Capitulo 58.

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-¿Nos pueden dar un momento antes de que entren los demás? —Nuestros papás asintieron, mi mamá me entrego un beso en el cachete, después de una pequeña caricia a Daniel, salieron del cuarto y yo miré a Marcelo.
-¿Quieres que Pepe lo vea? —Agache la mirada y mire a Daniel.
-No se. Digo... —Guarde silencio. —Si, es su sobrino, tiene derecho a verlo.
-Sabes que no es solo "su sobrino" —Dijo Marcelo con la cabeza echada hacia atrás.
-Biológicamente, si. Pero para mí, tú eres su papá. —Acaicio mi mejilla.
-Los llamaré para que pasen. —Asentí, mire al pequeño que cargaba en mis brazos, aún no podía creer que era mi bebé, que de ahora en adelante seriamos él y yo, que ahora nunca estaría sola. Unos segundos después entraron Evaristo y Alex con sus esposas.
-Alana... —Fernanda trataba de sofocar un grito mientras se acercaba a darme el intento más fallido de un abrazo. —Es perfecto.
-Es hermoso, ¿cierto?
-Demasiado... —Alex no dejaba de mirarlo y conocía esa expresión.
-Te recuerdo que él no es... —Alex negó antes de que terminara la frase.
-Perdón... —Evaristo se acercó junto a su esposa, aún tenía cierto miedo de soltar al bebé y ellos lo notaron.
-Tranquila, no se te va a caer. —Dijo la esposa de Evaristo. —Conozco el miedo, pero todo estará bien.
-Espero puedan ser muy felices. —Evaristo me dio un pequeño abrazo. Después de mantener una plática rápida con Evaristo, salieron y Marcelo se quedo viendo a Daniel.
-¿Quieres cargarlo?
-Tengo miedo... —Me reí a lo bajo.
-Trae esa silla, siéntate y lo pondré en tus brazos. —Marcelo obedeció mis instrucciones y acercó la silla, me senté a la orilla y puse al bebé en sus brazos. —¿Ves? No pasa nada.
-Esta todo pequeño... —Me causo una ternura enorme ver la cara de Marcelo al sostener el bebé. —Pero bueno... Ya sabes qué es lo que sigue.
-Esta bien. —Se levanto, me entrego con cuidado al bebé, salió y se tardó un poco más, después entró José solo. —¿Y Krizia?
-Tuvo que salir de emergencia, no tarda en venir. —Asentí.
-¿Y Marcelo?
-Prefirió dejarnos solos.
-No entiendo para que.
-Alana, no puedes evadir la verdad, sabes que él es mi hijo. —Sentí una punzada en el pecho.
-¿Y tú? Tu evadiste tu realidad yéndote con Krizia... No entiendo tus motivos, no sé qué pensabas, pero aquí yo no soy ni la víctima ni el verdugo. —Se acercó, miro fijamente al bebé y soltó una lagrima.
-Yo lo arruiné, Alana.
-No es algo nuevo.
-No hay vuelta atrás, ¿cierto?
-Ni por error, ya fue suficiente, no me dejaste a mí, José. Dejaste a tu hijo.
-Me arrepiento.
-No es suficiente y lo sabes.
-Alana, perdóname... Por favor. Esto me está matando. —José se acercó a mí y trato de tocarme, voltee la cara y el cerro la mano en un puño.
-Te he perdonado muchas veces, he perdonado muchas cosas, pero tengo mi limite y lamento decirte que llegaste a él.
-¿Lo quieres realmente?
-Claro que lo quiero, me conoces bien y sabes que no puedo fingir sentimientos.
-Y no estás fingiendo el amor... —Dijo herido. —Ni el haberme dejado de querer.
-Desde el primer instante que vi la foto con Krizia deje de sentir amor por ti, deje de querer proteger y ayudarte a superar tu pasado, porque no eres dueño de tu pasado, José, el pasado te domina a ti y es triste que sea así.
-Extrañare tu madurez.
-¿El descanso era por mi o para tener tiempo de pensar qué harías con tu desastre amoroso?
-Quería tiempo para pensar y con los conciertos no podía.
-Es momento de que te vayas.
-Te necesito.
-Me tuviste y no lo pudiste ver. —Camino hacia un extremo del cuarto y lanzó un golpe a la pared, esto provocó que el bebé despertara y comenzará a llorar. —¡José Madero!
-Me rehuso a aceptar esto que está pasando.
-No depende de ti, ya no. —Entro una enfermera y miró fijamente a José.
-Disculpe, será mejor que se vaya. —José la volteo a ver.
-Ya vete, José. —Arrulle al bebé quien seguía agitado. Escuche sus pasos alejarse.
-¿Se encuentra bien?
-Si, solo tuvimos un pequeño desacuerdo.
-Su esposo la está esperando afuera, ¿lo hago pasar?
-Por favor. —Ella salió y segundos después entró Marcelo.
-¿Qué pasó?
-Marcelo... ¿Aún quieres irte? —Me miró confundido.
-¿Cómo?
-Irnos, a donde sea... Al DF, a San Antonio, a donde quieras...
-¿Estas segura?
-No vamos a ser felices si seguimos aquí, José no me lo va a permitir.
-Pero tu carrera, te falta poco para terminar.
-Buscare otra carrera, vendrá algo mejor, pero si queremos estar bien en Monterrey no podremos. —La enfermera entro.
-Disculpe si interrumpo, necesitamos hacer una última revisión al bebé antes de poder darlos de alta. —Yo asentí, estire los brazos con cuidado, la enferma acomodo al bebé en la cuna y salió del cuarto.
-¿Cuándo? —Dijo Marcelo sentándose en la cama.
-Lo más pronto posible.
-Trataremos de arreglar todo lo necesario y en cuanto terminemos nos vamos, ¿te parece? —Sonreí.

Después de algunos procesos, nos dejaron salir, Marcelo me llevaba en una silla de ruedas, tenía al bebé cubierto en una sabana, nuestras familias se habían ido en cuanto terminaron las horas de visitas, Marcelo me ayudó a subir al carro y después me entrego al bebé. El iba adelante y yo iba en la parte trasera tratando de pensar que haríamos, como nos solucionaríamos.

-¿Estás segura de eso?
-¿De qué?
-De irnos...
-Más que segura, ya estoy harta, Marcelo... No podré soportar el hecho de que Pepe me recuerde todo el tiempo lo que pasó y el hecho de que él es papá. ¿Tú lo soportaras?
-No... No podré.
-No te quiero alejar de tu familia, eso es algo obvio, amo a tu mamá, tu papá es una persona maravillosa, Evaristo y su esposa han sido un gran apoyo. Pero
José siempre será un impedimento.
-Me gustaría darle el beneficio de la duda a Pepe, pero no puedo, sé que no cambiará.
-Puede ser temporal, Marcelo.
-Ya veremos qué haremos. —Note desde atrás una pequeña sonrisa.
-Te amo.
-Yo también te amo, Alana. Los amo a los dos y los protegeré de lo que sea y de lo que venga.

Cuando llegamos, Marcelo limpio el cuarto, cambio las sabanas de la cama y me ayudó a recostarme, casi al instante me quede dormida junto al bebé.
Pasaron las semanas y mis días habían mejorado del todo, Marcelo trataba de no alejarse de mi más de lo debido, cuidar al bebé era un tanto fácil, pero pasaba durmiendo casi el ochenta por ciento del día y eso me causaba sueño a mí también. Marcelo se fue a trabajar como usualmente,yo caí en un sueño profundo, cuando desperté el bebé estaba llorando, las enfermeras me habían dicho que sólo lloraría por hambre o suciedad, revise su pañal y todo estaba bien, me recargue en la pared y lo acomode para darle de comer, Marcelo entro al cuarto y sonrío al verme.

-No me voy a cansar de verte nunca. —Estaba sonriendo.
-¿Pasa algo?
-Pasa que tienes al mejor novio, futuro esposo del mundo.
-¿Ah sí?
-Resulta que encontré una casa muy bonita, algo grande y perfecta en el DF. —Mis ojos se iluminaron.
-¿Es una broma?
-Claro que no.
-¿Cuándo? —Lo mire fijamente.
-Todavía falta un mes para que pueda estar completamente disponible, pero será más fácil para ambos, podremos acomodar mil cosas e irnos sin pendientes. —Termine de darle de comer al bebé, hice que repitiera y trate de dormirlo. 
-Soportaremos un mes, no pasa nada.
-Por cierto... —Me entrego una caja pequeña. —Feliz San Valentín.
-¿San Valentín? ¿Catorce de febrero? ¿Tan pronto?
-Así es.
-No te prepare nada, Marcelo.
-No quiero nada... —Sonrió, abrí la caja y era un collar dorado con un pequeño dije.
-No debiste.
-Claro que si, te lo mereces. —Me dio un beso.
-Mientras muchos tienen cenas, citas o cosas bonitas, tú solo ves a tu novia dandole de comer a un bebé.
-Pues te equivocas, resulta que veo a mi futura esposa, dándole de comer a mi bebé. —Yo sonreí.
-Luego te lo compensaré.
-Tenemos muchas festividades pendientes, no pasa nada. —Asentí. —Alana...
-¿Si?
-¿Has hablado ya con Elia? ¿Con tu mamá? —Negué.
-Pronto lo haré.
-Más te vale.
-De hecho, mañana iré a la escuela para dar de baja todo.
-¿Necesitas que cuiden al bebé?
-Ya le llame a Mireya, ella lo cuidara mientras hago mis vueltas.
-Esta bien, corazón. —Al día siguiente, me desperté junto a Marcelo, termine de preparar el desayuno, mientras yo le daba de comer al bebé, Marcelo hacía tiempo para llevarme a la escuela, después de diez minutos llego Mireya.
-No tardaré mucho, tú sabes dónde está todo.
-Alana tranquila, sé que es difícil separarte por primera vez del bebé, pero debes hacerlo.
-Esta bien, está bien. —Me despedí de Mireya, abrace por última vez al bebé y subí al carro con Marcelo.

Usted. (José Madero)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora