Cabalgaron en la noche oscura. Cabalgaron hasta que no pudieron oír nada más que el galopar de sus cascos sobre la hierba y la tierra. Cabalgaron hasta que los árboles del bosque ocultaron el hogar en llamas. Cabalgaron hasta que dejaron de sentir las piernas a causa del galope. Viento estuvo apunto de dormirse en varias ocasiones sobre la silla de montar. Pero se forzó a expandir su aura todo lo que pudo para crear un perímetro de seguridad. Lo único que se veía eran las enormes siluetas de los árboles del bosque, borrosas y oscuras. Y cabalgaron. Cabalgaron hasta que el caballo empezó a fatigarse. Cabalgaron hasta que la costilla rota le suplicó un alto en el camino. Cabalgaron hasta que amaneció. Cuando el sol iluminó un bosque solitario y vacío, verde y húmedo por el rocío de la mañana, se detuvieron. Entonces caminaron un poco más para ocultar sus huellas. Viento guiaba al caballo andando y Ámbar aguardaba montada. Dieron varias vueltas para ocultar su rastro antes de caer rendidos sobre la hierba. Incluso la hierba fresca era tan cómoda como un colchón de plumas. Se tumbaron en el suelo junto a una raíz gigante. Ella apoyó la cabeza sobre su pecho y él la rodeó con el brazo. No se sabe quién se durmió primero. Lo que sí se sabe es que ambos cayeron en un profundo sueño. Por primera vez en mucho tiempo durmieron sin preocupaciones, felices, juntos.
Viento tuvo pesadillas, como casi siempre. Estaba sentado en el suelo de una calle polvorienta y concurrida. No podía ver el bosque y el cielo estaba despejado y azul. La gente caminaba despreocupada, pasando delante de él como si fuera una piedra en el camino. Y hubiera pensado que era una piedra de no ser por las miradas furtivas que le lanzaban de tanto en cuando las personas cuando creían que no los estaba mirando. Hablaban entre sí murmuraban: "Ahí está otra vez... Pobrecita " o "Para vivir así bien podría estar muerta". Viento se miró las manos, eran manos de mujer. ¿Quién era?. De su garganta salían palabras que no lograba entender. Se concentró en oírlas:
-Agua... -Dijo con voz rasposa-... Un poco de agua, por favor. Puedo calentar la cama por un poco de agua y comida...
Pero nadie se acercaba a ayudar. ¿Qué les pasa? De pronto Viento tuvo antojo de beber hasta perder el conocimiento. "¿De quién son estos recuerdos?". Entonces vio a alguien parado al otro lado de la calle transitada. Era una persona conocida, una persona que había visto incontables veces a lo largo de su vida. Era un niño de pelo gris y rostro inocente. Era Calma.
El sol estaba en lo más alto cuando Viento abrió los ojos. Tenía el cuerpo rígido por el mal trato de la noche anterior pero ya no le dolía la costilla ni el brazo fracturado. Se palpó el costado y pudo notar como la costilla casi había soldado por completo. No pudo evitar sorprenderse aún tras tanto tiempo:
-Viento... ¿Tienes agua? ...-Preguntó Ámbar moviendo la cabeza aún contra su pecho-... Tengo mucha sed.
Viento le acarició el pelo y se incorporó:
-Creo que tengo un par de odres en la mochila, espera un momento...
Con cuidado se apartó de Ámbar y se acercó a la mochila que yacía tirada sobre la hierba junto al semental negro, que comía pasto despreocupado. Le acarició el lomo y se agachó para coger la mochila. La abrió y de dentro sacó dos odres de agua, la caja de madera que contenía la campana que Docc le había fabricado, hilo, cuerda, un par de frascos de tinta y plumas rotas y su diario. Arrugado y doblado. Se sorprendió encontrarlo ahí dentro. "Ni siquiera recuerdo haberlo metido". Pasó los dedos por la pasta del diario. "¿Cuándo fue la última vez que escribí algo?". Dudó durante unos segundos, pero entonces Ámbar se movió en el sitio y recordó lo que había ido a buscar. Cogió uno de los dos odres y se acercó a la pequeña sirena, que dormía tirada sobre la hierba. Viento miró los muñones de sus pies y sintió un profundo pesar:
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El Bosque Eterno
FantasySaben que nada bueno pasa cerca de este bosque, y que su llegada es solo un augurio de las peores catástrofes. Saben que dentro de este bosque habitan criaturas de cuentos, de libros antiguos. Saben que una magia extraña lo rodea, y lo hace crecer e...