mi madre me vio perfectamente lo que hacia, me hizo señales con la cabeza de que dejara eso donde estaba, por la presión del momento yo hice exactamente lo que decía y el encargado no se dio cuenta de nada, eso si a la salida...
-¿¡Se puede saber que hacías?!-Me gritó mi madre.
-Yo solo...nadie compra nunca cacahuetes mama...-En ese momento creí poder convencerla de que no era tan malo.
Empezó un largo monólogo sobre porque robar esta mal y la posesión de las cosas y todo eso, esos mismos cacahuetes llevan ahí meses, seguramente estén pochos por dentro, los tiene por tener, no los necesita, no los usa, y llevármelos... me hace sentir bien.
-¿¡Me estas escuchando?!-
-Si mama...-Se estaba dando cuenta de que no la escuchaba.
Me sentía mal, tres semanas después de conseguir el mayor placer de, por ahora, toda mi vida me sentí fatal, mi madre se había enfadado, mucho, me había pillado y eso era malo, muy malo, sentía un pinchazo por dentro, aunque encontré las palabras adecuadas y al fin respondí.
-No me verás coger nada más mama, te lo prometo-Se lo dije sincero y decidido.
-Eso espero, mi pequeño Alberto no será un vulgar ladrón, ay tontorrón se que no faltaras a tu palabra-
Si, me llamo Alberto, y tranquilos no la mentí, ni ella ni nadie más me vería robar nada, no me volverían a pillar jamás, eso lo tenia claro.
No fue nada fuerte, nuestra travesía volvió a la normalidad a la semana siguiente, aunque en unos meses vacié la caja de los cacahuetes.