Viento se levantó primero, y se quedó mirando el techo, arropado hasta el cuello por una manta con tantos remiendos que apenas se reconocía el color original de esta. Pero la verdad es que no importaba, porque era caliente y suave. Giró la cabeza y miró por la ventana, aún no había amanecido, pero no tardaría en hacerlo. ¿Sabes ese ambiente extraño que flota en el aire las horas previas al alba? Viento sentía algo así al mirar por la ventana, una ciudad que comenzaba a desperezarse poco a poco, aunque aún no había gente en las calles. Se movió con lentitud y desenterró el brazo de debajo de las mantas. Tenía un vendaje limpio que cubría toda su mano excepto los dedos. Entonces le picó la curiosidad y, deshaciendo el nudo de la venda con su otra mano, empezó a desenrrollarla haciéndola girar como una manivela. Los últimos tramos de vendas estaban pegados a la piel por la sangre seca. Un último tirón y descubrió una herida amoratada, fina y de la longitud de un pulgar en el centro de la palma de su mano. Pese al mal aspecto que tenía, desde luego no parecía una herida que tuviera unas pocas horas. De hecho, parecía estar empezando a curar. Giró la mano y se miró el dorso, viendo el mismo tipo de herida fina pero con un color más saludable. Cerró el puño y apretó, se sorprendió al comprobar que no le dolía:
No dejo de sorprenderme conmigo mismo
Pensó para sí mismo antes de volver a vendarse la mano con cuidado. Se arropó hasta el cuello y se quedó allí, mirando la habitación. Sus ojos bailaron hasta que se toparon con la nuca de la cabeza rapada de Ámbar, que dormía junto a Viento. Arropada hasta no ser más que media cabeza que asomaba entre las mantas remendadas. Viento había acordado con Tom que él se encargaría de Ámbar en todos los sentidos, incluído su formación en la lectura y los buenos modales. Esto se traducía en que Viento no recibiría más de las tres comidas diarias acordadas con Tom, y que su "sueldo" seguiría siendo el mismo. Ámbar dormiría con Viento y comería lo que comiese Viento. Todo esto, acompañado de muchos insultos, maldiciones y aspavientos por parte de Tom, fue la conversación que tuvieron. Viento no objetó nada, pues sabía que Tom se arriesgaba mucho al acoger a una condecorada ladrona en su posada, y eso podía arriesgar su imagen. Viento compartiría su cama y su comida, y Tom haría la vista gorda siempre y cuando las actuaciones fueran rentables para la posada.
¿Por qué lo hizo? Pensaba Viento mientras recorría la silueta de Ámbar que se marcaba bajo las mantas. Ámbar se movió en sueños y se agitó bajo las mantas, dándose la vuelta y mirando hacia Viento con los ojos cerrados, aún durmiendo. Este escrutó su rostro, haciendo hincapié en los arañazos y cortes que tenía en las mejillas, mentón y cuello. Sonrió para sí mismo:
No podía no hacerlo
Pensó y volvió a cerrar los ojos.
El día no pudo empezar de forma más atropellada. Mientras Viento y Ámbar compartían el desayuno en una de las mesas de la taberna: Un par de hogazas de pan caliente con miel y mantequilla acompañado con una buena jarra de leche humeante. Un hombre entró por la puerta de la taberna dando un portazo y gritando cosas sin sentido. Tom, que limpiaba las jarras tras la barra para dejar todo apunto para el nuevo día, contrajo la cara en un gesto desagradable:
-¡Eh! Largo de aquí.
El hombre que había entrado en la taberna miró a Tom y levantó una bolsa llena de canela:
-Tengo material de sobra para intercambiar por cerveza... -Hizo una pausa para eructar-... Y quiero mi cerveza.
Tom negó con la cabeza:
-Apenas te mantienes en pie. Puedo servirte una buena infusión que te asiente el estómago, pero no te serviré una cerveza.
El hombre se guardó la bolsa de canela y levantó la voz:
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El Bosque Eterno
FantasySaben que nada bueno pasa cerca de este bosque, y que su llegada es solo un augurio de las peores catástrofes. Saben que dentro de este bosque habitan criaturas de cuentos, de libros antiguos. Saben que una magia extraña lo rodea, y lo hace crecer e...