Capítulo 42:"Tormenta"

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No era de extrañar que no durmiera en toda la noche, que se quedara en vilo mirando el filmamento moteado con miles de brillantes estrellas. No era de extrañar que recordara los tiempos pasados en su granero mirando el cielo, mirando las estrellas fugaces. No era de extrañar que su cuerpo inquieto apenas pudiera mantener la calma ante semejante obra de arte que tanto había necesitado. No era de extrañar que, pese a estar despierto, no podría haber estado más ausente, viajando a miles de kilómetros sobre el cielo y las nubes para abrazar las estrellas con la mirada. No, no durmió ni un solo segundo, no habría podido hacerlo. Y aun así el día amaneció bañando con sus destellos anaranjados el cielo oscuro para dar la bienvenida al nuevo día de la mejor forma posible. Viento no estaba cansado, más bien todo lo contrario, fresco, recuperado.

Decir que las ramas de los árboles de bosque eterno son grandes sería como decir que un campo de flores en invierno no es especialmente feo. Siempre faltarán palabras o adjetivos, pero en resumen podría decirse que una rama del bosque nada tenía que envidiarle a la carretera central de un reino. Era ancha, muy ancha, rígida y extremadamente larga. Pese a que tenía forma redondeada apenas había que mantener el equilibrio, pues era tan grande que no había riesgo de caerse. De las ramas grandes brotaban ramas más pequeñas cubiertas de hojas verdosas y redondeadas. Era curioso apenas poder ver el suelo del bosque, pues las hojas los envolvían como en una niebla arbórea.

El día pasó rápido y fugaz, pues allí arriba el aire era fresco y ligero, el sol más caliente y puro, y no sentía la influencia del bosque con tanta intensidad. Viento siempre podía oír las voces del bosque, era un murmullo constante al que se había acostumbrado a vivir. Pero allí arriba el murmullo era mucho menos molesto y tenía la cabeza despejada.

Al medio día Viento comprobó a que se refería Arnold con "Abismo". Mientras cruzaban una de las ramas del árbol, pudo notar una oscuridad inusual en el suelo del bosque. Pese a que apenas era visible, si que era notable que el verdor del suelo había desaparecido por un negro perpetuo:

-Es el abismo del que te hablé... -Dijo Arnold sin voltearse.

Había esperado algo grande, pero no de ese calibre. Abarcaba todo el suelo que alcanzaba a ver. Era realmente la boca del infierno. Tiempo atrás había presenciado un barranco de grandes proporciones cuando viajaba con la compañía del león, pero esto lo superaba con mucho:

-Si caes ahí dentro, intenta morir con la caída. Lo peor que te podría pasar es bajar ahí abajo y seguir con vida... -Dijo Auro echando un vistazo por el borde de la rama.

-¿Que hay ahí abajo?

-No lo sé, y no quiero saberlo. Por mucho que me pique la curiosidad se que el viejo Vortten no hablará de ello. Se quitó los ojos por voluntad propia cuando volvió del abismo. 

Era una historia que sin duda le encantaría preguntar al viejo Vortten en persona cuando volviera, y estaba dispuesto a insistir por ello. Pero mirar hacia abajo era un desperdicio de tiempo y paisaje, pues el verdadero espectáculo se orquestaba sobre ellos, más concretamente en un cielo azul manchado de pequeñas nubes difusas. Viento se preguntó si Dante y los demás también podían verlo, si estaban mirando hacia el mismo cielo. Realmente los extrañaba, sobre todo a esa pequeña curandera que escondía un pasado tan entrañable.



Una taberna ajetreada. El gentío comenta en voz alta sus penurias o logros llenando el ambiente de risas e insultos, carcajadas y maldiciones. Dos hombres están sentados a la barra, uno de ellos con una jarra de cerveza, otro una copa de vino. Uno está lleno de polvo de los caminos, otro viste de etiqueta. Uno de ellos luce una barba desarreglada y una cicatriz en el ojo, el otro está cuidadosamente afeitado y aseado. Uno de ellos es un comerciante de renombre, el otro es un viajero sin hogar. No es difícil distinguirlos, el estilo de vida los marca y los diferencia:

El Bosque EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora