Segundo mandamiento

59 3 0
                                    

2013, segundo de bachillerato, aula de filosofía, había que subir muchas escaleras para llegar, entrabamos todos en manada a la clase, mi sitio al contrario que en las demás clases era en primera fila, aunque estudiaba ciencias siempre me interesó la filosofía, podría pasar de todo y llegar a ser uno de esos hombres que se acarician la barba canosa una y otra vez pensando en por qué ''todo junto'' se escribe separado y ''separado'' todo junto, y acaban su vida dando clases a otros animándolos a seguir con su investigación sobre la dialéctica del ser humano en ser tan estúpido como para crear palabras que a simple vista te dan una sensación contraria a su significado.

Justo detrás mía, con un olor a colonia cara se sentaba Daniel, el chulito de la clase, debía tener los huevos muy gordos, siempre se sentaba con las piernas abiertas, parecía un gas que tiene que ocupar todo el espacio posible. Es el típico, el que se mete con todo el mundo y tiene la novia mas buena, tiene dinero e incluso va al gimnasio, quizás yo también debería ir, y lo de la chica no me importaba, no me sobraban ojos para ella, estaba más centrado en una chica a un movimiento de alfil de mi, y solo un alumno me estorbaba en tener una vista perfecta de aquella chica, si Miguel no tuviera la cabeza tan grande puede que viera algo mas que las puntas teñidas de ella.

En lo que pensaba todo eso me senté en mi sitio, eso si, no sin mi típica diversión, Miguel estaba justo detrás mía al entrar a clase, me paré en seco y el me empujo e incluso me pidió perdón, en lo que el me empujaba ya le había quitado el portaminas que le sobresalía del bolsillo, luego cuando la profesora pasó a mi lado la pregunté una tontería sobre Schrodinger que sabía perfectamente y use dos hojas que llevaba ella encima como ejemplo de su teoría más famosa, o al menos ella creyó que eran dos, en realidad eran tres, y al devolverle solo dos conseguí una de la nada, el secreto era actuar con normalidad.

Dios, era un chute de adrenalina, yo había bebido alguna vez y fumaba, como la mayoría, pero esto... la gente que se chuta drogas duras debe sentir esto.

La hoja era una de las copias del examen que íbamos a tener la semana que viene, no lo leí, directamente lo tire a la basura, una bola y tres puntos desde fuera del área, si la gente supiera lo que estoy haciendo me llamarían loco, pero no podía caer. Solo me había impuesto una regla a mi pequeño hobby, no robaré por posesión, no quiero ni necesito nada de lo que robo, por eso metí el portaminas de Miguel en la mochila de Daniel, el chulo ya sabes, y solo había que esperar. Cinco minutos sentado y saltó.

-¿Y este portaminas?-Se pregunto Daniel

-¡Ese es mío, me lo has robado!-Gritó Miguel

Sabía perfectamente lo que iba a pasar.

-Al jefe de estudios, vamos-Le ordenó la profesora a Daniel-No es la primera vez que yo recuerde, ¿Cuándo aprenderás?-

-Pero profe...-Daniel estaba muy confundido, hasta me hizo un poco de gracia.

-¡Vamos!-Gritó por ultima vez Mónica,nuestra profesora.

Daniel desapareció tras la puerta, ¿Soy una especie de justiciero?, no, me da igual que se meta conmigo o con cualquiera, pero esto ha sido divertido, robar por venganza no me da la misma sensación, esa clase transcurrió sin más incidentes.

En esa época era un estudiante modelo, sacaba buenas notas y no tenia muchos amigos, mi madre estaba orgullosa, quedaba poco para selectividad y anclar mi vida a una universidad y a las salidas que tenga...que deprimente, monotonía, estar sentado, estudiar, estudiar y no hacer nada...mi hobby me sacaba de eso.

Recuerdo una vez que presencie un atraco en una de las tiendas de mi barrio, entró un encapuchado con una navaja y pidió todo el dinero de la caja, la pobre señora encargada del local se lo dio, yo me quede quieto, no hice nada, solo observar. Pedí disculpas a la señora por no hacer nada, ella dijo que tampoco podía, que era peligroso. Le estuve observando, llevaba pantalones pitillos asique se notaba que era delgado por muy grande que fuera su sudadera, su voz... fumaba, y seguro que mucho antes de atreverse a hacer esto, era diestro y tenia un reloj digital que marcaba los segundos, un reloj muy común, desde que vi el reloj conté los segundos uno tras otro, hasta que se fue y puse mi reloj sincronizado con el suyo.

Pasó una semana y un recreo que salí fuera a fumar Daniel estaba con su hermano, era él, el hermano tenía los mismos pantalones, el mismo reloj, y yo solo para asegurarme me acerque un poco y conseguí ver su segundero...Perfectamente sincronizado con el mío. Esa misma tarde se lo dije a la señora de la tienda, que llamó a la policía para decírselo aunque me guardo el secreto y dijo que fue ella quien lo reconoció. Le cayó una multa y trabajos comunitarios, pero a la próxima...

Dejé mi reloj como estaba, un minuto y ventitres segundo adelantado, como recuerdo. El solo era un aficionado, tantas pruebas, tan tosco e impredecible, no tendría ni un buen plan...

Quería hacerlo un día, robar en un sitio grande, jugármela de verdad, un plan de ataque y de huida...eso me haría sentir... un dios. Debía hacerlo.


RobófiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora