Capitulo 25.

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Miro fijamente la casa y me volteo a ver, me pidió que le hablara a Mireya, dudé un momento y él insistió, yo le mande un mensaje y ella salió al rato, se veía tranquila hasta que vio a Pepe, no podía leer bien lo que significaban sus gestos, Pepe se veía nervioso como casi nunca lo veo.

-Buenas noches, soy José Madero... Seguro me conoce, pero no de la manera que quisiera, probablemente piense que soy un idiota por lo que ha pasado con su hija... Con la hija de su esposo.
-Hola, Pepe. Créeme te conozco demasiado bien en muchos aspectos. No te preocupes, yo no juzgo... Mucho. Pero quiero que me demuestres que vales la pena para mi niña, no es mi hija, eso es obvio. Pero la quiero como tal, así que te quiero pedir algo, cuídala. Ha pasado mucho y lo que menos necesita es que alguien llegue a tratarla mal.
-He sido un idiota desde el principio, pero quiero que sepa que nunca lo he hecho con intención.

Mireya y Pepe estuvieron platicando un buen rato mientras yo solo veía la entrada de la casa, tenía miedo que alguien saliera y nos viera... Lo vieran. Mireya era muy difícil de convencer y Pepe era muy terco, juntos estaban haciendo una buena batalla, me causaba algo de gracia verlos hablar sobre mí como si yo no estuviera presente, el celular de Pepe sonó, volvía a ser Rojo, le pidió disculpas a Mireya, yo la abrace y veía como Pepe se volvía a tragar otro regaño pero por la voz era Arturo, me acerqué y le pedí el celular, me lo entregó sin avisarle a Arturo.

"-¡Es que eres un inconsciente! No nos puedes dejar parados así, entiendo que la hayas cagado y yo también me preocuparía como un idiota por Alana. —Sonreí ante eso. —Pero no nos puedes dejar así.
-¿Ya acabaste? —Dije riendo.
-Hola, Alana. Pequeña, ¿cómo estás? —Sonaba sorprendido.
-Pues podría estar mejor.
-¿Tenemos mucho que hablar?
-Demasiado.
-Ya tendremos oportunidad, pero por ahora ya mándame a Pepe.
-Si, mañana tomará el primero vuelo para allá.
-Gracias, te quiero, pequeña. Nos vemos pronto." Colgó, voltee con mis acompañantes, seguían hablando, me acerqué y Pepe me rodeó con sus brazos.

-Mireya, perdón que los interrumpa, pero este hombre mañana tiene que tomar un vuelo temprano. —Pepe asintió.
-Oh, bueno... Pepe fue un placer conocerte. Espero volver a vernos, me agradas.
-Gracias, Mireya. Igualmente. —Se dieron un abrazo, Mireya se adelantó un poco dándome tiempo de despedirme.
-Te extrañare mucho, y perdón por los malos ratos.
-Perdón por ser un idiota, ya lo he dicho muchas veces, pero a veces abuso de ser hombre y poder comportarme como un imbecil.
-Te adoro demasiado. —Lo abrace y por fin me dio un beso, lo sentía tan mío, realmente me sentía bien con todo lo que estaba pasando, a pesar de los problemas. —No olvides llamarme cuando llegues a tu casa, por favor.
-Realmente creo que me iré de aquí al aeropuerto, dormiré allá un poco o no se. Pero cualquier cosa que haga te mantendré informada.
-Gracias. —Lo volví a abrazar, espero a que entrara a la casa y subió al auto, Mireya estaba en la entrada y me sonrió.
-Esta bien... Lo puedo empezar a aceptar. —Mis ojos se iluminaron al escuchar eso. —Tiene pantalones para venir y hablar conmigo dadas las circunstancias.
-¿Seguirás sin decirle a Miguel? —Ella asintió. —Algún día le diremos, solo necesitamos tiempo... y ver cómo va a funcionar esto.
-¿Funcionar?
-Hasta hoy no habíamos sido "novios oficiales" me lo pidió y tengo miedo que eso cambie algo... No sé si tiene sentido ese miedo.
-Claro que si, ahora ya es algo oficial, tú lo has dicho, pero viéndolos a los dos, todo saldrá bien. —Sonreí. —No te acongojes, por favor. Ven, vamos a cenar.

La noche pasó muy tranquila, hable un rato por teléfono con mi hermano y mi mamá, ella se notaba igual que siempre, no había algo de remordimiento, ni nada, Pepe me comentó que ya estaba en el aeropuerto, pero yo estaba demasiado cansada para hablar con él en todo el vuelo, Alex vendría el día de mañana a pasar unos días, y yo en realidad planeaba quedarme aquí siempre, pasar tiempo con Miguel era lo mejor, quería recuperar todos los años que estuvo fuera de mi vida.
Al día siguiente decidí llamar a Arturo, quería platicarle tantas cosas y no sabia si estaba ocupado, el timbre sino varias veces, cuando me iba a rendir, contesto.

Usted. (José Madero)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora