Uno no tardo en llegar con un encargado del banco, Uno estaba irreconocible, peluca y barba postiza, además de unas lentillas azules, y una falsa barriga, creyeron que trabajaba para el alcalde, pero para cuando llegó el mensaje de negación, era demasiado tarde.
-Por favor, no nos haga daño, el trabaja para el alcalde, no te metas en un buen lio- Dijo el encargado que acompañaba a Uno.
Uno estalló a carcajadas, una risa un tanto malévola , aunque claro venia al caso, estos hombres y mujeres nos vieron como los malos, los que tienen que ser detenidos.
-La policía vendrá antes de que cojáis nada- Dijo el único guardia.
-Bueno para eso ya vamos dos pasos adelantados, ¿Verdad Uno?- Dije sonriendo, aunque bajo el pañuelo no se me veía.
-Vámonos de una vez, lo tengo todo- Me respondió.
Las caras de los pobres que acabaron allí agachados fue tremenda, no podían creer ni comprender nada de lo que había pasado, aunque no lo pareciera estuvimos dentro poco mas de 8 minutos, y la alarma empezó hace unos tres minutos, la policía aun no había ni arrancado, nos fuimos andando tranquilamente con el maletín lleno de dinero en efectivo, sin prisa pero sin pausa, tocaba lo mas difícil.
Teníamos que andar dos calles hasta llegar a un mercado que se había organizado en una plaza cercana, no había cámaras ni casi seguridad, y muchísima gente estaba allí para hacernos de muro.Al llegar solo nos quitamos la ropa sin que nadie se diera cuenta, arrugamos todo y lo metimos en una maleta grande que escondimos debajo de uno de los puestos, el de joyería barata, el mercado estaría hasta mañana, podríamos volver a recogerlo.
Fue perfecto, para cuando vimos pasar a la policía ya estábamos volviendo a casa, volvimos directamente a la nave abandonada, pasando por sitios donde uno se podría perder, un centro comercial y el metro, solo éramos cuatro personas entre multitud, no éramos mas que gotas en el mar, pero en realidad no, en realidad éramos escritores, escritores de nuestro destino, leyendas que se mezclan entre la seriedad y sencillez del mundo, motas de polvo que robaba pelusas en una alfombra.
Miré a mi alrededor, éramos números, pero los números que elegimos, no el número del DNI, no nuestra edad, ni el número de la seguridad social, ni el de un despacho tampoco la nota de nuestra selectividad. Éramos los números del cambio, la clave de la caja fuerte de la libertad y el libre albedrio.
Entonces una voz en mi interior me dijo algo muy claro, una frase que me recordaría por que quiero cambiar mi mundo.
El mundo no necesita héroes, necesita profesionales.
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