Capítulo 41:"Hola de nuevo, querido cielo"

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El paisaje dio una tregua al tercer día. Las rocas puntiagudas y grises amenazantes poco a poco fueron desapareciendo para dar lugar a una explanada de hierba infinita solamente manchada por los enormes árboles del bosque eterno. El verdoso brillo del sol mezclado con las copas de los árboles se fundía con la alfombra de hierba brillante por el rocío de la mañana, creando una imagen fresca y viva. El grupo de mercenarios avanzaba con Arnold al frente, caminando abriendo un pequeño sendero como una huella reciente sobre la hierba:

-¿A cuánto está Abadía? 

El  mercenario respondió sin siquiera girarse:

-Lejos. 

Por su tono sabía que sería inútil hablar con él. Cuando Arnold está aburrido se vuelve un cascarrabias que no atiende a nada ni nadie, y ahora era uno de esos momentos. 

Viento se limitó a caminar en silencio fijándose en el paisaje. Un hermoso paisaje natural que rebosaba vida en cada hebra de hierba. Cerró los ojos:

Encárgate tú de andar

La voz de Calma ascendió de su conciencia trayendo consigo un escalofrío:

¿Me vas a encargar el trabajo sucio?

Eras tú quien quería salir más veces

Viento sintió como un frío se apoderaba  poco a poco de su cuerpo, empezando por la punta de los dedos, extendiéndose hasta su codo, sus brazos, sus piernas, su pecho. El frío envolvía su cabeza y antes de darse cuenta, estaba sumergido en un estanque de agua en calma. Era una sensación a la que aún  no se había acostumbrado y le costaba confiar en Calma. Pero sabía que no podría hacer ninguna estupidez con Arnold al frente, así que decidió relajarse. 

Desde el fondo del estanque podía ver a través de sus propios ojos como si mirara en la superficie de un lago. Se concentró en sus oídos aprovechando la calma que reinaba ahí abajo, ampliando sus sentidos más allá de las fronteras de sus ojos. Pudo escuchar una abeja, una hormiga, una liebre saltando, las gotas de rocío cayendo de las hebras de hierba. Era algo que en Trincheras no hubiera podido hacer, pues el ruido de la ciudad era demasiado molesto. Estuvo un rato bailando con las pisadas de Arnold en la hierba, se atrevió a dar unos pasos tímidos con la respiración pausada de Layla, se entretuvo en el roce de la ropa de Auro. Entonces escuchó el viento sobre las copas de los árboles, escuchó el mecer de las hojas y sintió envidia. Ojalá poder ser viento y no Viento, el niño atrapado en un bosque. 

Ahondó más, rozando los límites de sus sentidos. Podía oír el latir del corazón de todos los allí presentes, el balanceo de los cabellos de Layla... Y un llanto. Muy tenue y casi inexistente, pero estaba ahí. Viento se concentró, llevado por la curiosidad del llanto de una persona que venía de algún lugar. Intentó encontrar el lugar del que nacía el llanto, pero en su búsqueda encontró otro llanto. Tardó un instante en darse cuenta de que el llanto venía de todas partes:

¿Los árboles? Calma, ¿sabes de algún árbol que llore?

Se lo mismo que tú

Tuvo la sensación de que miles de ojos lo miraban desde todas las direcciones. Poco a poco fue alejando de los llantos y la sensación desapareció. Entonces otra cosa llamó su atención, el ruido del crujir de madera vieja. ¿Una casa?, sí, un poblado lejos, muy lejos de allí. ¿Cuán lejos estaba? Sin darse cuenta se había alejado varios kilómetros sólo con la audición. ¿Desde cuándo es tan capaz? No lo sabía, pero le encantaba. 


Llegaron al poblado abandonado pasado el medio día, tal y como Arnold dijo. Las casas de madera cubiertas de musgo y carcomidas hablaban de historias pasadas. La hierba había crecido por los caminos, había entrado en las casas, había tomado el poblado. Las piedras de la capilla del pueblo estaban mohosas y plantas trepadoras habían rodeado su torre del campanario. Las puestas estaban rotas o tiradas, pues los saqueadores de la frontera hacía mucho ya que las habían desvalijado. Había un diente de león creciendo junto a un pozo seco y mohoso en el centro del pueblo: "El bosque siempre llega, la gente siempre huye, el ciclo siempre se repite". No supo por qué, pero Viento sintió lástima al ver aquel demacrado y natural paisaje:

El Bosque EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora