Siempre iba al bar más cerca del instituto a comprar el tabaco, no solo porque estaba cerca, a veces me cruzaba allí con la chica de las mechas, me gustaba, o eso creía. Nunca me había gustado una chica antes, no soy muy aficionado al porno ni a las mujeres en general, pero era una pequeña excepción, pequeña porque era bajita, mechas rojas, ojos marrones... no era muy cotizada. La razón simplemente era porque según había oído en las pocas conversaciones de chicos de mi clase era que la denominaban una tabla de planchar, plana, de tetas quiero decir.
Yo no soy un modelo de gallumbos, era alto y grande, grande y con barriga, mi barriguita cervecera. Si alguna vez una mujer se ha fijado en mi era para sentir lastima.
Pero un día estaba allí por mi próximo objetivo, la tienda de al lado del bar, una tienda de informática, la única del barrio, precios desorbitados y los encargados padre e hijo, bordes rozando el ser gilipollas, me pase allí dos semanas planeando todo, incluso compré unos cascos por 8 euros que se estropearon en una semana.
Tenían una única cámara de vigilancia que veía perfectamente todo el mostrador, necesitaba ropa para que no se me reconociera, y un arma de disuasión, un horario, un guion. Practiqué posturas en mi espejo, que fueran contrarias a las mías habituales, y un texto corto, decir lo necesario y poder cambiar la voz un poco. La ropa me costó en total 32 euros, y entraba en mi mochila perfectamente aunque ese día no lleve el libro de matemáticas que lo compartí con Soraya una compañera, intima amiga de Verónica, que en matemáticas estaba sentada a un movimiento de caballo a lo largo.
O si, así se llamaba doña mechas de fuego tabla de planchar, Verónica, Vero para los amigos, como aun no lo éramos la seguía llamando por su nombre completo en mi cabeza.
Ese día mi compañera de libro Soraya intento descubrir algo de mi, creo que se aburría y yo fui sincero en todo lo que me preguntaba , aun así tenia la mente en la tienda.
Antes de salir de clase me puse la ropa en el baño, guantes, pantalones anchos, sudadera con capucha...Lo suficientemente grande como para ponérmelo encima de la ropa, pasaría calor pero era perfecto, mi mochila iba por dentro de la sudadera, incluso al salir nadie me miro con la capucha puesta.
Fui rápido, a esa hora no había nadie en la tienda, entre y salte el mostrador, me puse a su lado y pegué el cuchillo a su cuello, ahí estaba otra vez, la ventisca en mi espalda, le susurraba al oído.
-No me hagas daño colega- Se puso nervioso, era Hernández hijo, mejor.
-Abre la caja y dame 40 euros, justos- Le susurre al oído, era perfecto para que no me reconociera la voz.
El mostrador no se veía desde fuera mi plan era perfecto en todo..
-¿40 solo?- Replico
-Si- Sabia que se extrañaría aunque era idiota recordando que hay mas en la caja.
Me dio los 40 los cogí y cerré ese puño, con un plástico de embalar le até una mano a el mostrador, y me fui.
-Gracias por tu colaboración- Me regodee un poco.
-Hijo de...- Cerré la puerta y no escuche el final de su insulto.
Empezó a gritar pero nadie se percataba, yo solo andaba deprisa, me metí en una calle secundaria donde había un contenedor para donar ropa donde puse todo lo usado para el atraco, nadie me vio.
Con ropa normal esperé 30 minutos, al volver a la tienda estaba la policía, entre.
-¿Qué a pasado?- Pregunte con mi voz normal, me hacia hasta risa.
-¿Que haces aquí niño?- Dijo Hernández hijo.
-Mis cascos están rotos- Repliqué
-Pues cómprame otros joder, me acaban de robar 100 euros un puto ladrón, necesito dinero.- Dijo confiado.
¿100? Claro, 40 de verdad y 60 que te quedas tu y no se lo dices a tu padre, además solo me saca dos años por que me llamara niño.
-Estos, tome, ¿Tienes cambio de 20?- Su propio dinero claro esta.
-Si toma-Me tiró el dinero al mostrador-Lárgate-
-Si señor- Respondí
40 robados, 8 por mis cascos, 32 por la ropa... Y cuando llegué a casa...Creo que ese día hasta me puse cachondo.
Busqué Cleptomanía en internet, no se ajustaba a mi, yo no quería poseer nada, yo solo quería esa sensación, esa sensación de...No me han pillado, y lo hago porque puedo.
Bueno, si estoy loco, me gusta.