El bosque eterno. Un lugar mágico a la par que siniestro... Un lugar para encontrar cosas que se creían en los cuentos. Un lugar temido por la gente, y donde nunca ocurren cosas buenas. Pero detrás de todo esto hay una magia muy antigua. Una magia que hace querer entrar al bosque, te atrae, te llama... Y entonces, cuando te halles frente al inmenso muro de árboles que se alzan hasta las nubes, cuando estés frente a la sombra que cubre el bosque... Entonces ya nunca podrás regresar.
Viento se encontraba a las puertas del bosque eterno. Árboles inmensos se alzaban hasta perderse en la oscuridad de la noche. El aire era denso y extraño, y se sentía observado. El fondo del bosque era completa penumbra y oscuridad, donde solo podían verse la siluetas de más árboles gigantescos. Pero había algo más, algo que no podía verse y que tiraba de Viento hacia el bosque. Tragó saliva, perfectamente consciente de que si entraba en ese lugar, jamás volvería. ¿Por qué había abandonado a Rom y a su troupe?¿A caso no era feliz allí?... No, nada de eso. Viento quería vivir su propia vida sin depender de los demás. Una vida en la que él tuviera la pluma de su historia. Dio un paso más al frente mientras se llevaba la mano al bolsillo y apretaba con fuerza la flauta de madera de Rom. Dio otro paso más, pensando en todo lo que dejaba atrás... Antes de darse cuenta, estaba corriendo hacia el bosque. Sus piernas no podían parar, y un deseo frenético lo impulsaba a seguir corriendo. Y así cruzó la primera fila de árboles. La oscuridad y el frío crecieron de inmediato y la hierba alta dificultaba el paso. Le costaba respirar y pronto estaba tiritando:
-Que idea tan estúpida...
Iba a darse la vuelta para regresar cuando sonó una campana no muy lejos de allí. Sintió como unos brazos invisibles lo sujetaban fuertemente y lo obligaban a girarse. Una oscura silueta portaba un farol y caminaba cojeando por un camino que se distinguía del resto del suelo. La silueta caminaba despacio, y arrastraba un pequeño saco detrás de él. El andar pesado de la silueta se detuvo a unos metros de Viento. La tenue luz del farol apenas bastaba para iluminar su decrépito rostro. Por primera vez Viento sintió miedo. El hombre se acercó lentamente a Viento y dejó caer el pesado saco a un lado. Una sonrisa agónica se clavó en su rostro demacrado. Una voz cual susurro de serpiente se arrastró por sus labios:
-¿Compras o vendes...?
Viento titubeó mientras retrocedía. Pero una rama le hizo tropezar y caer de bruces:
-No... No tengo dinero para comprar.
La silueta grotesca se quitó la capucha que cubría su rostro, dejando ver la putrefacta cara de una persona en descomposición. Al sonreír, la saliva se derramó por los orificios de su garganta:
-¿Entonces vendes?
Viento sintió como el aire se escapaba de sus pulmones:
-Tampoco tengo nada para vender.
El hombre putrefacto sopesó un instante antes de acercarse aún más a Viento. Sus ojos vacíos y muertos se clavaron en los de Viento, como si mirara en lo profundo de su ser. El olor nauseabundo hizo que Viento reprimiera una arcada, pero el miedo lo paralizaba. Tras unos instantes agónicos, el hombre se retiró con la satisfacción marcada:
-Oh, yo creo que tienes algo muy valioso encima... Déjame ver.
El hombre levantó el saco pesado y hurgó en su interior:
-Ah... Ya lo tengo.
Con cuidado extrajo un pequeño bote de cristal transparente. En su interior había una esfera pequeña pero brillante que se movía con fuerza golpeándose contra las paredes del frasco:
-Esto es un deseo. Abre el frasco y pide un deseo con todas tus fuerzas, se hará realidad.
Los ojos de Viento se fijaron en la pequeña esfera luminosa que flotaba dentro del frasco. El vendedor esperaba con ansias la respuesta del joven muchacho:
-Y... ¿Cuánto vale?
-Oh, una pequeñez, solo... Solo quiero que pongas tu nombre en un papel.
El vendedor sacó un papel arrugado y mojado del saco y se lo ofreció a Viento junto con una enorme pluma negra:
-¿Solo mi nombre?
-Solo tu nombre, y podrás pedir el deseo que más te apetezca.
Viento agarró la pluma en una mano, y con temblor el papel en la otra. La tinta negra corrió por el papel al posar la pluma. El frío aumentaba mientras se completaba la transacción. Finalmente, un nombre escrito de forma grotesca apareció en la tinta:
"Viento"
El folio se quemó en las manos del joven mientras la tinta aún estaba fresca. El vendedor le dio el frasco con el deseo mientras no paraba de sonreír:
-Enhorabuena, bienvenido al Bosque Eterno.
Una brisa se levantó repentinamente. Antes de que se diera cuenta, Viento perdió el conocimiento. Ese día, quedó atrapado en el bosque para no regresar jamás.
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El Bosque Eterno
FantasiaSaben que nada bueno pasa cerca de este bosque, y que su llegada es solo un augurio de las peores catástrofes. Saben que dentro de este bosque habitan criaturas de cuentos, de libros antiguos. Saben que una magia extraña lo rodea, y lo hace crecer e...