Capítulo 58:"Sangre, barro y lluvia"

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Dante era una persona fría, apática, sin apego por nadie y amante de la soledad. Le gustaba ser sarcástico y odiaba los trabajos serios y monótonos. No le gustaba relacionarse con mucha gente y siempre parecía que vigilaba sus espaldas con el cuidado de quienes han sido ya traicionados. Por eso mismo incluso él se extraño ante su reacción al ver el cadáver de Eylinn tendido sobre un charco a los pies del espectro montado. No pudo evitar retener cada detalle del momento: La cara de Eylinn semi sumergida en el charco de la que sólo se veía media boca, la nariz y el ojo izquierdo. El resto quedaba bajo el agua caliente, oscura y revuelta del charco. Tenía los ojos abiertos con la mirada perdida clavada en ninguna parte. En el abdomen un agujero del tamaño de una manzana por donde brotaba un torrente de sangre que teñía el agua del charco de un color oscuro rojizo. Estaba tendida de lado, con un hombro en el suelo y el otro apuntando al cielo tempestuoso, con el torso y las caderas ligeramente rotadas mirando hacia arriba. Tenía las manos entre abiertas y una rodilla flexionada hacia atrás. Si hubiera tenido los ojos cerrados hubiera parecido que estaba dormida, tumbada sobre una cama. Pero no estaba dormida ni tumbada en una cama, estaba muerta. Dante no sabía bien como sentirse, pues eso de sentir cosas por los demás era algo que hacía mucho tiempo que tenía olvidado. ¿Le había cogido cariño?¿En qué momento?¿Por qué razón? Aún se estaba preguntando esto mismo cuando se lanzó hacia delante sin pensarlo en mitad de un grito ahogado y con la espada levantada. La media docena de hombres que acompañaba a Dante se miraron entre sí sin saber que hacer instantes antes de lanzarse detrás de él. Las botas de metal chirriaban y levantaban gotas de agua y barro al pisar el suelo. El espectro hizo girar su montura putrefacta y en descomposición hasta quedar cara a cara con Dante y, como si apenas reparara en la presencia del mismo, metió la mano en una bolsa de piel oscura que colgaba a un lado de la montura y extrajo un objeto pequeño, esférico y oscuro. Entonces, el espectro que hasta entonces parecía tener movimientos erráticos y torpes, movió el brazo con la velocidad de una cobra al morder a su presa y lanzó el objeto pequeño y esférico a una velocidad inhumana. Dante, con reflejos de gato, apenas tuvo tiempo de levantar el pequeño escudo mellado de madera para detener el impacto de la bola oscura. El golpe hizo que el escudo se astillara y Dante sintió como le rechinaban todos los huesos de la mano izquierda. La madera del escudo salió volando hecha añicos como si fuera de porcelana. La energía del impacto hizo que el brazo de Dante fuera empujado hacia atrás:

-¡En círculo!... -Gritó Dante con la voz ahogada por el dolor. 

Los  hombres que lo seguían se separaron para rodear al espectro, que no hizo nada por moverse o espolear a su montura. Dante ignoró el dolor que le subía por el brazo izquierdo y le gritaba, y salvó las pocas zancadas de distancia que lo separaban del espectro con pasos rápidos. El golpe de Dante apuntó hacia el saco de esferas de hierro que descansaba atada a la cintura del espectro. Ahora sabía como había muerto Eylinn y tenía una ligera idea de lo peligroso que era dejar que volviera a lanzar otra de esas esferas. Pero en el último segundo la montura del espectro se movió tensando los  músculos y se levantó rampante sobre las patas traseras dejando al descubierto la panza abierta por donde se desparramaban todas las entrañas golpeando a Dante con los cascos delanteros. Dante cayó hacia atrás y tuvo que rodar hacia un lado para que la montura no le cayera encima cuando posó las patas delanteras en el suelo. Le cayeron las tripas sobre la cara. Estaban frías y despedían un olor nauseabundo a putrefacción. Dante levantó la espada y se la enterró a la montura entre las tripas sin efecto alguno. La montura coceó y Dante tuvo que rodar de nuevo para esquivar los golpes entre el barro. De dos fuertes patadas consiguió apartarse del caballo y ponerse en pie justo a tiempo para ver como el espectro sacaba otra bola de hierro de la bolsa y la lanzaba contra uno de los soldados que avanzaba para atacarlo por la derecha. La esfera de metal hizo un sonido agudo y metálico cuando atravesó la coraza de latón a la altura del esternón del soldado dejando un agujero redondo y limpio del tamaño de una manzana. El soldado hizo un gorgoteo al atragantarse con su propia sangre y cayó fulminado hacia atrás con los ojos aún abiertos. Los otros cinco soldados restantes se quedaron atónitos viendo como su compañero caía muerto a tan solo unos metros de ellos. Uno de ellos dejó de avanzar hacia el espectro, los otros cuatro atacaron con la espada, pero la montura se sacudió y coceó a uno mandándolo a volar. Los otros dos fallaron el golpe, y el cuarto acertó a darle al espectro el la armadura de hierro retorcido sin provocarle ningún daño. Dante volvió a atacar justo cuando el espectro metía la mano de nuevo en la bolsa y examinaba la zona bajo la sombra de su capucha de hierro oscuro. Fue un golpe directo en la doblez de la axila justo en la articulación de la armadura. Dante sabía de primera mano que esa zona ofrecía poca resistencia. Su espada se enterró en la carne del espectro y un líquido negro como la tinta bajó por la hoja. Dante esperaba que el espectro retrocediera, que gritase, que reaccionase... Nada. Con una calma tranquila el espectro sacó otra esfera de metal y miró hacia Dante. Este quiso retroceder, pero entonces comprobó alarmado que la espada estaba atascada en la carne del espectro como si la hubieran soldado a ella. Dante soltó la espada, que se quedó clavada en la axila del espectro y retrocedió un par de pasos al mismo tiempo que el espectro levantaba el brazo. Dante sabía que a esa distancia no podría esquivar la esfera de metal, y su maltrecho escudo era un amasijo de madera astillada que no podría detener el proyectil. Hizo lo único que podía hacer y avanzó hacia el espectro pegándose a él e impidiéndole un lanzamiento directo. El aire silbó cuando el espectro lanzó la esfera y esta se incrustó en la tierra embarrada a pocos centímetros de Dante:

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