"Algo tan efímero como una mota de polvo en una tormenta desbocada, pero a la vez tan pesado como sostener un hierro al rojo vivo. Se podría decir que mi estancia fue... Agradable y extraña. Poder vivir contemplando un sin fin de praderas que se extendían hasta perecer en el horizonte, escondiéndose tras nevadas montañas. Pese a ser primavera, el frío se había marchado para no volver hasta pasado un tiempo, y sentir los dedos de luz colarse por la ventana para acariciar mi piel con tacto y suavidad era un lujo que hoy echo de menos. Mi habitación era más grande que mi antigua cabaña, y la moqueta que recubría el suelo podía ser mas lujosa que todas las riquezas vistas por mi hasta ese momento juntas. Sin embargo echaba de menos el campo, echaba de menos el frío, y sobre todo... Echaba de menos las flores:
-¿Un libro sobre la pétrea de hojas amarillas?
Los amigos de Elena tenían derecho a pedir un regalo cada tres semanas, un bien preciado que podía variar entre un desayuno de princesas hasta un vestido rematado en joyas. Yo sólo quería vivir entre las flores que Villem me había enseñado:
-¿Hay algún problema?
Elena se encogió de hombros:
-No es algo que le regalaría a una niña, pero si es lo que quieres se lo pediré a Ofelia.
Claro que nadie en su sano juicio regalaría a una niña de cuatro años un libro sobre plantas venenosas y tipos de toxinas naturales. Pero para mi no eran más que flores a las cuales admirar impresas en una foto.
Como ya he dicho, mi estancia fue extraña a la par que curiosa. Elena me visitaba cada poco tiempo, se sentaba conmigo en la cama y charlábamos sobre la vida, sobre el pasado, el presente y el futuro:
-¿Qué te gustaría hacer cuando crezcas?
Las conversaciones con Elena eran agradables, y en mi soledad eran casi agua en un desierto. Disfrutaba mi tiempo con ella:
-Me gustaría tener mi propio huerto, y vivir en una hermosa pradera.
-Granjera... Mmm, es una noble profesión como otra cualquiera. Estoy segura de que serás una excelente granjera algún día.
Pero había preguntas, de vez en cuando, que no tenían sentido aparente:
-Si pudieras pedir un deseo... ¿Qué pedirías?
No era la primera vez que escuchaba esa pregunta salir de su boca, le hacía la misma pregunta a los niños nuevos:
-Supongo que... Poder ser una hermosa flor.
-¿Te gustaría ser una flor?
¿Por qué no?, las flores eran bellos seres de la naturaleza, siempre impolutos y coloridos. No se me ocurrió mejor deseo que pedir. Pero aquel día la conversación fue más lejos aún. Aquel día un brillo extraño palpitaba en los ojos de elena. Fue aquel día cuando escuché hablar de él por primera vez:
-¿Villem te habló de él?
-¿De quién?
-Del bosque eterno.
Aquella palabra tenía un significado primitivo para mi, como si hubiera sido marcada en mi sangre, pero nunca había escuchado hablar de él:
-¿Un bosque?
La sonrisa de Elena se acrecentaba en su rostro por momentos:
-Un bosque de enormes árboles. Tan altos, que dicen que sus copas tocan las nubes... -Elena abrió los brazos abarcando toda la habitación-... Un bosque que se extiende en todas direcciones sin detenerse, haciendo cada vez más grande. ¿No lo conoces?
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El Bosque Eterno
FantasíaSaben que nada bueno pasa cerca de este bosque, y que su llegada es solo un augurio de las peores catástrofes. Saben que dentro de este bosque habitan criaturas de cuentos, de libros antiguos. Saben que una magia extraña lo rodea, y lo hace crecer e...